– Ha llegado el momento de que las cosas cambien -decidió Maggie. -Ya va siendo hora de que tu padre descubra lo que se está perdiendo. Quiero que te conozca, que se dé cuenta de lo que podríamos tener si estuviéramos los tres juntos…
Jonas emitió un sonido que su madre tomó como un asentimiento, así que se levantó de la cama y salieron de la habitación, avanzaron por el pasillo, bajaron las escaleras y se acercaron al salón, desde donde llegaba la sintonía del informativo de la noche.
Nada más entrar, vio a Justice, que estaba tumbado en una cómoda butaca con los ojos pegados a una televisión de pantalla plana que había en la pared de enfrente.
Maggie cruzó la estancia con decisión y se acercó. Justice la miró y Maggie sintió que un tremendo calor se apoderaba de ella. Sí, definitivamente, aquel hombre era peligroso.
Entonces, Justice miró al niño y su mirada cambió, lo que le recordó a Maggie el propósito de su visita.
– Hemos bajado para que Jonas te dé las buenas noches -anunció obligándose a sonreír.
Justice dio un respingo. -No hace falta.
– Sí, claro que hace falta, Justice -insistió Maggie colocando al niño sobre su regazo.
Justice y Jonas se miraron y parpadearon, y Maggie se dio cuenta de que ambos estaban muy sorprendidos.
– Maggie, todavía no tenemos los resultados de las pruebas, así que…
– Justice, es tu hijo. Las pruebas lo demostrarán muy pronto, así que más te vale irte acostumbrando a él, empezar a conocerlo.
– No creo que…
– Debes conocerlo, Justice -lo interrumpió Maggie. -Y puedes empezar a hacerlo ahora mismo. Voy a por el biberón.
Justice la miró horrorizado. -¿Me vas a dejar solo con él?
– Bienvenido a la paternidad -contestó Maggie riéndose.
Dicho aquello, salió del salón, pero se quedó escondida en el pasillo para ver cómo se relacionaban los dos hombres de su vida. Justice se había quedado como si tuviera una bomba de relojería en la mano, y Jonas parecía confundido con la situación.
Cuando vio que al niño le empezaba a temblar el labio inferior estuvo a punto de volver, pero se contuvo.
– No llores, Jonas -oyó que le decía Justice. -Todo va a salir bien.
Maggie se preguntó desde la puerta si aquélla habría sido la primera mentira de Justice a su hijo.
Los días fueron pasando y la pierna de Justice iba cada vez mejor. Sin embargo, a medida que su cuerpo se iba curando, su corazón se iba rompiendo. Estar con Maggie pero sin ser pareja era mucho más difícil de lo que creía. Lo que había sucedido en la bañera de hidromasaje no se había repetido. Aquellas escenas parecían sacadas de un sueño, un sueño que lo perseguía estuviera donde estuviera e hiciera lo que hiciese.
Justice estaba en el picadero, al sol, con los antebrazos apoyados sobre la valla de madera, observando cómo ensillaban a los caballos que se iban a llevar, diciéndose que lo mejor que podía hacer era concentrarse en el trabajo.
Ahora que se encontraba mejor, había empezado a tomar las riendas de nuevo y eso lo hacía sentirse bien. Aunque todavía no podía montar, no creía que le faltara mucho para poder hacerlo.
Hacía todo lo que estaba en su mano para no pasar mucho tiempo dentro de casa, pues tanto Maggie como la señora Carey parecían empecinadas en que estuviera todo el rato con Jonas.
Lo cierto era que Justice disfrutaba de los ratos que pasaba con el pequeño. Aquel chiquillo era un encanto. Fuera o no su padre, estaba aprendiendo a quererlo.
Gracias a las sesiones de terapia de Maggie, se estaba recuperando muy bien, así que cada vez le daba menos masajes. Eso, por un lado, lo aliviaba y, por otro, le daba pena. Estar a solas era peligroso porque la deseaba más que nunca, pero le daba pena perderse aquellos momentos.
Claro que necesitaba tiempo para estar a solas y pensar.
