En un parpadeo, el tío de Lucy movió el arma de su estómago hacia su cuello.
– Se da cuenta de lo que dice -chasqueó.
Gregory se puso pálido y retrocedió un paso.
Y entonces todos lo escucharon.
Un ruido de pasos. Corriendo rápidamente por el vestíbulo.
– Suelte el arma -dijo Gregory-. Solo tiene un momento antes de que…
La puerta se llenó de personas. Richard, Haselby, Davenport, Hermione- todos irrumpieron, sin saber que se estaba llevando a cabo una confrontación mortal.
El tío de Lucy retrocedió, apuntando con el arma ferozmente hacia todos ellos.
– ¡Salgan! ¡Todos ustedes! -sus ojos se encendieron como los de un animal acorralado, y su brazo se movió de un lado a otro, sin apuntar directamente sobre nadie.
Pero Richard avanzó.
– Bastardo -siseó-. Te veré en…
Un arma fue disparada.
Gregory miró con horror como Lucy caía en el piso. Un lamento gutural salió de su garganta; y levantó su propia arma.
Apuntó.
Disparó.
Y por primera vez en la vida, dio en el blanco.
Bueno, casi.
El tío de Lucy no era un hombre grande, pero no obstante, cuando aterrizó sobre ella, la hirió. El aire salió completamente de sus pulmones, dejándola boquiabierta y ahogada, cerró los ojos del dolor.
– ¡Lucy!
Era Gregory, mientras quitaba a su tío de encima de ella.
– ¿Dónde estás herida? -exigió él, y sus manos estaban por todas partes, sus movimientos eran frenéticos, mientras buscaba una herida.
– No estoy… -luchó por respirar-. Él no… -logró mirar su pecho. Estaba cubierto con sangre-. Oh, cielos.
– No puedo encontrarla -dijo Gregory. La tomó por la barbilla, posicionando su cara para que lo mirara directamente a los ojos.
Y ella casi no lo reconocía.
Sus ojos… sus hermosos ojos color avellana… parecían perdidos, casi vacíos. Y parecía llevarse cualquier cosa que lo hacía ser él… él.
– Lucy -dijo él, su voz estaba ronca con la emoción-. Por favor. Háblame.
– No estoy herida -consiguió decir ella finalmente.
Sus manos se helaron.
– La sangre.
– No es mía. -Levantó la mirada hacia él y llevó su mano hasta su mejilla. Él estaba temblando. Oh, Dios santo, estaba temblando. Nunca lo había visto así, nunca imaginó que él podía ser llevado hasta ese punto.
La expresión de sus ojos, ahora lo comprendía. Había sido terror.
– No estoy herida -susurró ella-. Por favor… no… todo está bien, querido. -No sabía lo que estaba diciendo; solo quería consolarlo.
Su respiración era irregular, y cuando habló, sus palabras eran rotas, inacabadas.
– Yo pensé… yo… yo no sé que pensé.
Algo mojado tocó su dedo, y ella lo apartó suavemente.
– Ya todo ha terminado -dijo ella-. Todo ha terminado, y…
Y de repente se dio cuenta de la presencia de las demás personas en el cuarto.
– Bueno, creo que ha terminado -dijo ella dudosamente, mientras se sentaba. ¿Su tío estaba muerto? Sabía que le habían disparado. Gregory o Richard, no sabía quien había sido. Los dos habían disparado sus armas.
Pero el tío Robert no estaba mortalmente herido. Se había alejado a un lado del cuarto y se sostenía contra la pared, asiendo su hombro y mirando hacia delante con una expresión de derrota.
Lucy frunció el ceño hacia él.
– Tienes suerte de que no sea un buen tirador.
Gregory hizo un sonido de resoplido bastante extraño.
En la esquina, Richard y Hermione estaban abrazados, pero ambos parecían ilesos. Lord Davenport estaba bramando sobre algo, no estaba segura de qué, y Lord Haselby -Dios santo, su esposo- estaba apoyado ociosamente contra la jamba de la puerta, mirando la escena.
Él llamó su atención y sonrió. Solo un poco. No se le veía ni un diente, por supuesto; nunca sonreía ampliamente.
