– Vamos a ser abuelos por primera vez. De mi hija, es un niño y lo van a llamar Charlie, como mi marido.
– Enhorabuena -contestó Maggie. -Nosotros vamos a ser tíos.
– ¿A que es maravilloso? -comentó la mujer radiante de felicidad. -Es estupendo poder participar de un milagro así aunque sea de lejos.
Justice se arrebujó incómodo en la silla, pero Maggie lo ignoró.
– Sí, tiene usted toda la razón, es maravilloso -le dijo.
– Aunque la verdad es que esto de esperar es terrible -continuó la futura abuela. -Estaría más tranquila si supiera cómo van las cosas porque…
En aquel momento, una enfermera asomó la cabeza y la mujer se interrumpió.
– ¿El señor y la señora Baker?
– ¡Sí, somos nosotros! -exclamó la mujer poniéndose en pie de un salto. -¿Qué tal está Alison, mi hija?
– Está muy bien -contestó la enfermera. -Me ha dicho que les diga que Charlie quiere verlos.
– ¡Oh, Dios mío! -exclamó la abuela girándose hacia su marido, que también se había levantado, y abrazándolo encantada. -¿Podemos pasar a verlos?
– Claro. Vengan conmigo.
– ¿Y nosotros? -preguntó Justice.
– ¿Cómo? -le preguntó la enfermera.
– Nada, nada -contestó Maggie tomando a Justice de la mano y apretándosela.
– Buena suerte -se despidió la mujer saliendo de la sala de espera.
– ¿Cómo que nada? -se impacientó Justice. -¡Estábamos mucho antes que ellos!
– Aquí las cosas no funcionan así -se rió Maggie.
– Pues deberían -contestó Justice poniéndose en pie y acercándose a la puerta. -Tengo la sensación de que las paredes me están comiendo. Necesito salir de aquí.
– A mí me pasa lo mismo. ¿Damos un paseo? -propuso Maggie.
Durante las siguientes horas, Justice y Maggie se pasearon por los pasillos del hospital y fueron varias veces a la sala de espera de la maternidad, pasaron por la sala de los recién nacidos y se encontraron de nuevo con los Baker, que les señalaron muy orgullosos a su Charlie. Fueron a hablar con las enfermeras por si les decían qué tal estaba Bella, y Maggie llamó al rancho para ver qué tal estaba Jonas con la señora Carey. El ama de llaves le dijo que había bañado al niño, le había dado de cenar y lo había acostado, y le pidió que la llamara en cuanto hubiera nacido el nuevo bebé.
– ¿Y tú cómo lo hiciste? -le preguntó Justice de vuelta en la sala de espera.
– ¿Eh? ¿Cómo hice qué? -contestó Maggie.
– Esto -contestó Justice alzando la mano y señalando la sala de espera, la maternidad y todo lo que representaba. -¿Cómo lo hiciste tú sola?
– No estaba sola -le aclaró Maggie. -Matrice estuvo conmigo todo el rato.
– ¿Tu hermana? Me tendrías que haber llamado a mí. Habría venido.
Había anochecido y las lámparas de la sala de espera no eran muy potentes, así que la estancia estaba casi en penumbra. Gracias a Dios, alguien había apagado el televisor y Justice y Maggie eran los únicos que quedaban. De repente, a Maggie se le antojó que habría agradecido el ruido de fondo de la televisión.
Miró a Justice a los ojos. Le hubiera gustado pensar que habría sido así, que de haberlo llamado para que fuera al hospital él habría ido corriendo para estar a su lado, pero sabía que no habría sido así. Lo sabía en lo más profundo de su corazón.
– No, Justice, no habrías venido -suspiró. -Si te hubiera dicho que iba a tener un hijo tuyo, no me habrías creído. No me crees ahora y no me habrías creído entonces.
Justice se pasó una mano por el pelo, se masajeó la nuca y asintió.
– Tienes razón. Quizás no te hubiera creído, pero habría venido de todas maneras para estar a tu lado.
Maggie agradeció saber que, aunque no hubiera creído que fuera su hijo, Justice habría estado a su lado, pero entonces se planteó algo más.
