Aunque Maggie estaba encantada de que el ama de llaves de toda la vida de los King se hubiera puesto de su parte, se sintió obligada a salir en defensa de Justice.
– La verdad es que Justice no sabía que estaba embarazada.
– Lo habría sabido si su cabezonería no le hubiera impedido ir a buscarte la primera vez -contestó el ama de llaves con decisión. -Si lo hubiera hecho, tú habrías pasado el embarazo aquí y yo no tendría que haber esperado tanto para conocer a esta ricura.
Lo cierto era que habría sido muy agradable poder pasar el embarazo en casa, rodeada de amor y de cuidados en lugar de sola, en el piso que tenía a media hora de Long Beach.
Menos mal que había tenido a su familia.
– No me puedo creer que pasaras el embarazo completamente sola -murmuró Bella pasándose las manos por la tripa. -Yo no sé qué haría sin Jesse.
– No fue fácil -admitió Maggie sirviéndole a Bella otro vaso de limonada y volviéndose a sentar.
Mientras miraba a Jonas, que estaba cómodamente tumbado en el regazo de la señora Carey, tomándose el biberón, Maggie recordó aquellos meses. Había echado mucho de menos a Justice. Había estado a punto de llamarlo muchas veces, pero su orgullo se lo había impedido.
– Tuve a mi familia -comentó recordando que no había estado completamente sola.
Además, no quería que aquellas mujeres se apiadaran de ella y, para ser completamente sincera, aunque era verdad que lo había pasado muy mal por no tener a Justice a su lado, el embarazo no había sido todo tristeza.
– Menos mal -comentó Bella.
– Mis padres viven en Arizona, pero me llamaban por teléfono constantemente y me ayudaron mucho. Mis dos hermanas se portaron de maravilla- añadió sonriendo al recordar. -Mi hermana Mary Theresa estuvo en el parto conmigo. No sé qué habría hecho sin ella.
– Me alegro de que no estuvieras sola, pero a una mujer le hace falta su marido al lado cuando va a nacer un hijo -comentó la señora Carey.
– Me habría encantado contárselo, de verdad, pero Justice me había dicho muchas veces que no quería tener hijos -contestó Maggie.
– Es de locos -protestó la señora Carey. -No entiendo cómo puede decir eso viniendo de esta familia, una familia con cuatro hijos. ¿Por qué no querrá tener hijos? Sobre todo, un hijo tan maravilloso como éste -se lamentó el ama de llaves besando a Jonas en la frente.
Maggie le sonrió encantada de que su hijo tuviera una abuela postiza que lo mimara.
– Yo tampoco lo entiendo, pero él lo tiene muy claro, así que no podía presentarme aquí embarazada como si tal cosa, y además…
– Querías que te quisiera por ti y no por el bebé -aventuró Bella.
– Exacto -suspiró Maggie.
Acababa de conocer a Bella King, pero tenía la sensación de que podrían ser grandes amigas. Claro que eso no iba a suceder porque, en cuanto Justice se pusiera bien, ella se iría de nuevo.
Y aquella vez sería para siempre.
Jamás volvería si Justice le daba la espalda a su hijo.
Maggie miró a su alrededor apesadumbrada. Los rayos del sol se colaban por las ventanas y se reflejaban en los muebles, el ambiente olía a flores recién cortadas y lo único que se oía eran los ruiditos que hacía Jonas al beberse su biberón.
– Te entiendo perfectamente -comentó Bella. -Si a mí me hubiera pasado algo parecido, habría hecho exactamente lo mismo que tú. Jesse me ha dicho muchas veces lo felices que su hermano y tú erais. La verdad es que se sorprendió mucho cuando os separasteis.
– No fue el único -contestó Maggie sintiendo unas terribles ganas de llorar, pero consiguiendo mantener las lágrimas a raya. -Siempre creí que Justice y yo envejeceríamos juntos, pero es tan…
– ¿Cabezota y obstinado? -opinó la señora Carey.
– Sí, eso lo define bien -se rió Maggie.
– Jesse también es así -comentó Bella procediendo a describir la vida actual con su marido, que apenas le permitía pasear por el salón sin acompañarla.
