– Lo dices como si gritar fuera algo bueno.
– ¡Si hubieras gritado tú también, al menos habría sabido que te importaba lo suficiente como para discutir!
– Pues claro que me importabas -le aseguró Justice-. Lo sabías perfectamente, pero, aun así, te fuiste.
– Porque tú querías que todo se hiciera como a ti te daba la gana. El matrimonio es cosa de dos, no de uno que ordena y otro que obedece -le explicó Maggie-. Suéltame, Justice. No he venido para esto.
– Eso no te lo crees ni tú -argumentó Justice bajando la voz-. Podrías haber mandado a tu abogado, pero has preferido venir tú porque… querías verme.
– Efectivamente. Quería verte en persona para pedirte que firmes los papeles del divorcio.
– ¿De verdad? -insistió Justice inclinándose sobre ella y aspirando su aroma-. ¿Sólo has venido por eso, Maggie? ¿Por los papeles?
– Sí -contestó Maggie cerrando los ojos y poniéndole las manos en el pecho-. Quiero que todo esto termine, Justice. Si ya no hay nada entre nosotros, necesito el divorcio.
Al notar sus manos en el pecho, Justice sintió que el deseo corría por sus venas y lo dejó correr sin ponerle trabas.
Siempre había sido así entre ellos. Química, pura química. Combustión. Les bastaba con tocarse para que sus cuerpos se encendieran.
Aquello no había cambiado.
– Entre tú y yo siempre habrá algo, Maggie -le dijo viendo cómo se sonrojaba-. Lo nuestro durará siempre.
– Eso creía yo antes -contestó ella abriendo los ojos y negando con la cabeza-, pero nuestra relación debe terminar, Justice. Si vuelvo, nos haríamos daño.
Sin duda. Justice no podía darle lo que Maggie más ansiaba en la vida, así que debería dejarla partir. Por su bien. Pero había vuelto, la tenía entre sus brazos y había pasado unos meses muy duros sin ella.
Había intentado olvidarla recurriendo a otras mujeres, pero no le había dado resultado. Jamás había deseado a ninguna otra mujer como la deseaba a ella.
Justice sentía la excitación por todo el cuerpo, los músculos tensos y rígidos. El pasado daba igual. El futuro no existía. Sin embargo, el presente estaba ante él y lo quemaba con intensidad.
– Si de verdad lo nuestro ha terminado, Maggie, lo único que nos queda es el aquí y el ahora -le dijo rozándole los labios con la punta de la lengua. -Si te vas ahora, me moriré.
Sabía que Maggie sentía lo mismo que él.
Ella lo abrazó, le pasó los brazos alrededor del cuello y le acarició el pelo.
– Dios mío, cuánto te he echado de menos -admitió besándolo. -Canalla, todavía te quiero.
– Me rompiste el corazón cuando te fuiste, Maggie -confesó Justice mirándola a los ojos y dándose cuenta de que los de Maggie estaban cargados de pasión, – pero ahora has vuelto y no pienso permitir que te marches inmediatamente -añadió besándola.
Al hacerlo, se sintió vivo de nuevo y se dio cuenta de que durante los últimos meses había sido como un muerto viviente, se había limitado a respirar, comer y trabajar, pero se había sentido completamente vacío. Se había entregado a la rutina del rancho para no tener tiempo de pensar, para no preguntarse qué estaría haciendo Maggie y dónde estaría.
Llevaba tantos meses sin estar con ella que su propio deseo lo sorprendió. Justice le acarició la espalda y llegó hasta sus nalgas, las agarró con fuerza y la estrechó contra él para que Maggie sintiera la prueba de su necesidad.
Maggie gimió de placer y se apretó contra él, momento que Justice aprovechó para deslizar la boca por su cuello. Su olor lo invadió, su calor lo envolvió y ya sólo pudo pensar en tomar lo que había echado de menos durante tanto tiempo.
Le mordisqueó el escote y sintió cómo Maggie se estremecía de placer y ladeaba la cabeza para permitirle mejor acceso. Siempre le había gustado que la besara por el cuello. Justice deslizó una mano por su entrepierna y notó, a pesar de la tela de los pantalones, el calor que irradiaba su pubis.
