Sintió que se le aceleraba el corazón mientras observaba su espalda y su trasero. Justice se movía con una gracia y una elegancia innatas.
La verdad era que todo lo que hacía aquel hombre era fabuloso.
Justice se colocó en cuclillas al lado de la chimenea y echó otro leño al fuego, que se avivó inmediatamente. Maggie siguió observándolo. Tenía las piernas fuertes y bien torneadas, pues pasaba muchas horas a caballo, y la espalda y los brazos fuertes porque trabajaba mucho.
Podría haber contratado a todos los hombres que hubiera necesitado para hacer el trabajo duro del rancho, pero nunca había querido hacerlo. A Justice King le gustaba trabajar con sus vaqueros.
Como si hubiera percibido que lo estaba observando Justice se giró hacia ella. El resplandor de las llamas dibujaba sombras en su rostro y le daba un aire duro y fuerte que lo hacía inalcanzable.
Maggie sintió que el corazón le daba un vuelco. Sabía que iba a sufrir.
Justice era su marido, pero los vínculos que había entre ellos estaban maltrechos. En la cama se entendían a las mil maravillas, pero fuera de ella las cosas se complicaban porque querían cosas diferentes en la vida y ninguno de ellos daba su brazo a torcer, así que el compromiso era inalcanzable.
Era domingo por la noche y Maggie era consciente de que pronto tendría que volver a su mundo, a aquel mundo en el que Justice ya no estaba.
Aquella idea se le hacía insoportable.
La tormenta hizo que el viento y la lluvia arreciaran y Justice se dio cuenta de que Maggie había empezado a darle vueltas a la cabeza. Eso nunca había sido bueno. Justice sabía que lo estaba observando y se dio cuenta de que había puesto aquella cara que solía poner cuando le iba a decir algo que sabía que no le iba a gustar.
Justice sabía que aquello se iba a producir tarde o temprano.
Maggie y él tenían una química increíble, pero en las cosas que importaba estaban muy distanciados.
Ella estaba tumbada con su cabellera pelirroja extendida sobre la almohada, tapada hasta el escote con las sábanas y con una pierna al descubierto.
Justice siempre la recordaría así y lo sabía, como también sabía que aquel recuerdo lo atormentaría para siempre.
– Justice, tenemos que hablar.
– ¿Por qué? -contestó él. Se acercó a la silla donde había dejado los vaqueros y se los puso.
Era mejor estar vestido para hablar con Maggie King.
– No hagas eso.
– ¿El qué?
– No me dejes fuera. No me lo hagas otra vez.
– Pero si no estoy haciendo nada, Maggie.
– Precisamente por eso -insistió Maggie incorporándose sobre el colchón.
Justice se giró hacia ella y sintió la imperiosa necesidad de acercarse y de abrazarla con fuerza, de impedir que hablara y desatara entre ellos una discusión que ninguno iba a ganar.
– No me vas a pedir que me quede, ¿verdad? -le preguntó Maggie apartándose un mechón de pelo de la cara.
Justice pensó que no hacía falta que lo hiciera, que Maggie era su esposa, que él no tenía ninguna obligación de pedirle que se quedara cuando había sido ella la que había decidido irse.
No le dijo nada, se limitó a negar con la cabeza y a abrocharse la bragueta de los vaqueros.
– ¿De qué me serviría pedírtelo si, al final, te vas a volver a ir?
– No tendría por qué irme si tú estuvieras dispuesto a ceder un poco.
– No pienso ceder-le aseguró Justice, aunque le costó porque sabía que la estaba haciendo sufrir.
– ¿Por qué no? -lo increpó Maggie poniéndose en pie y plantándose ante él desnuda y orgullosa.
Justice sintió que se excitaba inmediatamente a pesar de que habían hecho el amor varias veces seguidas.
– Porque no -contestó cruzándose de brazos. -Tú quieres tener hijos y yo, no. Se acabó la historia.
Maggie abrió la boca. Justice sabía que estaba intentando controlar su temperamento inglés, aquel temperamento que a él le había atraído desde el principio aunque, a veces, lo sacara de quicio.
