– Estás bebida -dijo el entornando los ojos.
Meri agitó su mano izquierda.
– Bebida no. Alegre, mareada. Me he tomado dos margaritas y eso siempre es un error. No suelo beber y no tengo demasiada masa corporal. Podría calcular cuánto alcohol como máximo debería beber por kilo.
– Interesante ofrecimiento, pero no.
Ella sonrió.
– Te asustan las matemáticas, como a la mayoría de la gente. No sé por qué. Las matemáticas son una constante, algo cierto y fiable. Están basadas en principios y, una vez que las aprendes, no cambian. No es como la literatura, que se presta a interpretaciones, las matemáticas son claras. Estás en lo correcto o no lo estás.
– Es tu vena competitiva -dijo él.
Meri se balanceó en la cama.
– ¿Crees que soy competitiva? -preguntó.
– Está en tu sangre.
– Me gusta tener la razón sobre las cosas. Me concentro y puedo ser muy pesada -dijo y sonrió-. ¿Me hace eso más interesante? ¿Cómo puedes soportarlo?
– Me estoy conteniendo para no atacarte en este momento.
– Eres un mentiroso.
Meri se quedó mirándolo fijamente. Si los ojos eran el espejo del alma, la de Jack era oscura y reservada. Todo el mundo tenía secretos, ¿cuáles serían los suyos?
Claro que no se los contaría. Él guardaba esa clase de cosas para sí mismo. Pero si alguna vez se decidía a confiar en alguien, sería para siempre, pensó. Aunque quizá, ésa fuera otra de sus fantasías.
– Tienes que ayudarme con Betina y Colin -dijo-. Tenemos que unirlos.
Jack enarcó una de sus oscuras cejas.
– Creo que no.
– Venga ya, no seas así. Puede ser divertido. Piénsalo, podríamos ser los responsables de una bonita historia de amor.
– ¿Colin y Betina?
– Sí. Betina siente algo por Colin. Al principio yo era escéptica porque Betina cambia de hombre como de camisa. Para ella, una relación duradera es de una semana. Tiene miedo de comprometerse. Hace años estuvo casada y no fue un buen matrimonio. Siente algo por Colin desde hace años y parece serio.
– No quiero inmiscuirme.
– Tienes que hacerlo. Al fin y al cabo, no tienes nada más que hacer con tu tiempo.
– Eso sin tener en cuenta mi trabajo y el esfuerzo que estoy poniendo en evitarte.
– Ah, claro. Ésas son tareas complicadas. Una guapa mujer desesperada por llevarte a la cama. Pobre Jack, la vida es tan dura…
– ¿Te tienes por guapa? -preguntó Jack sonriendo.
– Es una manera de hablar.
– La última vez que hablamos sobre tu aspecto, te considerabas fea.
No quería pensar en eso, pero si él insistía…
– La última vez que hablamos sobre mi aspecto, me diste una bofetada emocional, pisoteaste mi corazón y me dejaste.
– Lo siento -dijo borrando la sonrisa de su rostro-. Debería haber reaccionado de manera diferente.
– Pero no lo hiciste. No te estaba pidiendo sexo en aquel mismo momento -dijo sin querer seguir hablando de aquello-. A lo que voy. Betina está loca por Colin y estoy convencida de que a él también le gusta. Ahí es donde apareces tú en escena. Quiero que lo averigües.
– ¿Cómo? No.
– ¿Por qué no? Eres un hombre y él también. Puedes preguntarle si le gusta Betina.
– No cuentes conmigo.
Recordaba que era terco, pero no tanto.
– ¿Te he dicho ya lo irritante que puedes resultar? Mira, ambos son personas fantásticas, se merecen ser felices. Tan sólo quiero darles un pequeño empujón.
– ¿Necesitaste un empujón con Andrew?
Ella suspiró.
– Me preguntaba cuándo lo sacarías a colación.
– Estás prácticamente comprometida. ¿Por qué no iba a sentir curiosidad?
Meri trató de adivinar lo que Jack estaba pensando, pero, como era habitual, el no transmitía nada. Era una de sus extrañas características.
– Nos conocimos en una subasta benéfica. Había una exhibición canina y, de alguna manera, acabé enredada entre las correas y estuve a punto de caerme. Andrew acudió en mi auxilio. Fue muy romántico.
