Jonas estaba completamente dormido en el asiento de atrás, pero Maggie se giró unas cuantas veces para comprobar que estaba bien.
Justice no apartaba la mirada de la carretera, conducía con seguridad y fluidez, y Maggie recordó la fuerza con la que los había estrechado entre sus brazos. Sin embargo, ahora lucía una expresión seria, se había alejado de nuevo y estaba ocultando sus sentimientos.
Mejor así.
Ahora que Jonas estaba bien, todo volvería a colocarse donde lo habían dejado después del baile. Aquello hizo recordar a Maggie que Justice había afirmado con mucha seguridad que se iban a casar. ¿De verdad creía que se iba a quedar con él solamente porque Jonas era hijo suyo o porque ahora estaba claro que podía darle más hijos? ¿No se daba cuenta de que mantener un matrimonio por el bien de los hijos era un gran error?
Cuando llegaron al rancho, la señora Carey abrió la puerta de la casa y salió corriendo hacia el coche.
– ¿Está bien? Qué preocupada me tenía -se lamentó.
– Está bien, señora Carey-le aseguró Maggie bajándose del vehículo.
– Tranquila -añadió Justice. -Váyase a la cama. Ya hablaremos mañana.
El ama de llaves así lo hizo, dejando la puerta abierta y las luces encendidas.
Maggie se dirigió al asiento trasero, sacó a Jonas y lo tomó en brazos. El niño estaba completamente dormido. Con su hijo en brazos, Maggie se sentía con la fuerza suficiente para hacer lo que tenía que hacer, así que lo apretó contra su cuerpo como si fuera un talismán y avanzó hacia el vestíbulo.
Una vez dentro, Justice cerró la puerta y se hizo el silencio total. Aquélla había sido una de las noches más largas de su vida para Maggie y todavía no había terminado. No podía esperar a la mañana siguiente para decir lo que tenía que decir porque, seguramente, entonces ya no tendría el valor para mantener aquella conversación y no podía permitir que aquello sucediera.
Aunque se le partiera el corazón, tenía que decirle algo muy importante a Justice.
– Menuda nochecita -comentó Justice rompiendo el silencio.
– Sí -contestó Maggie mirándolo a los ojos y sabiendo que lo iba a echar tremendamente de menos.
«Es un buen momento, tengo que hacerlo ahora», se dijo.
– Justice…
Justice se tensó. Sabía que lo que le iba a decir Maggie no le iba a gustar. -Mañana me voy.
– ¿Cómo? ¿Por qué? -se sorprendió Justice.
– Sabes perfectamente por qué -contestó Maggie con tristeza, sintiendo que se le saltaban las lágrimas. -Tienes la pierna prácticamente bien del todo. No me necesitas y ya va siendo hora de que yo siga adelante con mi vida.
– ¿Con tu vida? ¿Ahora que sabemos que soy el padre de Jonas y que podemos formar esa gran familia que siempre has querido?
– No se trata de eso -suspiró Maggie.
– Tienes los papeles del divorcio hace mucho tiempo y no los has presentado. ¿Por qué?
– Ya sabes por qué.
– Porque me quieres.
– Sí. ¿Y qué? -contestó Maggie alzando la voz y volviéndola a bajar cuando Jonas estuvo a punto de despertarse. -Te quería entonces y te sigo queriendo ahora, pero, cuando vuelva a casa, presentaré los papeles del divorcio.
– ¿Por qué?
– Porque no quiero seguir casada contigo por el bien de tu hijo -contestó con la esperanza de que la entendiera. -No sería justo para ninguno de nosotros. ¿No lo entiendes, Justice? Yo te quiero, pero necesito que tú también me quieras y que me necesites, quiero un hombre que comparta la vida conmigo, quiero un hombre que esté a mi lado…
– ¿Como esta noche?
– Sí, como esta noche, pero, normalmente, no te comportas así. No sueles permitir a la gente que se acerque a tu lado emocional, no te permites necesitar a nadie -contestó Maggie con voz trémula. -Prefieres tener razón que amar. Tu orgullo es más importante para ti que ninguna otra cosa y que ninguna otra persona y yo no puedo vivir así y no estoy dispuesta a hacerlo.
