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– ¿Fue éste el verdadero motivo? ¿O tal vez lo hiciste porque el Muralla China, el patrocinador, también estaba en Livadiá?

Sonríe y contesta sin vacilar.

– Teniente, es normal que un equipo de Livadiá busque su patrocinador en la misma ciudad. Hubiese resultado imposible encontrarlo en Atenas.

– ¿Sabías que Kustas era propietario del Muralla China?

Su sorpresa parece auténtica.

– No -responde.

– ¿No fue Kustas quien propuso que el restaurante fuese el patrocinador?

– No -repite-. Los responsables del restaurante vinieron a verme y me dijeron que les gustaría financiar a un equipo de su ciudad.

– ¿Cuánto dinero daban al equipo?

– Ciento veinte millones al año.

Más los doscientos cuarenta del Tritón, la suma asciende a trescientos sesenta millones. Sólo queda que Kelesidis encuentre la cantidad entregada al Jasón, el equipo de Karamitris.

Las respuestas parecen correctas porque Jortiatis no miente, sólo cuenta medias verdades. Kustas no tenía ningún motivo para revelarle su relación con el restaurante chino, de manera que ordenó al director del restaurante que se pusiera en contacto con Jortiatis.

– ¿Qué tenía Kustas contra ti? -pregunto de repente.

– ¿A qué se refiere?

– El Proteo no es de tu propiedad, ¿no es cierto? Era de Kustas. Tú sólo le servías de tapadera.

– Se equivoca -chilla con su voz de pito y se levanta bruscamente-. El equipo es mío, está a mi nombre.

– Puede que esté a tu nombre pero detrás estaba Kustas.

– En absoluto. Mi relación con Kustas era limpia.

– ¿Y en qué consistía esta relación tan limpia?

A pesar de que hasta el momento se mantenía sereno, ahora empieza a titubear.

– No tenía suficiente dinero para comprar el Proteo y Kustas se ofreció a prestarme cierta cantidad.

– ¿Se la devolviste?

La situación lo incomoda cada vez más y trata de evitar mi mirada.

– No. Cuando vio que tenía dificultades, propuso convertirse en socio invisible del equipo para cubrir la deuda. -Me mira de nuevo-. Los socios en la sombra no son ilegales. Algunos empresarios controlan diez o doce empresas por este sistema.

– No te sulfures, nadie te está acusando. ¿A cuánto ascendía su participación en el negocio?

De nuevo se muestra incómodo.

– Un veinticinco por ciento, al principio. Para cuando murió, había llegado al sesenta por ciento.

– ¿Por qué? ¿Te prestó más dinero?

– No, pero financiaba la contratación de nuevos jugadores.

Salvado por los pelos. Si no lo hubieran asesinado, Kustas habría acabado controlando todo el negocio. Con tres casos distintos entre manos, empiezo a distinguir las tácticas que empleaba Kustas para reclutar colaboradores. Mantenía un tipo de relación con Petrulias, quien a todas luces era su hombre de confianza; otro tipo de relación con Jortiatis, que era un empleado; y otro más con Karamitri y su marido, que eran sus enemigos. El único nexo, el único denominador común, es el paso del dinero de una mano a otra. Lo que en un primer momento pareció un círculo vicioso no es más que un ciclo de lavado. Kustas blanqueaba dinero, ésta es la única explicación razonable. Si al final mi hipótesis se demuestra, habremos confirmado que Kustas y Petrulias murieron a manos de asesinos profesionales. Los de la Antiterrorista tenían razón, aunque no los mataron los capos de la noche sino los del crimen organizado. La idea me deprime porque estoy perdiendo el tiempo. El pájaro ya ha volado. Tal vez logre descubrir la trama del asunto, pero me resultará imposible echar el guante al culpable.

– No tengo más preguntas, hemos terminado -digo y me pongo en pie. Él vuelve a tenderme la mano como un autómata, se la estrecho y me voy.

Al pasar por delante del camerino, veo que Kalia se está maquillando.

– ¿Cómo te va? -pregunto desde la puerta.

Interrumpe su trabajo y contempla mi reflejo en el espejo. No me devuelve el saludo enseguida, porque tarda algunos segundos en recordar quién soy.

– El teniente, ¿verdad? -dice finalmente a modo de saludo.

– El teniente -confirmo mientras me acerco-. ¿Qué quería Kustas de ti la noche en que lo mataron? -Desde luego, no me creí su respuesta del otro día, cuando me comentó que la había amenazado por no mover el culo en el escenario.

