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– Estás tan concentrado en mostrarte cabezota que no ves lo que tienes delante -se rió Jesse.

– No pienso hablar de esto contigo, Jesse.

– Perfecto. Hablaré yo. Tú limítate a escuchar.

En aquel momento, una nube cubrió el sol y el palio quedó sumido en la penumbra, lo que hizo que la temperatura bajara de repente. Justice frunció el ceño, pero Jesse no se dio por aludido, se incorporó, apoyó los antebrazos en los muslos y miró fijamente a su hermano.

– Creía que lo que tenías mal era la pierna, no los ojos.

– ¿Qué quiere decir eso? -le preguntó Justice.

– Quiere decir, tonto de remate, que Jonas es exactamente igual que tú y que tienes que estar muy ciego para no darte cuenta.

– El hecho de que tenga el pelo negro y los ojos azules no quiere decir que sea hijo mío.

– Es más que eso, y lo sabes. Tiene el mismo óvalo de cara que tú, la misma nariz, las mismas manos. Maldita sea, Justice, es una copia exacta de ti.

– Es imposible.

– ¿Por qué? ¿Por qué no puede ser hijo tuyo?

Irritado sobremanera, Justice se puso en pie y buscó su odiado bastón. A continuación, dio unos cuantos pasos y se alejó de su hermano, se quedó mirando la rosaleda y le dijo a Jesse lo que jamás le había dicho a nadie.

– Porque no puedo tener hijos.

– ¿Y eso quién lo dice?

Justice se rió. Era de esperar que su hermano no aceptara algo así a la primera.

– Un médico. Me lo dijo después del accidente en el que murieron papá y mamá y en el que yo quedé malherido.

– Nunca has dicho nada.

– ¿Tú lo habrías dicho? -lo increpó Justice.

– No, supongo que no -contestó Jesse poniéndose en pie y avanzando hacia él. -Justice, los médicos se equivocan.

Justice le dio otro trago a la cerveza con la esperanza de que el líquido helado apagara la humillación que sentía por dentro.

– No, te puedo asegurar que con estas cosas no se equivocan.

– Desde luego, eres un idiota.

– Estoy empezando a cansarme de que todos me insultéis -murmuró Justice.

– Es que te lo mereces. ¿Cómo sabes que ese médico no se equivocó? -insistió Jesse. -¿Acaso has pedido una segunda opinión?

– ¿Para qué? ¿Para tener que volver a soportar que me digan lo mismo? No fue fácil la primera vez y no quiero tener que volver a pasar por ello.

Jesse negó con la cabeza.

– Justice, necesitas una segunda opinión -insistió. -¡Siempre pides una segunda opinión cuando se trata de algún animal de tu rebaño! ¿Por qué te la niegas a ti mismo?

Justice se pasó la mano por el rostro y se terminó la cerveza de un trago. No le gustaba tener que defenderse y le gustaba todavía menos saber que su hermano pequeño podía estar en lo cierto.

¿Y si aquel médico se hubiera equivocado? ¿Y si todo hubiera sido un error?

Justice sintió que el corazón se le aceleraba y que la boca se le secaba. De ser así, habría dejado que Maggie saliera de su vida sin ninguna razón y, lo que era todavía peor, habría tenido un hijo al que acaba de conocer.

– No, es imposible que se equivocara -murmuró negándose a aceptar aquella posibilidad. -Es imposible.

– ¿Por qué? -le preguntó Jesse. -¿Porque eso querría decir que has perdido el tiempo con Maggie, que has ignorado a tu propio hijo y te has convertido en el rey de los idiotas?

– Más o menos -contestó Justice apretando los dientes.

– Majestad, debe usted saber que, aunque ese médico pudiera haber estado en lo cierto en su momento, las cosas cambian. Claro que tú no te has molestado en descubrir si algo había cambiado, ¿verdad? Desde luego, Justice, eres un verdadero…

– Idiota, sí, ya lo sé. ¿Te importaría no repetírmelo?

– No te lo aseguro -contestó Jesse sonriendo. -Seguro que me das motivos para volvértelo a llamar.

– No lo dudo. Le acabo de decir a Jeff que preferiría haber sido hijo único.