A continuación, les contó que su marido había puesto un sofá en su despacho de King Beach para que se echara la siesta todas las tardes.
Maggie la escuchaba intentando ocultar el dolor que se estaba apoderando de ella y la envidia que envolvía su corazón por lo que Bella compartía con su marido. Jesse había entrado dos veces en media hora para asegurarse de que su esposa estaba bien.
Maggie supuso que todo el embarazo de su cuñada habría sido así, que su marido habría estado pendiente de ella en todo momento y no pudo evitar recordar cómo había sido el suyo. Era cierto que sus padres y sus hermanas la habían ayudado, pero Justice no había estado a su lado, no había podido permitirse el lujo de quedarse en la cama junto al padre de su hijo, soñando con el futuro de su bebé. No había podido compartir con él la emoción de una nueva ecografía, no había podido agarrarle la mano y ponérsela sobre la tripa para que sintiera moverse a Jonas.
Los dos se habían perdido muchas cosas. Tal vez, tendría que haber vuelto en cuanto se había enterado de que estaba embarazada. Tal vez tendría que haberle dado a Justice la oportunidad de conocer a su hijo, pero había estado segura de que no serían bienvenidos ninguno de los dos y, francamente, el comportamiento actual de Justice confirmaba sus sospechas.
Sin embargo, Maggie recordó la mirada que Justice le había dedicado a Jonas hacía menos de una hora, cuando se lo había puesto en el regazo. Lo había mirado con una ternura inesperada y con una mezcla de sorpresa y prudencia.
Tal vez, si hubiera insistido un poco más en el momento… Ahora ya era demasiado tarde y jamás lo sabría.
– ¿Estás bien, cariño?
La voz de la señora Carey sacó a Maggie de sus pensamientos. Al instante, miró a Bella, cuyo rostro se retorcía en una mueca de dolor.
– Estoy bien -les aseguró la joven tomando aire. -Es que me duele mucho la espalda. Llevo así todo el día. Supongo que es por el peso.
– ¿Te duele la espalda? -le preguntó Maggie.
– ¿Y llevas así todo el día? -le preguntó la señora Carey.
– Sí, pero seguro que tomándome una galleta más se me pasa -contestó Bella todavía con dolor en el rostro.
– ¿Y cuándo sales exactamente de cuentas? -insistió Maggie.
– Todavía me quedan dos semanas -contestó Bella gimiendo de dolor al alargar el brazo para agarrar otra galleta.
Maggie y la señora Carey se miraron de manera cómplice.
– Estás loco -comentó Jesse. -Lo sabes, ¿verdad? -añadió dándole un buen trago a la cerveza, estirando las piernas y cruzando un tobillo sobre el obro.
Justice miró a su hermano pequeño y vio que sacudía la cabeza, disgustado. Hacía mucho calor y se habían instalado en el porche a tomar algo fresco.
Maggie, Bella y la señora Carey estaban dentro, ocupándose de Jonas y hablando sobre el bebé de bella.
Justice frunció el ceño y dio también un largo trago a su cerveza. Maggie y él ya estaban legalmente separados cuando Bella y su hermano habían comenzado su relación, pero Bella y Maggie se habían caído bien instantáneamente. Parecían amigas de toda la vida.
– ¿Yo? -se rió Justice. -No entiendo por qué dices que estoy loco. No soy yo el que va por ahí paseando a mi embarazadísima mujer cuando debería estar en casa.
– Bella no quiere quedarse en casa, se pone nerviosa y, además, estamos a sólo cuarenta minutos del hospital, así que no cambies de tema.
– Veo que te has dado cuenta.
Jesse sonrió.
– Bien, chico listo. Pues no te metas en donde no te llaman -le advirtió Justice.
– ¿Desde cuándo un King ha dejado de meterse donde le da la gana?
Justice sabía que era cierto.
– Mira, me ha llamado Jeff y me ha dicho que había contratado a Maggie, así que sabiendo que estaba aquí he decidido traer a Bella para que conociera a su cuñada. No sabía que también iba a estar tu hijo.
– No es mi hijo.