– Quizás, y soy el primero en reconocer que es intolerable por más de tres minutos a la vez, pero nos responderá. Y por todo su veneno, él es principalmente indemne.
– ¿Principalmente? -repitió Hermione.
Haselby pareció considerar eso.
– Principalmente.
– Tenemos que actuar -dijo Gregory-. Ahora. Haselby, usted y Fennsworth deben buscar a su padre e interrogarlo. Averiguen la verdad. Lady Fennsworth y yo, recuperaremos a Lucy y la traeremos de vuelta aquí, donde Lady Fennsworth permanecerá con ella. -Se volvió hacia Richard-. Discúlpeme por las disposiciones, pero debo llevar a su esposa conmigo para salvaguardar la reputación de Lucy si alguien nos descubre. Ella ya lleva casi una hora afuera. Alguien podría haberlo notado.
Richard asintió brevemente, pero era claro que no estaba feliz con la situación. De todas formas, no tenía elección. Su honor le exigía que fuera el único en interrogar a Lord Davenport.
– Bien -dijo Gregory-. Todos estamos de acuerdo. Me encontraré con los dos de vuelta en…
Hizo una pausa. Aparte del cuarto de Lucy y el lavabo de arriba, no tenía ningún conocimiento del diseño de la casa.
– Nos encontraremos en la biblioteca -lo instruyó Richard-. Está en la planta baja, del lado este. -Dio un paso hacia la puerta, luego se volvió y le dijo a Gregory-: Espere aquí. Regresaré en un momento.
Gregory estaba deseoso de marcharse, pero la expresión de gravedad de Richard, había sido suficiente para convencerlo de permanecer en el lugar. Seguro fue suficiente, porque cuando el hermano de Lucy regresó, apenas un minuto después, traía consigo dos armas.
Le ofreció una a Gregory.
Dios Santo.
– Puede que necesite esto -dijo Richard.
– Que el cielo nos ayude si es así -dijo Gregory dijo entre dientes.
– ¿Disculpe?
Gregory negó con la cabeza.
– Buena suerte, entonces -Richard asintió en dirección a Haselby, y ambos partieron, bajando por vestíbulo rápidamente.
Gregory llamó a Hermione.
– Debemos irnos -dijo, guiándola en dirección opuesta-. Y no intente juzgarme cuando vea hacia donde la estoy llevando.
La escuchó reírse entre dientes mientras ascendían las escaleras.
– ¿Por qué -dijo ella-, sospecho que, por algo, lo juzgaré muy ingenioso de hecho?
– No confiaba en que ella permaneciera en el lugar -confesó Gregory, subiendo las escaleras de dos en dos. Cuando alcanzaron la cima, se volvió para enfrentarla-. Fue muy duro, pero no había más nada que pudiera hacer. Todo lo que necesitaba era un poco de tiempo.
Hermione asintió con la cabeza.
– ¿A dónde vamos?
– Al lavabo de la niñera -confesó él-. La até en el baño.
– Usted la ató en… Oh Dios, no puedo esperar para ver esto.
Pero cuando abrieron la puerta del pequeño lavabo, Lucy no estaba.
Y todo indicaba que no de se había ido de buena gana.
Capítulo 25
En el que nos enteraremos lo que pasó, solo diez minutos antes.
¿Había pasado una hora? Seguramente había pasado una hora.
Lucy inhaló profundamente e intentó calmar sus nervios alocados. ¿Por qué nadie había pensado en instalar un reloj en el baño? ¿Alguien no debería haber comprendido que en el futuro alguien se encontraría como ella, atada al baño, y podría desear saber que hora era?
De verdad, era solo cuestión de tiempo.
Lucy tamborileó los dedos de su mano derecha contra el suelo. Rápidamente, rápidamente, de índice a meñique, de índice a meñique. Su mano izquierda estaba atada para que las almohadillas de sus dedos quedaran enfrentadas, por eso se flexionó, luego se inclinó, luego se flexionó, luego se inclinó, luego…
– ¡Eeeeeuuuuuhhh!
Lucy gimió frustrada.
¿Gemido? Gruñido.
Gemido.
Esa debería ser una palabra.
