¿Y qué haría si le quitaba a Jonas?
Sintió que el miedo la atenazaba. No quería perder a su hijo. Aquella situación se había convertido en algo realmente peligroso.
– Me voy a ir. Soy capaz de desaparecer. Agarro al niño y nos vamos -dijo Maggie media hora después a la persona con la que estaba hablando por teléfono.
– Tranquila -contestó su hermana Matrice. -Cuéntame qué ha pasado.
Maggie procedió a contarle a su hermana mayor, famosa por ser una mujer centrada y con los pies en la tierra, lo que había sucedido.
– No pasa nada -le dijo Matrice- Justice no te va a quitar a Jonas. Quiere formar parte de su vida, sólo eso. En cierta forma, deberías estar contenta porque eso era lo que también querías tú.
– Sí, pero una cosa es que forme parte de la vida de su hijo y otra que me lo quite -protestó Maggie.
– No te lo va a quitar.
– ¿Cómo puedes estar tan segura? -se sorprendió Maggie.
– Porque te quiere -contestó Matrice con seguridad.
– Sí, bueno, pero…
– Siempre te ha querido. Jamás te haría daño. Además, ¿qué iba a hacer Justice solo con Jonas? ¡Pero si los hombres no saben ni poner un pañal!
Maggie se rió y se relajó un poco.
– Matrice, tengo miedo -se lamentó sin embargo. -Tengo la sensación de que las cosas se van a poner feas.
– Tranquila, hermanita, apuesto por ti.
Justice estaba en su despacho, intentando concentrarse en un informe sobre el rancho, pero no podía dejar de pensar en la discusión que había tenido con Maggie.
Había llamado a los laboratorios King varias veces, pero no había podido hablar con nadie.
¿Por qué demonios tardaban tanto en tener los resultados de las malditas pruebas?
¿Y qué pasaría si Jonas no fuera hijo suyo? Entones, Maggie se iría, se llevaría al niño con ella y la vida en el rancho volvería a ser como siempre.
Tranquila.
¡Vamos, que el rancho volvería a quedarse sumido en el silencio sepulcral que lo caracterizaba antes de la llegada de Jonas!
¿Era eso lo que quería?
No.
No, no quería volver a aquella vida, no quería volver a estar solo en casa con la señora Carey, sin juguetes de Jonas por todas partes y la risa de Maggie por los pasillos.
Pero la relación que había habido entre ellos se había roto. Entonces, ¿qué les quedaba?
Un niño maravilloso que los necesitaba a ambos.
Si Jonas resultaba no ser hijo suyo, Maggie le habría mentido, sí, exactamente igual que había hecho él con ella. ¿Era la mentira de Maggie mucho más terrible que la suya? ¿Podría aceptar al hijo de otro?
Sería como una adopción, algo muy normal.
Justice se tranquilizó.
Le gustaba la idea.
Al cabo de unos segundos, se puso en pie y se acercó a la ventana, se apoyó en el cristal y se quedó observando la tormenta.
Lo único que tendría que hacer sería aceptar a Jonas y tendría un heredero, un niño al que educar.,-Qué más daría quién lo hubiera concebido si él lo criaba?
«Pues claro que importa», dijo la voz de su orgullo en lo más profundo de sí.
No le podía pedir a Maggie que se volviera a casar con él. Lo suyo se había terminado, pero podían ser amigos.
Podía tener a Maggie y a Jonas, un hijo, si estaba dispuesto a ceder. ¿Lo estaba?
Cuando la puerta del despacho se abrió y alguien entró, Justice no tuvo que darse la vuelta para saber que era ella.
Percibió sus pasos sobre la alfombra y sintió el calor de su cuerpo en su espalda.
– No pienso permitir que me quites a mi hijo -le dijo con mucha calma y una confianza total en sí misma.
Justice siempre había admirado su carácter y su fuerza de voluntad. Se giró hacia ella.
– No te lo voy a quitar -le dijo viendo que sus palabras la confundían. -Llevo todo el día pensando en lo de esta mañana y se me ha ocurrido una idea.
– ¿Qué idea? -contestó Maggie ladeando la cabeza sin convencimiento.
Justice se sentó en el alféizar de la ventana y se cruzó de brazos.