– Ya me imagino.
Meri ignoró su tono de sarcasmo. Quizá sabiendo que había otro hombre en su vida se mostrara menos arrogante.
– Fue divertido y encantador y me gustó desde el primer momento. Tenemos muchas cosas en común. Lo paso muy bien con él.
Lo había pasado muy bien con Andrew, se dijo pensando en los buenos momentos que había compartido con él. Llevaba seis meses viviendo en aquella parte del país y, aunque apenas se habían visto en aquel tiempo, hablaban con regularidad. Su relación parecía estar en suspenso y evidentemente a ella no le importaba. Algo en lo que iba a tener que empezar a pensar.
– ¿Él también es un genio?
– No, es encantadoramente normal. Inteligente, pero no demasiado. Me gusta eso en un hombre.
– ¿Qué sabes de él? ¿Lo has hecho investigar?
– Claro. Es un hombre normal. No está interesado en el dinero -respondió ella y su buen humor desapareció-. ¿Qué quieres decir? ¿Que nadie puede interesarse por mí si no es por el dinero?
– No, lo único que quiero es que seas feliz.
– Soy feliz. Andrew es mi hombre perfecto. Nos comprometeremos en cuanto vuelva a Washington.
No era cierto, pero sonaba bien.
– Enhorabuena.
Jack lo había echado todo a perder, pensó amargamente mientras se ponía de pie. Su alegría, su maravillosa velada…
– Sólo porque tú no creas en los compromisos no quiere decir que los sentimientos no sean ciertos -dijo ella-. Algunos buscamos un compromiso.
– Espero que eso sea lo que quieres.
– ¿Por qué no te creo? ¿A qué te refieres?
– A que si Andrew fuera tan importante para ti, no estarías seis meses lejos de él.
Meri se dirigió hacia la puerta.
– ¿Quién dice que eso es así?
Y con ésas, salió y cerró la puerta tras ella.
Estaba a tan sólo unos pasos de su habitación y se sintió relajada al entrar. Después de encender algunas luces, se acercó a la ventana y se quedó mirando el cielo.
Hacía una noche perfecta para ver las estrellas, pero no le apetecía. Ni siquiera con su nuevo telescopio. Se sentía dolida y no sabía por qué.
Quizá Jack tuviera razón. Si Andrew fuera tan importante para ella, no llevaría lejos de él seis meses. Pero así era y le había resultado relativamente fácil. Demasiado fácil. Si de veras estuviera enamorada de él, ¿no debería estar desesperada por estar con él?
El encontrar el anillo de compromiso la había sorprendido. No había sabido qué pensar de su proposición. Se había sentido feliz, pero había decidido que había llegado la hora de afrontar lo inevitable.
Se había enterado de que los amigos de Hunter iban a quedarse en la casa. Había aceptado el trabajo de California y se había preparado para enfrentarse al hombre que tanto la frenaba en su vida. Una vez se vengara de Jack, estaría bien.
– Eso es lo que está mal -susurró para sí misma-. Todavía quiero castigarlo. Una vez acabe con Jack, podré entregarle mi corazón a Andrew. Será una semana o poco más. Entonces, seré feliz.
Jack no pudo descansar en toda la noche. Se dijo que sería por haber tomado café, pero sabía que el problema eran las palabras de Meri.
A la mañana siguiente, archivó los documentos en su ordenador y abrió el primer cajón de la mesa de su despacho temporal. Había un sobre dentro, junto a una carta.
La carta llevaba allí desde el primer día en que había llegado. Había reconocido la letra manuscrita como la de Matt.
Por alguna razón, Jack había evitado la carta. Abrió el sobre y sacó la hoja.
Querido Jack:
Cuando leí que Ryan llamaba a este lugar en su nota «la guarida del amor», mi primera reacción fue reírme. Pero ahora que lo pienso, empiezo a creer que el nombre es bastante apropiado. Oh, y tenía razón cuando escribió que estábamos equivocados en las conclusiones a las que llegamos sobre las mujeres cuando estábamos en la universidad. ¿Te acuerdas? Pues ya puedes ir tachándolas. No sabíamos nada de las mujeres.