Seguramente había pasado una hora. Debió haber pasado una hora.
Y entonces…
Pasos.
Lucy concentró toda su atención, mientras miraba la puerta. Estaba furiosa. Y esperanzada. Y nerviosa. Y…
Dios Santo, no quería poseer tantas emociones simultáneas. Una a la vez, era todo lo que podía manejar. Quizás dos.
El pomo de la puerta se giró, y la puerta fue tirada hacia atrás, y…
¿Tirada? Lucy tenía aproximadamente un segundo para notar el error en eso. Gregory no le daría tirones a la puerta para abrirla. Él le daría…
– ¿Tío Robert?
– Tú -dijo, su voz era baja y furiosa.
– Yo…
– Pequeña prostituta -ladró él.
Lucy se encogió. Sabía que él no sentía ningún afecto por ella, pero aún así, eso le dolió.
– No entiendes -dijo ella bruscamente, porque no tenía idea de lo que iba a decir, y se negaba -se negaba absolutamente a decir: «lo siento».
Estaba harta de disculparse. Harta.
– Oh, ¿de verdad? -le gritó él, agachándose para ponerse a su nivel-. ¿Qué no entiendo? ¿Esa parte sobre escapar de tu boda?
– No escapé -le espetó ella-. ¡Fui raptada! ¿O es que no te has dado cuenta que estoy atada en el baño?
Sus ojos se entrecerraron amenazadoramente. Y Lucy empezó a sentirse asustada.
Se echó para atrás, conteniendo el aliento. Le había temido a su tío -a su temperamento hostil, a su fría y llana mirada de desdén- por mucho tiempo.
Pero nunca se había sentido asustada.
– ¿Dónde está? -le exigió su tío.
Lucy no fingió no comprenderlo.
– No lo sé.
– ¡Dímelo!
– ¡No lo sé! -protestó ella-. ¿Crees que me hubiera atado si hubiera confiado en mí?
Su tío se puso de pies y maldijo.
– Esto no tiene sentido.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó Lucy cuidadosamente. No estaba segura de lo que estaba pasando, y de quien iba a ser esposa, al final del día proverbial, pero estaba bastante segura de que debía intentar ganar tiempo.
Y no decir nada. Nada de importancia.
– ¡Esto! ¡Tú! -ladró su tío-. ¿Por qué te raptaría y te dejaría aquí, en Fennsworth House?
– Bueno -dijo Lucy despacio-. No creo que pudiera sacarme sin que nadie me viera.
– Él tampoco podría entrar a la fiesta sin que nadie lo viera.
– No estoy segura de lo qué quieres decir.
– ¿Cómo -le exigió su tío, apoyándose hacia abajo, y poniendo su cara demasiado cerca de la suya-, hizo para agarrarte sin tu consentimiento?
Lucy soltó un corto resoplido. La verdad era fácil. E inocua.
– Fui a mi cuarto a acostarme -dijo ella-. Él estaba esperando allí por mí.
– ¿Él sabía cual era tu cuarto?
Ella tragó saliva.
– Aparentemente.
Su tío la miró, en un momento incómodamente largo.
– Las personas han empezado a notar tu ausencia -murmuró él.
Lucy no dijo nada.
– Aunque, eso no puede evitarse.
Ella parpadeó. ¿De qué estaba hablando?
Él negó con la cabeza.
– Es el único camino.
– ¿Dis… discúlpame? -y entonces comprendió, que no estaba hablando con ella. Estaba hablando consigo mismo.
– ¿Tío Robert? -susurró ella.
Pero él ya estaba cortando sus ataduras.
¿Cortando? ¿Cortando? ¿Por qué tenía él un cuchillo?
– Vamos -gruñó.
– ¿De regreso a la fiesta?
Él soltó una pequeña sonrisa.
– Eso te gustaría, ¿verdad?
El pánico comenzó a crecer en su pecho.
– ¿A dónde me llevas?
Le dio un tirón para ponerla de pies, envolviendo uno de sus brazos fuertemente, alrededor de ella.
– A tu esposo.
Ella consiguió apartarse lo suficiente para mirarlo a la cara.
– ¿A mi… Lord Haselby?
– ¿Acaso tienes otro marido?