– Él es un secretario -dijo Lucy.
– Ya lo sé.
– Un secretario -repitió Lucy, aunque habían tenido esa misma conversación muchas veces-. El secretario de tu padre.
Hermione había tomado la carta nuevamente, en un esfuerzo por ignorar a Lucy, pero finalmente se rindió y la bajó, confirmando las sospechas de Lucy de que hace mucho tiempo había terminado y estaba ahora en su primera, o posiblemente su segunda, releída.
– El Sr. Edmonds es un hombre bueno y honorable -dijo Hermione, con los labios fruncidos.
– Estoy segura que lo es -dijo Lucy-. Pero no puedes casarte con él. Tu padre es un vizconde. ¿Acaso crees que permitirá que su única hija se case con un secretario sin dinero?
– Mi padre me ama -murmuró Hermione, pero su voz no estaba precisamente llena de convicción.
– No estoy tratando de disuadirte de que hagas un mejor partido -empezó Lucy-. Pero…
– Eso es exactamente lo que estás intentando hacer -la cortó Hermione.
– En absoluto. Es solo que no veo por qué no puedes tratar de enamorarte de alguien que tus padres puedan aprobar.
La preciosa boca de Hermione dibujó una línea de frustración.
– Tú no entiendes.
– ¿Qué es lo que hay que entender? ¿No crees que tu vida pueda ser más fácil si te enamoras de alguien más conveniente?
– Lucy, nosotros no escogemos a la persona de la cual nos enamoramos.
Lucy cruzó los brazos.
– No veo por qué no.
Hermione dejó caer la boca literalmente.
– Lucy Abernathy -dijo-. Tú no entiendes nada.
– Sí -dijo Lucy secamente-. Ya lo habías mencionado.
– ¿Cómo crees que puede ser posible que una persona puede elegir de quien se enamora? -dijo Hermione apasionadamente, aunque no tan apasionadamente lo que la obligó a incorporarse de su posición semireclinada en la cama-. Uno no escoge. Solo pasa. En un instante.
– Ahora, eso yo no lo creo -contestó Lucy, y agregó, porque no pudo resistirse-: No en un instante.
– Bien, pues sucede -insistió Hermione-. Lo sé, porque a mí me sucedió así. Y no estaba buscando enamorarme.
– ¿No lo estabas haciendo?
– No. -Hermione la miró-. No lo estaba. Tenía todas las intenciones de encontrar un esposo en Londres. En verdad, ¿Quién hubiera esperado que yo encontraría a alguien en Fenchley?
Decir eso con esa clase de desdén, solo podría lograrlo un nativo Fenchleyan.
Lucy puso los ojos en blanco e inclinó la cabeza a un lado, esperando que Hermione siguiera con eso.
Lo cual Hermione no parecía apreciar.
– No me mires así -la cortó.
– ¿Cómo?
– Así.
– Te repito, ¿Cómo?
Toda la cara de Hermione se contrajo.
– Sabes exactamente que es lo que te estoy diciendo.
Lucy se golpeó con una mano en la cara.
– Oh -jadeó-. Luces exactamente como tu madre.
Hermione se retiró con la afrenta.
– Eso fue duro de tu parte.
– ¡Tu madre es encantadora!
– No cuando tiene toda la cara arrugada.
– Tu madre es encantadora aunque tenga la cara arrugada -dijo Lucy, intentando acabar con el asunto-. Ahora, ¿vas a hablarme del Sr. Edmonds o no?
– ¿Planeas burlarte de mí?
– Claro que no.
Hermione levantó las cejas.
– Hermione, te prometo que no me burlaré de ti.
Hermione todavía parecía dudosa, pero dijo:
– Muy bien. Pero si lo haces…
– Hermione.
– Como te dije -dijo ella, dándole a Lucy una mirada de advertencia-. No esperaba encontrar el amor. Ni siquiera sabía que mi padre había contratado a un nuevo secretario. Simplemente estaba caminando en el jardín, decidiendo que rosas deseaba cortar para la mesa, y entonces… Lo vi.
Dijo eso con suficiente drama para garantizar un rol en la escena.
– Oh, Hermione -suspiró Lucy.