Encoge los hombros con indiferencia.

– ¿Qué podía querer de una chica como yo? ¿Que me abriera de piernas? En cualquier caso, para eso no necesitaba recurrir a mí. Tenía a su disposición mujeres mucho más interesantes que yo.

– La otra vez me dijiste que te había amenazado con ponerte a fregar el suelo porque no movías bien el culo en el escenario.

– Si tú lo dices…

– Lo que yo digo es que tuvo que hablarte de otro tema. ¿De qué, Kalia?

– Mira, yo no me acuerdo de lo que te conté a ti ni de la conversación con Kustas. Déjame en paz, tengo que prepararme.

Podría llevarla a Jefatura y presionarla un poco, pero ¿para qué? Lo que ya sé de Kustas basta para comprender sus tejemanejes. Y, desde luego, no hablaría con Kalia de su relación con la mafia.

Al salir del camerino, me topo con Makis, que sigue fiel a su atuendo de vaquero y me fulmina con una mirada incendiaria. Me pregunto cuándo lava la ropa.

– ¿Has investigado lo que te dije de mi madrastra? -pregunta.

– ¿Desde cuándo tengo que pasarte informes de mis actividades?

Llego a casa quince minutos antes de lo prometido, a las doce menos cuarto. Adrianí está viendo la televisión, a pesar de que suele acostarse alrededor de las once.

– ¿Por qué no duermes? -pregunto.

– Se me ocurrió esperarte por si querías comer algo.

Le pido que me traiga un poco de cena porque me sabe mal que se haya quedado esperándome.

Capítulo 40

Esta mañana, antes de salir de casa, quedo con Katerina para vernos por la tarde y mantener la conversación pendiente. Ella propone que nos encontremos en el Marruecos, que está cerca de Jefatura, pero fue allí donde hablé con el perito verdulero que lloraba amargamente y temo que su recuerdo influya en mis sentimientos. Al final, quedamos a las seis en La Flauta Mágica.

Kelesidis llega a Jefatura a las nueve y media. Lo recojo en la entrada y lo conduzco inmediatamente a la sala de interrogatorios. Le doy los libros de Greekinvest, los documentos de las cuentas bancarias y, de postre, la declaración de renta de Petrulias. Lo dejo trabajar a sus anchas y subo a mi despacho. Armado con papel y lápiz, me propongo realizar un esquema que me ayude a encontrar el vínculo que relacione los distintos negocios de Kustas.

EMPRESAS KUSTAS

Los Baglamás

Flor de Noche

Le Canard Doré

C.F. Tritón… Patrocinador: R.I. Helias

EMPRESAS GREEKINVEST

R.I. Helias

Atlético (Artículos deportivos)

Muralla China (Restaurante)

EMPRESAS KARAMITRIS

Fonogram… Ninguna relación con Kustas, a excepción del préstamo

C.F. Jasón… Patrocinador: Atlético

EMPRESAS JORTIATIS

C.F. Proteo… Kustas controla el 60 %

… Patrocinador: Muralla China

A primera vista, no parece existir relación alguna entre las empresas de Kustas, las de Karamitris y el club de fútbol de Jortiatis. El único vínculo, aunque discutible, serían los patrocinios. El que recibe el Tritón de R.I. Helias relaciona esta empresa, y por extensión Greekinvest, con Kustas, pero nada parece conectarlo con los demás negocios de Greekinvest, ni con los de Karamitris y Jortiatis. Consultaré la cuestión con Kelesidis. No obstante, estoy bastante seguro de que no sería fácil vincular estas empresas con Kustas mediante una inspección fiscal. Además, todas ellas operan dentro de los márgenes legales, con lo cual sería imposible detectar irregularidades. Desde luego, las sumas son excesivas para el patrocinio de unos equipos de tercera, pero al fin y al cabo es su dinero, pueden hacer con él lo que les dé la gana, incluso tirarlo a la basura. La impotencia del inspector fiscal es mi propia impotencia. Suponiendo que blanqueara dinero…, ¿cómo lo hacía? ¿Utilizaba los patrocinios como tapadera? Las cantidades destinadas a los tres equipos equivalen a un capital de quinientos millones al año. ¿Hizo todo este montaje para blanquear quinientos millones de dracmas? En este contexto, semejante cantidad es simple calderilla. Aunque estudio el esquema, por más que me devano los sesos no consigo llegar a ninguna conclusión. Todo depende de Kelesidis; sin embargo, prefiero no decírselo para que no se dé ínfulas.