– ¿Y tú crees que hubiera querido tenerte a mi lado sabiendo que creías que estaba mintiendo? ¿Crees que te habría llamado para que me acompañaras si Jonas fuera hijo de otro?
Justice se quedó mirándola en silencio y los segundos fueron pasando.
– No, no en ambos casos, no a ambas preguntas -contestó sinceramente. -La verdad, Maggie, es que ha sido muy fuerte para mí que te presentaras en el rancho con un niño que dices que es mío.
Maggie estaba harta de defenderse.
– Jonas es hijo tuyo -le aseguró.
Justice se quedó mirándola intensamente hasta que Maggie se revolvió incómoda ante el escrutinio.
– Te tengo que decir una cosa -comentó Justice.
– ¿Qué? -contestó Maggie esperanzada.
¿Iba a admitir Justice por fin que sabía que Jonas era hijo suyo? ¿Le iba a decir que sabía que no le había mentido y que quería que se quedaran en el rancho y formaran una familia?
– ¿El señor y la señora King?
Maggie no se podía creer que los hubieran interrumpido justo en ese momento. Unas horas antes habría recibido encantada la buena nueva, pero ahora… aun así, se puso en pie rápidamente, al igual que Justice, y fue hacia la puerta.
– Somos nosotros -contestó. -¿El niño y Bella están bien?
– Sí, todos están bien, incluso el padre -contestó la enfermera. -Ya se ha repuesto.
– ¿El padre? -se extrañó Justice.
– Sí, se ha mareado un poco en el quirófano -contestó la enfermera.
– ¿Me está diciendo que se ha desmayado? -sonrió Justice pensando en la cantidad de risas que se iba a echar a costa de su hermano.
– Justice… -le advirtió Maggie.
– Los padres quieren que pasen ustedes a conocer al recién llegado -los invitó la enfermera.
– ¿Ha sido niña o niño? -quiso saber Maggie.
– Mejor que se lo diga la madre -contestó la enfermera abriendo la puerta.
Justice y Maggie entraron a una zona en la que dos mujeres a punto de ponerse de parto caminaban lentamente, resoplando, agarradas a sus goteros. Sus maridos les pisaban los talones y les dedicaban palabras de apoyo. En otra habitación había una mujer quejándose y un poco más allá se oían los gritos de un recién nacido.
Maggie sintió la mano de Justice en las lumbares y agradeció aquel gesto tan íntimo. Por lo menos allí seguían siendo una pareja, un equipo, dos personas que habían aguantado horas de espera y estaban a punto de recibir su recompensa.
Cuando llegaron a la habitación de Bella, encontraron a la primeriza exhausta y radiante, apoyada en un montón de almohadas y con una criatura envuelta en una mantita entre los brazos. A su lado estaba Jesse, que todavía estaba pálido y con los ojos vidriosos, pero muy feliz.
Maggie se asomó para verle la carita al bebé y sonrió.
– ¿Niña o niño?
– Niño -contestó Jesse. -Tío Justice, tía Maggie, os presentamos a Joshua -añadió dejando muy claro que iban a seguir con la tradición de poner a los varones de la familia nombres que empezaran por jota.
Justice se acercó para echar un vistazo al último King en llegar al mundo. Maggie sintió su aliento en la mejilla al inclinarse.
– Es precioso, Bella -le dijo Justice a su cuñada. -Menos mal que se parece a ti.
– ¡Eh! -protestó Jesse.
– Anda, tú siéntate, que ya me han dicho que el parto no te ha sentado muy bien -comentó Justice tomándole el pelo a su hermano.
Jesse miró disgustado hacia la puerta abierta y Bella se rió.
– Será bocazas esa enfermera -murmuró Jesse mirando a Justice y haciéndole una señal para indicarle que quería hablar con él a solas.
Una vez alejados y habiéndose cerciorado de que las mujeres no los oían, procedió a hablarle a su hermano mayor.
– Ahora que yo también soy padre, Justice, te digo que Jonas es tu hijo y que no lo eches todo a perder por tu orgullo.
– No me parece el momento para hablar de esto -objetó Justice.