– Dijiste que no te burlarías de mí -dijo Hermione, y apuntó con un dedo en su dirección, lo cual dejó a Lucy lo suficientemente fuera de rol, por lo que tuvo que tranquilizarse.
– Ni siquiera le vi la cara al principio -continuó Hermione-. Solo vi la parte de atrás de su cabeza, la manera en la que su cabello se rizaba en el cuello de su chaqueta. -Entonces suspiró. Realmente suspiró mientras se volvía hacia Lucy con la más patética de las expresiones-. Y el color. Verdaderamente, Lucy, ¿has visto un color tan espectacularmente rubio?
Considerando el número de veces que Lucy había tenido que escuchar a los caballeros haciendo la misma declaración sobre el pelo de Hermione, pensó que era mejor no hacer ningún comentario.
Pero Hermione no lo hizo. Ni de cerca.
– Entonces él se volvió -dijo-. Y vi su perfil, y te juro que es como si hubiera escuchado música.
A Lucy le habría gustado señalar que el conservatorio Watson estaba localizado justo al lado del jardín de las rosas, pero contuvo su lengua.
– Y entonces él se volvió -dijo Hermione, con su voz creciendo suavemente y en los ojos esa expresión de Estoy-memorizando-un-soneto-de amor-. Y todo lo que pude pensar es: Estoy arruinada.
Lucy jadeó.
– No digas eso. Ni siquiera lo menciones.
La ruina no era la clase de cosas que una joven dama debía mencionar a la ligera.
– No arruinada de arruinada -dijo Hermione con impaciencia-. Cielo Santo, Lucy, estaba en el jardín de las rosas, ¿me has estado escuchando? Pero sabía, yo sabía que estaba arruinada para los demás hombres. Nunca habría otros para comparar.
– ¿Y supiste todo eso con solo verle la nuca? -preguntó Lucy.
Hermione le disparó una expresión sumamente irritada.
– Y su perfil, pero ese no es el punto.
Lucy esperó pacientemente por el punto, aunque estaba bastante segura de que no sería uno con el cual estaría de acuerdo. O probablemente ni siquiera lo entendería.
– El punto es -dijo Hermione, su voz era tan suave que Lucy tuvo que inclinarse para poder escucharla-, que posiblemente no puedo ser feliz con él. No es posible.
– Bien -dijo Lucy despacio, porque no estaba precisamente segura de cómo debía agregar eso-. Te ves feliz ahora.
– Eso es porque él está esperando por mí. Y -Hermione levantó la carta-, me dijo que me ama.
– Oh Dios -dijo Lucy para sí misma.
Hermione la debió haber escuchado, porque su boca se apretó, pero no dijo nada. Ambas se quedaron allí, en sus respectivos lugares, durante un completo minuto y entonces Lucy se aclaró la garganta y dijo:
– Ese agradable Sr. Bridgerton parecía estar interesado en ti.
Hermione se encogió de hombros.
– Él es el hijo más joven, pero creo que tiene una buena posición. Y ciertamente es de una excelente familia.
– Lucy, te dije que no estoy interesada.
– Bueno, él es muy guapo -dijo Lucy, quizás un poco más enfáticamente de lo que debía.
– Persíguelo, entonces -le replicó Hermione.
Lucy la miró sobresaltada.
– Tú sabes que no puedo. Estoy prácticamente comprometida con Lord Haselby.
– Prácticamente -le recordó Hermione.
– También podría ser oficial -dijo Lucy. Y era verdad. Su tío había discutido ese asunto con el Conde de Davenport, el padre del vizconde de Haselby, años atrás. Haselby tenía diez años más que Lucy, y todos estaban esperando simplemente a que ella creciera.
Lo cual, se suponía ya había hecho. Seguramente la boda no estaría ahora demasiado lejana.
Y era un buen partido. Haselby era un compañero absolutamente agradable. No le hablaba como si fuera una idiota, parecía ser muy amable con los animales, y su apariencia era lo suficientemente agradable, aun cuando su pelo estaba comenzando a escasear. Claro, Lucy solo se había encontrado con su futuro esposo tres veces, pero todos sabían que las primeras impresiones eran sumamente importantes y normalmente daban en el blanco.