– Lo siento -dije-. Me está costando un poco enfrentarme a todo esto…, bisabuelo. -No recordaba a mis bisabuelos humanos. Mis abuelos (sí, de acuerdo, ya sé que uno de ellos no era en realidad mi abuelo) no tenían en absoluto el aspecto de aquella bella criatura, ni actuaban como él. El abuelo Stackhouse murió dieciséis años atrás, y los padres de mi madre habían muerto antes de que yo alcanzara la adolescencia. Pero había conocido a mi abuela Adele mucho mejor que a cualquiera de los demás, de hecho, mucho mejor que a mis verdaderos padres.
– Una pregunta -dije-. ¿Cómo es que Eric ha venido a buscarme para traerme aquí? Al fin y al cabo, usted es un hada. Los vampiros se vuelven locos cuando huelen a hada.
De hecho, la mayoría de los vampiros perdía su autocontrol si estaba cerca de un hada. Sólo un vampiro muy disciplinado podía comportarse como es debido teniendo un hada al alcance de su olfato. A mi hada madrina, Claudine, le aterrorizaba estar cerca de un chupasangre.
– Puedo anular mi olor -dijo Niall-. Pueden verme, pero no olerme. Es una magia muy práctica. Como habrás podido observar, puedo hacer que los humanos ni siquiera se percaten de mi presencia.
Tal como me dijo aquello, me hizo intuir que no sólo era muy viejo y muy poderoso, sino que además era muy orgulloso.
– ¿Fue usted quién me envió a Claudine? -dije.
– Sí, y espero que te haya sido de utilidad. Sólo la gente que tiene sangre de hada puede mantener esa relación con un hada. Sabía que la necesitabas.
– Oh, sí, me salvó la vida -dije-. Ha sido maravillosa. -Incluso me había llevado de compras-. ¿Son todas las hadas tan agradables como Claudine, o tan bellas como su hermano?
Claude, stripper masculino y ahora empresario emprendedor, era guapísimo, aunque tenía la personalidad de un nabo engreído.
– Los humanos nos encuentran a todos muy bellos, aunque haya hadas que pueden resultar realmente desagradables.
Muy bien, ahora venía la parte mala. Tenía la fuerte sensación de que descubrir que tenía un bisabuelo que era un hada de pura sangre era una buena noticia, desde el punto de vista de Niall, pero que este asunto no iba a ser del todo una perita en dulce. Ahora llegaba la parte de las malas noticias.
– Han pasado muchos años sin que te encontrara -dijo Niall-, en parte porque éste era el deseo de Fintan.
– ¿Y él me vigilaba? -Casi sentía calor en el corazón de imaginármelo.
– Mi hijo estaba arrepentido de haber condenado a dos hijos a esta existencia medio sí, medio no que él había vivido como hada aunque no fuera realmente un hada. Me temo que los de nuestra raza no se portaron bien con él. -Mi bisabuelo tenía la mirada fija al frente-. Hice todo lo posible por defenderlo, pero no fue suficiente. Fintan descubrió además que no era lo bastante humano como para pasar por tal; sólo podía parecerlo durante un breve tiempo.
– ¿Normalmente no es así? -pregunté con mucha curiosidad.
– No. -Y sólo por una décima de segundo, vi una luz casi cegadora y a Niall en medio de ella, bello y perfecto. No es de extrañar que Einin creyera que era un ángel.
– Claudine me contó que está tratando de ascender en la escala -dije-. ¿Qué significa eso? -No sabía muy bien qué decir. Me sentía apabullada con tanta información y me esforzaba para mantenerme emocionalmente en pie, aunque creo que con escaso éxito.
– No debería haberte contado eso -dijo Niall. Mantuvo un debate interno de un par de segundos antes de continuar-. Los cambiantes son humanos con una variación genética, los vampiros son humanos muertos transformados en otra cosa, pero lo único que tenemos las hadas en común con los humanos es nuestra forma básica. Existen muchos tipos de hadas: desde los seres grotescos, como los duendes, hasta los más bellos, como nosotros. -Y eso lo dijo con total naturalidad.
– ¿Existen los ángeles?
– Los ángeles son una forma más, una forma que ha experimentado una transformación casi completa, física y moral. Convertirse en ángel puede llevar cientos de años.
Pobre Claudine.