– Lo siento -dijo ella.
– No lo haga.
Gregory se incorporó al lado de ella, envolviendo un brazo protectoramente sobre su hombro. Haselby observó la escena con patente entretenimiento, y quizás también con un toque de placer.
– ¿Todavía desea la anulación? -preguntó él.
Lucy asintió con la cabeza.
– Mañana tendré los papeles preparados.
– ¿Está seguro? -preguntó Lucy, preocupada. Él era un hombre encantador, de verdad. No quería que su reputación quedara arruinada.
– ¡Lucy!
Ella se volvió rápidamente hacia Gregory.
– Lo siento. No quise… yo solo.
Haselby le hizo un gesto con la mano.
– Por favor no se preocupe. Posiblemente es lo mejor que podría pasar. Los tiroteos, chantajes, traición… Nadie me verá a mí, como la causa de la anulación.
– Oh. Bien, eso es bueno -dijo Lucy sonriente. Se puso de pies porque, bueno, parecía ser lo educado, dado lo generoso que estaba siendo-. ¿Pero aún no desea tener una esposa? Porque puedo ayudarlo a encontrar una, una vez esté establecida, claro está.
Gregory puso los ojos en blanco.
– Dios santo, Lucy.
Ella lo observaba mientras se ponía de pie.
– Siento que debería hacer algo bien. Él pensó que estaba consiguiendo una esposa. En cierto modo, esto no es precisamente justo.
Gregory cerró los ojos por un buen rato.
– Es algo muy bueno que te ame tanto -dijo él fatigadamente-. Porque de otro modo, tendría que ponerte un bozal.
Lucy estaba boquiabierta.
– ¡Gregory! -y después-. ¡Hermione!
– ¡Lo siento! -dijo Hermione, con una mano colocada aún sobre su boca para silenciar su risa-. Pero ustedes hacen buena pareja.
Haselby se paseó por el cuarto y le dio un pañuelo al tío de Lucy.
– Querrá ser fiel a eso -murmuró él. Se volvió hacia Lucy-. En realidad no quiero una esposa, como estoy seguro usted es consciente. Pero supongo que debo encontrar alguna manera de procrear o el título irá parar a las manos de mi odioso primo. Lo cual sería una vergüenza, de verdad. La Cámara de los Lores seguramente elegiría disolverse si alguna vez él decide ocupar su escaño.
Lucy solo lo miró y pestañeó.
Haselby sonrió.
– Así que, sí, le agradecería si encuentra a alguien conveniente.
– Claro -murmuró ella.
– También necesitarás mi aprobación -dijo Lord Davenport tajantemente, marchando hacia delante.
Gregory se volvió hacia él sin simular su aversión.
– Usted -ladró él-, puede callarse. Inmediatamente.
Davenport retrocedió enfadado.
– ¿Tiene alguna idea de a quien le está hablando, pequeño cachorro?
Los ojos de Gregory se entrecerraron y se incorporó.
– A un hombre en una posición muy precaria.
– ¿Qué dice?
– Usted cesará su chantaje inmediatamente -dijo Gregory.
Lord Davenport señaló con su cabeza al tío de Lucy.
– ¡Él era un traidor!
– Y usted eligió no delatarlo -chasqueó Gregory-, lo cual, imagino que el rey encontrará igualmente recriminable.
Lord Davenport se tambaleó como si algo lo hubiera golpeado.
Gregory continuó, y puso a Lucy a su lado.
– Usted -le dijo al tío de Lucy-, se marchará del país. Mañana. Y no regresará.
– Pagaré su pasaje -soltó Richard-. Nada más.
– Usted es más generoso de lo que yo habría sido -murmuró Gregory.
– Quiero que se marche -dijo Richard en voz firme-. Si puedo acelerar su partida, estoy contento de correr con el gasto.
Gregory se volvió hacia Lord Davenport.
– Usted nunca dirá una palabra de esto. ¿Me entiende?
– Y usted -dijo Gregory, mientras se volvía hacia Haselby-. Gracias.
Haselby le hizo su reconocimiento con una inclinación cortés.