Cuando llegaran los resultados de las pruebas de paternidad, sabría si Maggie le había estado mintiendo todo aquel tiempo, sabría si el niño al que estaba empezando a querer como suyo lo era realmente.
Dependiendo de los resultados, actuaría de una u otra manera.
Si Maggie le había estado mintiendo, tendría que dejarla marchar de nuevo. Aunque la seguía queriendo y, aunque quería mucho a Jonas, no permitiría que lo utilizara. Lo cierto era que no creía que Maggie le hubiera mentido en ningún momento. Maggie era una persona muy sincera.
Entonces, debía de ser que era el padre de Jonas. A ver qué decían los resultados. De ser así, iba a formar parte de la vida del niño, dijera Maggie lo que dijera, le gustara o no.
Pasara lo que pasara, Maggie y él tenían algunas decisiones serias que tomar, así que más les valía no complicar las cosas todavía más con el sexo.
– Eh, jefe.
– ¿Qué? -dijo Justice girándose hacia Mike. -¡Parece que su hijo ha nacido para ser ranchero!
Justice se giró y vio a Maggie y a Jonas. El niño estaba montado en un caballo de madera que llevaba varias generaciones en la familia King. Justice supuso que la señora Carey lo habría bajado del desván.
Efectivamente, Jonas se agarraba con fuerza a las riendas mientras su madre lo agarraba de debajo de los brazos por si acaso.
Aunque estaban a cierta distancia, oía las risas del niño mezcladas con las de la madre y se preguntó qué demonios haría si Maggie le hubiera mentido y los perdiera a ambos.
CAPÍTULO 09
Maggie estaba organizando la ropa planchada cuando vio un sobre marrón bajo un montón de camisetas.
Los papeles firmados del divorcio.
Dejó la ropa a un lado, agarró el sobre y lo abrió lentamente. Dentro estaban aquellos papeles que, si hubiera entregado, habrían terminado con su matrimonio.
A pesar de que había conseguido que Justice los firmara, jamás los había entregado porque, en el fondo, no quería divorciarse de él.
Así que se había quedado con los papeles. No sabía muy bien por qué. Tal vez, porque eran como una especie de talismán. Mientras los tuviera, estaría de alguna manera conectada a Justice, Jonas seguiría teniendo un padre y ella todavía tendría la esperanza de recuperar lo que había vivido con su marido.
Maggie se preguntó si aquello no era una locura, si la idea de volver con él no era una manera de torturarse.
El sexo entre ellos seguía siendo maravilloso, pero ¿eso era todo? ¿Era sexo lo único que compartían en aquellos momentos?
Maggie volvió a meter los papeles en el sobre, presa de la tristeza, y metió el sobre de nuevo en el cajón. A continuación, se giró y se acercó a la ventana, que estaba abierta, y por la que se veía la tormenta que se estaba formando sobre el mar.
Maggie cerró la ventana porque entraba frío y se dijo que, cuando volviera a su casa, tenía que entregar los papeles del divorcio.
Sabía que no lo iba a hacer.
– Estás loca, Maggie -murmuró.
– Eso ha sido algo que siempre me ha gustado de ti.
Maggie se giró bruscamente con la mano en el pecho, como si se le fuera a salir el corazón.
– No hay nada como un buen susto para empezar bien el día.
– Perdona, no quería asustarte -se disculpó Justice entrando en la habitación con paso seguro. -¿No me has oído llegar?
Maggie lo observó. Justice andaba bien, ya no cojeaba y estaba casi recuperado por completo. Hacía dos días que no utilizaba el bastón. Pronto no lo necesitaría.
Ni a ella, tampoco.
Qué bien, ¿eh?
– La verdad es que, como ya no llevas el bastón, resultas bastante sigiloso.
Justice asintió y se masajeó el muslo.
– Estoy encantado de no tener que utilizarlo.
– Te comprendo perfectamente -contestó Maggie volviendo al armario y terminando de poner la ropa limpia en los cajones. -Bueno, voy a bajar a ocuparme de Jonas, que la señora Carey lleva con él casi toda la mañana -añadió girándose con una sonrisa radiante.