– Pero basta ya de todo esto -dijo Niall-. Quiero saber cosas de ti. Mi hijo me mantuvo apartado de tu padre y de tu tío, y luego de sus hijos. Su muerte llegó demasiado tarde para que me diera tiempo a conocer a tu prima Hadley. Pero ahora puedo verte y tocarte. -Lo que, por cierto, Niall estaba haciendo de una manera que no era exactamente humana: cuando su mano no cogía la mía, estaba posada sobre mi hombro o en mi espalda. No es precisamente que los humanos nos relacionemos así, pero no me molestaba. No al menos como cabría imaginar, pues ya me había dado cuenta de que a Claudine también le gustaba mucho el contacto físico. Y teniendo en cuenta que con las hadas no podía establecer vibraciones telepáticas, a mí me resultaba tolerable. Con un ser humano normal, habría recibido un bombardeo de pensamientos, pues el contacto físico aumentaba mi sensibilidad telepática.
– ¿Tuvo Fintan más hijos o nietos? -pregunté. Estaría bien tener más familia.
– De eso ya hablaremos más adelante -dijo Niall, lo que supuso de inmediato una señal de alerta-. Ahora que me conoces un poco -dijo-, cuéntame, por favor, qué puedo hacer por ti.
– ¿Por qué debería hacer algo por mí? -pregunté. Ya habíamos tenido la conversación del genio. No pensaba volver a ello.
– Adivino que tu vida ha sido dura. Ahora que puedo verte, permíteme que te ayude de alguna manera.
– Me envió a Claudine. Ha sido una gran ayuda -repetí. Sin el apoyo de mi sexto sentido, me costaba comprender el conjunto emocional y mental de mi bisabuelo. ¿Lloraba la muerte de su hijo? ¿Cómo había sido en realidad la relación entre ellos? ¿Pensaría Fintan que estaba haciendo una buena obra manteniendo a su padre alejado de los Stackhouse durante todos aquellos años? ¿Sería malo Niall o tendría malas intenciones con respecto a mí? De haberlo querido, podría haberme hecho cualquier cosa terrible desde lejos sin tomarse la molestia de conocerme y pagar una cena cara.
– No quiere explicar nada más, ¿verdad?
Niall negó con la cabeza, haciendo que su pelo, hebras de oro y plata de una exquisitez increíble, le rozara los hombros.
Tuve entonces una idea.
– ¿Podría encontrar a mi novio? -pregunté esperanzada.
– ¿Tienes un hombre? ¿Además del vampiro?
– Eric no es mi hombre, pero como he tomado su sangre unas cuantas veces, y él ha tomado la mía…
– Por eso te he abordado a través de él. Tienes un vínculo con él.
– Sí.
– Conozco a Eric Northman desde hace mucho tiempo. Pensé que vendrías si él te lo pedía. ¿Hice mal?
Su pregunta me tomó por sorpresa.
– No, señor -respondí-. No creo que hubiera venido de no haberme advertido él que todo iría bien. Y él no me habría traído de no haber confiado en usted… No creo, al menos.
– ¿Quieres que lo mate? ¿Que acabe con ese vínculo?
– ¡No! -dije, excitada pero en sentido negativo-. ¡No!
Algunos comensales se volvieron por primera vez hacia nosotros al oír mi agitación a pesar de la influencia para que «no miraran» que ejercía sobre ellos mi bisabuelo.
– Cuéntame de tu otro novio -dijo Niall, y comió un poco más de su salmón-. ¿Quién es y cuándo desapareció?
– Es Quinn, el hombre tigre -dije-. No sé nada de él desde la explosión de Rhodes. Resultó herido, pero lo vi aquel mismo día.
– Sí, he oído hablar sobre el atentado del Pyramid -dijo Niall-. ¿Estabas allí?
Se lo conté, y mi recién descubierto bisabuelo me escuchó con una refrescante ausencia de crítica. No se mostró ni horrorizado ni atónito, ni sintió lástima por mí. Me gustó aquello.
Aproveché mientras iba hablando para reagrupar mis emociones.
– ¿Sabe qué? -dije cuando se produjo una pausa natural-. No busque a Quinn. Él sabe de sobra dónde estoy y tiene mi número de teléfono. Aparecerá cuando intuya que puede hacerlo, me imagino. O no.