– ¡Cómo que hubieras podido apañártelas en la vida sin nosotros! -exclamó Jesse dándole una palmada en el hombro. -Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad?

– Tengo la sensación de que me lo vas a decir.

– Efectivamente. Hazte una prueba de paternidad, Justice. Es fácil y rápido y te permitirá saber si ese médico estaba en lo cierto o no.

Una prueba de paternidad.

Sí, seguro que era más fácil que volverse a hacer él todas aquellas insufribles pruebas médicas. Así sabría la verdad.

Justice sintió que se le helaba la sangre en las venas. Si el resultado de la prueba de paternidad sobre Jonas era negativo, tendría que asumir que Maggie le había mentido y que había estado con otro hombre.

Justice se apresuró a apartar aquella posibilidad de su mente.

– Puede que tengas razón.

Jesse se rió.

– Merece la pena venir hasta aquí para verte decir eso.

– Muy gracioso.

– Justice, me parece que tu situación actual no tiene absolutamente nada de gracioso -advirtió su hermano poniéndose serio. -Toma las riendas porque, de lo contrario, vas a perder a Maggie, a tu hijo y todo lo realmente importante. Y, cuando eso suceda, te vas a sentir fatal. Te vas a recriminar para toda la vida haberte comportado como un auténtico canalla y no quiero estar aquí para verlo.

– Me ha quedado claro -comentó Justice, que ya estaba harto de que todo el mundo le diera consejos.

– Fenomenal. ¿Nos tomamos otra cerveza?

– Muy bien…

– Justice!

Justice se giró sorprendido y vio que Maggie estaba de pie en la puerta. -¿Qué pasa?

– Es Bella -contestó Maggie mirando a Jesse. -Se ha puesto de parto.

– ¿Cuánto falta todavía? -le preguntó Justice a Maggie.

Llevaban cinco horas en el hospital y se les estaban haciendo interminables. Era curioso porque cuando ella se había puesto de parto el tiempo se le había pasado volando, pero ahora que estaba sentada sin hacer nada se le antojaba una eternidad.

– Nadie lo sabe -contestó Maggie dejando sobre la mesa una revista de hacía seis meses. -El primer hijo puede tardar desde varias horas a un par de días en nacer.

Justice miró horrorizado a Maggie, que se rió.

La verdad era que había estado nervioso desde el principio, desde que se habían montado los cuatro en una de las furgonetas del rancho y habían salido a la autopista. Había tenido que conducir Justice porque Jesse temblaba de pies a cabeza. Así que había conducido Justice con Maggie a su lado y Jesse y Bella en el asiento de atrás.

En cuanto habían llegado a la maternidad de Irvine, Bella y Jesse habían salido corriendo hacia donde el médico de Bella, al que habían llamado por teléfono, les había indicado. A Maggie y a Justice los habían conducido a la sala de espera más incómoda del mundo. Las sillas estrechas y de respaldo bajo hacían casi imposible sentarse a gusto. Claro que la mayoría de la gente que estaba allí esperando estaba tan nerviosa que apenas se daba cuenta de la incomodidad.

– Justice, siéntate. No sobrecargues la pierna.

– La pierna está bien -mintió Justice.

Maggie sabía que le dolía.

– Siéntate de todas formas. Me estás poniendo nerviosa-insistió.

Justice se quedó mirándola unos instantes y, finalmente, se sentó a su lado. La televisión estaba puesta, sintonizada en un canal que emitía comedias las veinticuatro horas del día y las risas enlatadas junto con las conversaciones en voz baja eran un ruido de fondo agradable. Las paredes estaban pintadas de verde pálido y la alfombra era de muchos colores, seguramente para disimular que era muy vieja. Olía a café quemado, a medicinas y a antiséptico.

– No me gusta nada tener que esperar -murmuró Justice mirando de soslayo hacia la puerta sobre la que se leía Paritorio.

– ¿De verdad? Cualquiera lo diría -contestó Maggie en tono divertido mientras le acariciaba el brazo con aire ausente.

En la sala de espera también había otra pareja, mayor que ellos, que había llegado hacía media hora. La mujer se inclinó hacia delante entusiasmada.