Dicho aquello, se giró hacia las escaleras. Sentía el corazón apenado y el alma vacía, pero se obligó a agarrarse el vestido para subir.
Sin embargo, Justice pronunció unas palabras que la hizo pararse en seco.
– Por favor.
Maggie se giró sorprendida y lo miró, y entonces vio un hombre solo, solitario, hambriento de cariño e incómodo.
Se dijo que lo había soñado, pero Justice repitió las palabras y añadió algo más:
– Por favor, no te vayas, quédate.
Maggie lo miró atónita. No se podía creer que Justice se estuviera tragando su orgullo.
– ¿De verdad? Jamás me habías dicho nada así -contestó esperanzada.
– No, es la primera vez -admitió Justice acercándose a ella.
Quería que Maggie comprendiera lo que él había aprendido en las últimas horas. Durante el tiempo que había permanecido junto a ella en la sala de espera, compartiendo sus temores, a su lado, esperando a que alguien ayudara a su hijo, la verdad le había quedado muy clara.
Sin Maggie, no tenía nada.
Y, cuando Maggie le había dicho que se iba de nuevo, había sentido que su mundo se tambaleaba y había comprendido que, si permitía que el orgullo ganara de nuevo, la iba a perder definitivamente, iba a perder todo lo importante que tenía en la vida.
Así que se despidió de su orgullo, se aproximó a ella y se colocó a su lado para decirle lo que Maggie quería oír, las palabras que no habían brotado de su boca la última vez que habían estado juntos.
– Te necesito, Maggie, te necesito más que el aire que respiro.
Maggie sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y que esas lágrimas le corrían por las mejillas. El labio inferior le temblaba. Justice levantó la mano, lo recorrió con la yema del dedo pulgar y la miró.
Aquella mujer era maravillosa, era suya y estaba hecha para él, aquella mujer estaba hecha para permanecer a su lado toda la vida, para envejecer juntos, para mimarla y cuidarla como si fuera un tesoro, para dar gracias a Dios por ella todas las noches.
– Justice, yo…
Justice negó con la cabeza. Quería decir lo que tenía que decir.
– Déjame decirte algo importante. No quiero que vuelvas a tener que dudar: te quiero más de lo que es humanamente posible. Cuando te fuiste, te llevaste mi corazón contigo y, cuando volviste, sentí que resucitaba. No quiero volver a separarme de ti, Maggie. Si te vas, me voy contigo.
Maggie se rió mientras las lágrimas seguían resbalándole por las mejillas.
– ¿Lo ves? Ni rastro de orgullo. Maggie, por favor, no te vayas.
– Oh, Dios…
– Quédate -insistió Justice tomándola del mentón y mirándola a los ojos. -Por favor, quédate. Por favor, vuelve a quererme. Por favor, déjame que te quiera, que quiera a Jonas y a todos los demás hijos que están por venir.
Maggie volvió a reírse, y Justice se dijo que no tendría que haber dejado pasar tanto tiempo, que tendría que haber arreglado las cosas mucho antes.
– Es increíble. No me cuesta pedirte las cosas por favor -se maravilló.
– No sé qué decir -contestó Maggie sonriendo.
– Di que sí-contestó Justice estrechando a Jonas y a ella entre sus brazos. -Di que os vais a quedar, que no lo he estropeado todo.
Maggie reposó la cabeza sobre su pecho y suspiró.
– Cuánto te quiero…
Justice sonrió encantado. Se encontraba de maravilla. Tan contento estaba que le entraron ganas de llamar a su hermano Jeff para darle las gracias por haberle mandado a Maggie como fisioterapeuta, por haberla devuelto a su hogar.
– ¿Estoy soñando? -se preguntó Maggie en voz alta, alzando la cabeza.
– No, Maggie -contestó Justice sonriente. -Esto no es un sueño. Te estoy diciendo que te quiero y te pido que me des otra oportunidad para demostrarte que puedo ser el hombre que tú necesitas, el hombre que te mereces.
– Oh, Justice -suspiró Maggie acariciándole la mejilla. -Siempre has sido el único para mí, desde el principio, y siempre lo serás.