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– Muy bien, pues métete en el agua y grítame -contestó Justice golpeando la superficie con la palma de la mano. -Eso siempre te hizo sentir mejor.

Maggie sonrió, y Justice supo que había ganado.

– No tengo bañador.

– ¿Y qué?

Justice deseaba con todo su corazón, necesitaba verdaderamente, que Maggie se desnudara y se metiera en el agua burbujeante con él.

Maggie tomó aire.

– Está bien, pero sólo un rato, que tengo que ir a cuidar a Jonas.

– Está perfectamente con la señora Carey.

– Ya lo sé, pero es mi hijo y me gusta estar con él -contestó Maggie quitándose los pantalones y revelando unas braguitas de color rosa pálido.

Justice asintió porque no podía hablar. Maggie agarró la camiseta y se la sacó por la cabeza. Llevaba un sujetador a juego con las braguitas. A Maggie siempre le había encantado la lencería… y a él, también.

– ¿No te vas a quitar la ropa interior? -le preguntó Justice al ver que se disponía a meterse en el agua.

– No -contestó Maggie riéndose. -Prefiero no estar desnuda cerca de ti.

Justice sentía la erección contra la tela del bañador y supo que Maggie tenía razón. Maggie se sentó frente a él, suspiró y echó la cabeza hacia atrás.

– Tienes razón, aquí se está de maravilla -comentó.

Las piernas de Maggie, largas y tonificadas, medio flotaban sobre el agua, justo delante de Justice, que sintió que la boca se le hacía agua. Se apresuró a meterse la mano entre las piernas para ver si podía ponerse un poco más cómodo, pero eso no le sirvió de nada, así que se desabrochó los bolones del bañador y se lo quitó.

Al instante, sintió una gran liberación.

Pero necesitaba más.

Necesitaba a Maggie.

Así que se acercó lentamente mientras ella tenía los ojos cerrados. Justice no podía apartar los suyos de sus pechos. Los pezones rosados estaban al mismo nivel de la superficie y cubiertos por la seda mojada del sujetador. A lo mejor ella creía que estaba más protegida por haberse quedado con la ropa interior, pero lo cierto era que resultaba mucho más provocativa así.

Una vez junto a ella, Justice alargó el brazo y le acarició la pantorrilla. Maggie abrió los ojos sobresaltada y lo miró confusa.

– ¿Qué haces?

– Relajarme y ayudarte a que te relajes tú también -contestó Justice acercándose un poco más.

– No -dijo Maggie apartándose.

– No te pongas melindres -insistió Justice. -No nos acabamos de conocer.

– Tienes razón, nos conocemos muy bien y, por eso precisamente, no debe pasar nada entre nosotros. Sólo serviría para confundir más las cosas.

– Eso es imposible -contestó Justice acercándose de nuevo y acariciándole la pierna. -Están tan liadas que es imposible que se líen más.

– Puede que tengas razón, pero sigo enfadada contigo.

Justice sonrió.

– Cuando te enfadabas era cuando mejor nos lo pasábamos en la cama.

– También tienes razón en eso, pero el hecho de que ahora mismo esté enfadada no quiere decir que me quiera acostar contigo.

– Mentirosa -con testó Justice agarrándola del pie y tirando hacía sí de ella.

– Eso es trampa -protestó Maggie.

– Mmm.

– Justice, esto no va a resolver nada.

– A lo mejor es que no hay nada que resolver -contestó Justice agarrándola de las nalgas. -A lo mejor simplemente tiene que suceder.

Maggie lo miró.

– Y a lo mejor simplemente no deberíamos permitir que sucediera -comentó.

– Demasiado tarde -murmuró Justice levantándose y girando a Maggie para colocarla delante de uno de los chorros de agua.

– ¡Esto es trampa también! -protestó Maggie separando las piernas para recibir el chorro de agua en el clítoris.

Mientras el agua le daba placer, Justice también se afanó en darle el suyo, así que mientras le sujetaba la cabeza con un brazo, con la mano que le quedaba libre le desabrochó el sujetador, dejando sus pechos al descubierto. Se le habían endurecido los pezones, y Justice se inclinó sobre ellos y comenzó a chuparle uno, lo succionó y le pasó la lengua varias veces por encima mientras Maggie se estremecía de placer.