– Justice…
– Maggie, si me dices que pare…
– ¿Qué harías?
– Pararía -suspiró él dejando caer la frente sobre la de su mujer.
Maggie le tomó el rostro entre las manos. Era cierto que no había ido hasta allí buscando sexo aunque, para ser completamente sincera consigo misma, se moría por que Justice la abrazara de nuevo y le volviera a hacer el amor. Lo había echado tantísimo de menos que la idea de perderlo para siempre era un dolor que le partía el corazón. Por eso, volver a sentir sus manos y sus labios había sido una bendición divina.
Cuando se había ido, cuando había abandonado su hogar conyugal, había rezado para que Justice fuera a buscarla y todo se arreglara. Al ver que no era así, había sufrido mucho, pero había intentado seguir adelante con su vida, se había buscado otro trabajo, había alquilado un apartamento y había hecho amigos nuevos.
Aun así, le faltaba algo.
Sabía perfectamente que una parte muy importante de ella se había quedado en el rancho. Con él.
Maggie se miró en aquellos ojos azul oscuro que la habían cautivado desde el principio.
– No pares, Justice. No pares, por favor.
Justice volvió a besarla, introdujo la lengua en su boca y se apoderó de ella con fruición. La pasión era tan fuerte que Maggie sintió una riada de energía.
Sintió un calor inmenso desde la cabeza a los pies. Era como estar en llamas porque le quemaba la piel, le hervía la sangre mientras la boca de Justice no paraba de besarla, sus dedos le bajaban la cremallera de los pantalones y una de sus manos se deslizaba por debajo de sus braguitas hasta aquel lugar de su cuerpo que lo esperaba con ansia.
Maggie se estremeció mientras Justice la acariciaba de manera íntima, separó las piernas y dejó que los pantalones cayeran al suelo. Le daba exactamente igual todo, lo único que quería era sentir sus caricias. Cuando Justice introdujo primero un dedo y, luego, dos en el interior de su cuerpo, estuvo a punto de ponerse a llorar.
Lo que hizo fue tomar aire profundamente y echar la cabeza hacia atrás para, a continuación, comenzar a mover las caderas en busca del orgasmo que solamente él sabía darle.
Maggie oyó que se le comenzaba a entrecortar la respiración mientras Justice continuaba acariciándola. Sentía la musculatura de todo el cuerpo cada vez más tensa.
– Vamos, Maggie. Quiero verte -murmuró Justice.
Aunque hubiera querido privarlo de ese placer, no lo habría conseguido, así que Maggie se aferró a sus hombros con fuerza, sintió que la cabeza le comenzaba a dar vueltas y que el cuerpo le quemaba cada vez más a medida que se iba acercando al orgasmo.
Jamás había sentido nada parecido con otros hombres antes de conocer a Justice y, después de él, no había tenido interés en buscar a otro.
Justice era el único para ella.
Lo había tenido claro nada más conocerlo hacía tres años, le había bastado una mirada desde la otra punta de una pista de baile de una fiesta benéfica para saberlo.
Había sido como si el mundo se hubiera parado.
Exactamente igual que en aquellos momentos.
No había nada en el mundo, sólo Justice y sus manos, sus caricias y su olor.
– Justice… necesito…
– Ya lo sé, pequeña. Sé perfectamente lo que necesitas y te lo voy a dar -contestó Justice metiéndole los dedos un poco más y acariciándola hasta que Maggie gritó de placer.
Lo único que pudo hacer fue gritar y agarrarse a él hasta que su cuerpo comenzó a temblar y la increíble tensión muscular que había ido acumulando comenzó a deshacerse ante aquel placer tan profundo y tan fuerte. Entonces, gritó su nombre varias veces, mientras las oleadas de sensaciones recorrían su cuerpo y la dejaban desmadejada y sin respiración.
Maggie se dio cuenta de repente de que Justice la estaba mirando y sonreía. Estaba de pie en el salón, con los pantalones bajados, temblando de placer. Tal vez debería haberse sentido avergonzada porque podría haber entrado cualquiera, pero lo que sentía eran unas tremendas ganas de seguir. Justice tenía unas manos maravillosas, pero lo que Maggie quería en aquellos momentos era sentir su erección en el interior de su cuerpo.