– ¡Maldita sea, Justice! -exclamó Maggie comenzando a ponerse la ropa interior. -¿Estás dispuesto a terminar nuestra relación porque no quieres tener un hijo?
Justice sintió que la agitación se apoderaba de él. No lo pudo evitar. Sin embargo, no estaba dispuesto a volver a discutir sobre lo mismo una y otra vez.
– Maggie, ya te lo dije antes de casarnos -le recordó manteniendo la calma.
Maggie se apartó el pelo de la cara y lo miró furiosa.
– Sí, pero yo creía que te referías a que no querías tener hijos en aquel momento -contestó poniéndose la blusa a toda velocidad. -Jamás imaginé que querías decir que no querías tener hijos nunca.
– Entendiste mal -contestó Justice.
– Y tú no te molestaste en sacarme de mi error -contestó Maggie.
– Maggie, ¿de verdad tenemos que volver a hablar de esto?
– ¿Por qué no? ¿Acabamos de pasar un fin de semana maravilloso y me estás diciendo que no sientes nada?
Claro que sentía algo.
– Yo no he dicho eso.
– Ni falta que hace. Estás dispuesto a dejar que me vaya otra vez. Eso es lo único que importa.
Justice apretó los dientes con fuerza. Maggie creía conocerlo bien, creía saber cómo iba a reaccionar, pero no era cierto. No lo conocía y jamás lo conocería de verdad.
– No estarías dispuesto a dar tu brazo a torcer aunque hubieras cambiado de opinión, ¿verdad? Claro que no, Justice King, el hombre más orgulloso…
– Maggie… -le advirtió Justice tomando aire y cruzándose de brazos.
Maggie levantó una mano para interrumpirlo y Justice optó por callar de nuevo y dejarla hablar.
– ¿Sabes qué? Estoy harta de tu orgullo, Justice. El gran Justice King, el amo del universo. Estás tan ocupado arreglando el mundo para convertirlo en el lugar que tú quieres que sea que no tienes tiempo de comprometerte.
– ¿Y por qué iba a querer comprometerme? -contestó Justice dando un paso hacia ella.
Se paró en seco al comprender que, si seguía acercándose, terminarían de nuevo en la cama. ¿Y de qué les serviría? Absolutamente de nada. Tarde o temprano, volverían a aquel mismo punto, a aquel asunto que había terminado con su matrimonio.
– Porque somos dos -contestó Maggie. -No eres sólo tú.
– Ya -contestó Justice.
No le gustaban las discusiones. No creía que resolvieran nada. Cuando dos personas no estaban de acuerdo en algo, pelear, gritar y alzar la voz no era de ninguna ayuda, pero ya estaba harto de aquel tema.
– ¿Quieres compromiso? ¿Y cómo lo haríamos? Con la idea de ceder cada uno un poco? ¿Eso significa medio hijo?
– No tiene ninguna gracia, Justice -contestó Maggie. -Sabes perfectamente lo que la familia significa para mí. Lo sabes desde el principio.
– Y tú también sabes mi opinión al respecto -contestó Justice mirándola con frialdad. -No pienso dar mi brazo a torcer, no puedo darte lo que quieres y tú no eres feliz si no eres madre.
Maggie sintió que el enfado la abandonaba y era remplazado por una falta total de fuerzas. Justice no podía soportar verla así y sobre todo no podía soportar ser el causante de su dolor, pero no podía hacer nada al respecto.
Ni ahora ni nunca.
– Está bien -suspiró Maggie. -Entonces, todo ha terminado. Final de la historia. Otra vez.
Dicho aquello, se puso los pantalones, se abrochó la bragueta, se metió la camisa por dentro y se calzó las botas. Acto seguido, se peinó con los dedos y se recogió el pelo en la nuca.
Cuando hubo terminado, se quedó mirando a Justice, a quien le habría encantado poder borrar aquella tristeza de su rostro, pero durante el fin de semana se había dado cuenta de que no debía volver a cruzarse en la vida de Maggie. Era más fácil dejar que lo odiara. Lo mejor para ella sería seguir adelante con su vida.