Justice no podía parar de lamerla. ¿Cómo había podido sobrevivir todos aquellos meses sin ella? Así que siguió jugando con sus pezones y con sus pechos mientras Maggie emitía jadeos de felicidad y disfrutaba de la caricia natural del agua entre las piernas.

Justice sabía perfectamente lo que Maggie quería porque era lo mismo que quería él, sabía que los dos estaban sintiendo lo mismo: deseo, necesidad…

Se moría por penetrarla, así que le bajó las braguitas y le separó los muslos para que el agua le diera todavía más de lleno en el clítoris.

Maggie gimió de placer mientras elevaba las caderas para quedar expuesta al chorro de agua.

Justice se quedó observándola mientras Maggie cerraba los ojos y jadeaba.

– Quiero sentirte dentro, Justice -le dijo mirándolo.

No hizo falla que se lo repitiera dos veces. Justice la agarró, la besó en la boca con pasión y se dirigió hacia el banco. Una vez allí se sentó y colocó a Maggie a horcajadas sobre él y fue haciéndola bajar lentamente, centímetro a centímetro, sobre su erección. Maggie lo envolvió en su humedad y su calor y lo condujo hasta lo más profundo de su interior.

Justice no podía apartar la mirada de sus maravillosos ojos mientras la penetraba y la llenaba. Sin dejar de mirarse a los ojos, comenzaron a moverse hacia el inevitable final que ambos ansiaban.

Justice se sentía completo, lo único que le importaba en aquel momento era el presente, la mujer con la que estaba haciendo el amor. Aquella mujer lo era todo.

Cuando Maggie abrió la boca y gritó su nombre mientras le temblaba el cuerpo como consecuencia de la fuerza del orgasmo que estaba viviendo, Justice supo que jamás vería nada tan bonito.

Unos segundos después, se dejó llevar también por la fuerza del orgasmo y siguió a Maggie hacia ese mundo que sólo conocen los amantes.

– Nada ha cambiado -murmuró Maggie mientras le ponía a Jonas el pijama aquella noche.

Su hijo sonrió y se rió. A Maggie le encamaba oírlo reír. Estaban los dos tumbados en la cama de su habitación. Gracias a Dios estaba en el otro extremo del pasillo, lejos del dormitorio de Justice. Después de lo que había sucedido aquella tarde, mejor no acercarse a él.

– Te hace mucha gracia, ¿eh? -le preguntó al niño besándolo en la tripa. -Te crees que mamá está haciendo el tonto, ¿verdad? A lo mejor tienes razón, sí, pero la verdad es que no me importa.

El niño la agarró del pelo y Maggie se soltó con cariño, terminó de vestirlo para irse a la cama, le subió la cremallera que cerraba el pijama hasta el cuello y lo tomó en brazos.

No había nada en el mundo que oliera mejor que un bebé recién bañado. Jonas tenía la piel suave y caliente y tenerlo en brazos le hacía olvidarse en parte del dolor que sentía en el corazón.

No se arrepentía de haber hecho el amor con Justice aquella tarde, pero sabía que probablemente habría sido un error. Las cosas no estaban claras entre ellos. Para empezar, Maggie seguía enfadada con él por haber insistido en lo de la prueba de paternidad cuando era evidente que Jonas era su vivo retrato y, por otra parte, se sentía frustrada porque Justice había levantado unas barreras altas y resistentes en torno a su corazón y no la dejaba entrar.

– ¿Sabes lo que más me molesta, cariño? -le dijo a Jonas en voz baja mientras lo colocaba sobre sus rodillas y comenzaba a jugar con él. -Tu padre se ha empeñado en hacerse esas dichosas pruebas de paternidad y, aun así, te evita. ¿Por qué será? ¿Tú lo sabes?

Jonas se rió y comenzó a mover los brazos como si estuviera intentando volar, lo que hizo sonreír a Maggie. No podía ni quería imaginarse la vida sin él. Aquel niño era parte de ella… aunque el hombre que era su padre seguía siendo un desconocido para él.