– Quiero que Jonas y tú os vengáis a vivir al rancho.
– Quieres decir cuando lleguen los resultados de las pruebas.
– No, quiero decir ahora mismo.
– Pero si todavía no sabes si es hijo tuyo -objetó Maggie, que no daba crédito a lo que estaba oyendo.
– Me da igual -contestó Justice sinceramente. -Lo puedo adoptar.
– Ya… ¿y quieres que vuelva en calidad de tu esposa?
«Cuidado, Justice, mira bien por dónde pisas», se dijo a sí mismo.
– No -contestó, – estamos divorciados y así está bien. Probablemente, sea lo mejor. Nuestro matrimonio siempre fue explosivo. Estamos divorciados, pero eso no quiere decir que no te puedas venir a vivir aquí, que criemos a Jonas entre los dos y mantengamos una relación platónica.
Maggie se quedó mirándolo con la boca abierta, y Justice sonrió, pues no era fácil sorprender de aquella manera a Maggie King.
– ¿Platónica? -repitió Maggie anonadada. -Entre tú y yo nunca ha habido nada platónico.
– Es cierto, pero las cosas pueden cambiar. Podríamos tener una buena vida, podríamos ser… buenos amigos.
Le iba a costar Dios y ayuda, pero estaba dispuesto a hacerlo con tal de tenerlos a ella y al niño.
– Eso es imposible. Tú y yo no podemos ser amigos y nada más. Hay demasiada química entre nosotros. Además, me doy perfectamente cuenta de lo que estás intentando hacer…
– ¿A qué le refieres? Lo que te estoy ofreciendo es real.
– No, lo que me estás ofreciendo es muy bonito, pero sólo para tapar que te has equivocado. No me quieres pedir que vuelva como tu esposa porque no estás dispuesto a admitir que te equivocaste al dejar que me fuera y, claro, Justice King no comete errores, ¿verdad?
Justice se quedó mirándola estupefacto.
– ¿Cómo has hecho para darle la vuelta a la tortilla de esta manera?
– Te conozco muy bien -insistió Maggie. -Tú no quieres una relación platónica conmigo -añadió riéndose. -Lo que pasa es que te crees que así te sería más fácil convencerme y, luego, cuando ya estuviéramos Jonas y yo instalados aquí, te las arreglarías para volver a acostarte conmigo. A ver si te has creído que me engañas. Está muy claro que me deseas -concluyó triunfante.
– No lo niego -contestó Justice. -Es cierto que te deseo, es obvio, pero podríamos ser amigos.
– No, tú y yo no estamos hechos para ser amigos -insistió Maggie poniéndose de puntillas, pasándole los brazos por el cuello y besándolo apasionadamente.
Justice tuvo la sensación de que un calor abrasador le recorría el cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Aquella mujer era fuego, luz, calor y seducción.
Le pasó los brazos por la cintura y la apretó contra su cuerpo. Su entrepierna se había endurecido, demostrándole a Maggie que tenía razón.
– ¿Lo ves? -le dijo muy segura de sí misma. -Tú y yo no somos amigos. Somos amantes -añadió dejando caer los brazos. -Bueno, más bien, lo fuimos. Ahora ya no sé qué somos exactamente. Lo que sí sé es que no pienso perder a mi hijo.
Dicho aquello, se giró y salió del despacho sin mirar atrás.
Lo había dejado todo muy claro.
Justice se sentía frío y vacío sin ella. La verdad era que quería estar con ella. Maggie tenía razón: no eran amigos y no podrían vivir como tales.
¿Entonces?
Bueno, habían sido pareja en el pasado. Tal vez, pudieran volver a serlo.
Siempre y cuando él estuviera dispuesto a olvidarse de su orgullo.
CAPÍTULO 10
– Tú eres tan cabezota como él -comentó la señora Carey mientras revolvía la sopa. -Al pobre niño lo vais a volver loco.
Maggie estaba sentada a la mesa de la cocina, tomándose un té que, en realidad, no le apetecía, y mirando por la ventana, viendo cómo Justice paseaba con Jonas por el jardín. El sol primaveral bañaba la hierba y Ángel y Spike corrían en círculos, haciendo reír a Jonas.