– ¿Qué fue eso?
– Es eso -dijo Doyle.
– ¿El qué…? -preguntó ella.
Los reporteros se separaron como una cortina. Simplemente no querían estar cerca de lo que fuera que andaba entre ellos. El Fear Dearg caminó hacia nosotros sonriéndonos con una mueca que nos mostraba sus retorcidos dientes. Yo tenía razón; era una sonrisa malévola. Su placer ante el miedo de los reporteros se reflejaba en su cara y en su forma chulesca de caminar.
Llegó hasta donde estábamos y entonces dejó caer una rodilla a tierra, arrodillándose ante nosotros.
– Mi reina -dijo él.
Una cámara destelló, capturando la imagen para las noticias de mañana, o de esta noche. El Fear Dearg miró en dirección al flash y se oyó un grito, luego un hombre huyó corriendo por la acera. Sus muchas cámaras tintinearon de forma discordante mientras corría a toda velocidad, gritando como si le persiguieran los mismísimos sabuesos espectrales [10] de la cacería salvaje.
Los otros reporteros retrocedieron todos a la vez. El Fear Dearg se rió entre dientes, y sólo con oír esa risa fue suficiente para que se me pusiera la piel de gallina. Si hubiera estado sola en algún camino oscuro habría sido aterrador.
– Debes practicar esa risa -le dije. -Es absolutamente malvada.
Me sonrió abiertamente.
– A un duende le gusta saber que su trabajo es apreciado, mi reina.
Un reportero gritó con voz temblorosa…
– Él le ha llamado su reina. ¿Significa eso que usted realmente no renunció al trono?
El Fear Dearg se puso en pie y saltó hacia ellos, levantando las manos y gritando…
– ¡Booo! -Los reporteros de aquel sector huyeron. Hizo un amago de movimiento hacia el otro grupo, pero la mayoría de ellos retrocedieron con las manos alzadas, como si intentaran demostrar que no querían hacernos daño.
Una mujer preguntó con voz entrecortada…
– Meredith, ¿es usted la reina de la Corte Oscura?
– No -le contesté.
El Fear Dearg me miró.
– ¿Debería decirle de qué Corte fue la primera corona que se posó en tu cabeza?
– Aquí no -le dijo Doyle.
El Fear Dearg le fulminó con la mirada.
– No te he preguntado a ti, Oscuridad. Si fuéramos parientes, entonces sería diferente, pero a ti no te debo nada, sólo a ella.
Me percaté de que Doyle, al negarse a reconocer que su ascendencia tuviera algo que ver con la del Fear Dearg, había insultado al duende.
Entonces Doyle pareció darse cuenta también, porque dijo…
– No reniego de mi herencia mixta, Fear Dearg. Sólo quise decir que en mis venas no hay rastro de sangre Fear Dearg, lo que es cierto.
– Ahhh, pero sí has tenido nuestra sangre en tu espada, ¿verdad? Antes de que fueras la Oscuridad de la Reina, antes de que fueras Nudons [11] y sanaras en tu mágico manantial, fuiste otras cosas, tuviste otros nombres. -El Fear Dearg bajó la voz con cada palabra, hasta que los reporteros, aunque renuentes, comenzaron a acercarse intentando oír. Yo sabía que Doyle había tenido otras identidades antes de ser adorado como un Dios, y que no había aparecido de repente ya completamente adulto al lado de la Reina Andais, pero nunca había preguntado. A los más viejos de los sidhe no les gustaba hablar de tiempos pasados, tiempos en los que éramos más poderosos.
El Fear Dearg se giró y saltó hacia los reporteros con un fuerte…
– ¡Haaah!
Estos corrieron, cayéndose y pisoteándose los unos a los otros en su frenético intento de alejarse debido al pánico. Los que estaban en el suelo, se levantaron y corrieron intentando alcanzar a los otros.
O’Brian dijo…
– No es del todo legal usar la magia contra la prensa.
El Fear Dearg movió la cabeza inclinándola a un lado como el ave que ha divisado un gusano. Esa mirada hizo que O’Brian tragara con dificultad, pero con mis escudos rodeándola pudo mantenerse firme.
– ¿Y cómo los habrías movido tú, nena?
– Oficial O’Brian -dijo ella.
Él sonrió abiertamente hacia ella, y yo noté cómo se estremecía, pero siguió sin retroceder. Eso le sumó un punto por valentía, pero yo no estaba segura de que fuera una buena idea burlarse de él cuando él le había mostrado un tan obvio interés sexual durante el interrogatorio de Bittersweet. A veces tener un poco de miedo es saludable.
Él comenzó a invadir su espacio personal, y yo me interpuse entre ellos.
– ¿Qué es lo quieres, Fear Dearg? Aprecio tu ayuda, de verdad que lo hago, aunque no creo que lo hicieras de corazón.
Miró con lascivia a O’Brian, dirigiendo luego hacía mí esa misma mirada lasciva. A mí no me molestó.
– No hay bondad en mi corazón, mi reina, sólo maldad.
– Nadie es del todo malo -le dije.
La mirada lasciva se intensificó hasta que la expresión de su rostro se convirtió en una máscara maligna, aunque más bien era una máscara de ésas que se ponen los niños en Halloween.
– Eres demasiado joven para entender cómo soy.
– Sé cómo es el mal -contesté- y no viene con una máscara cómica y una mirada lasciva. El mal procede de aquéllos que supuestamente te aman y sienten cariño por ti, pero que en realidad no lo hacen. El mal viene con una bofetada, o de la mano que te sujeta bajo el agua hasta que no puedes respirar, con toda serenidad, sin enfado o locura alguna, porque ella cree que tiene todo el derecho a hacerlo.
Su expresión maligna fue desapareciendo y empezó a tornarse en algo más serio. Me miró fijamente, y dijo…
– Los rumores dicen que soportaste muchos abusos a manos de tus parientes sidhe.
Doyle se giró hacia los policías.
– ¿Nos dan un poco de intimidad, por favor?
Wright y O’Brian intercambiaron una mirada, luego Wright se encogió de hombros.
– Sólo nos dijeron que les lleváramos hasta el coche sanos y salvos. Esperaremos aquí.
O’Brian intentó protestar, pero su compañero insistió, discutieron en voz baja mientras se apartaban dejándonos espacio.
La mano de Doyle que estaba sobre mi brazo se tensó, y Frost se acercó. Ambos me decían en silencio que no compartiera con otros historias de la Corte, pero la reina nunca se había preocupado de que yo hablara de ciertas cosas.
– Y de sus amigos, nunca te olvides de sus amigos, yo nunca lo hago -acabé.
Él pasó su mirada de Frost a Doyle, y preguntó…
– ¿Te atormentaron antes de convertirse en tus amantes?
Negué con la cabeza.
– No, no he tomado a ningún amante que alguna vez me levantara la mano.
– Has vaciado la Corte Oscura. Todos han venido a Los Ángeles contigo. ¿Quién se ha quedado, quién te ha atormentado tanto?
– Me he llevado solamente a los guardias, no a los nobles -le dije.
– Pero todos los guardias son nobles entre los sidhe, o no serían dignos de salvaguardar a una reina, o a un rey.
Me encogí de hombros.
– Me he llevado sólo lo que es mío.
Él se arrodilló otra vez, pero más cerca de mis pies, por lo que tuve que luchar contra el impulso de retroceder un paso. Antes lo habría hecho, pero algo en este momento me hizo desear ser la reina que el Fear Dearg necesitaba. Doyle pareció adivinar mi pensamiento, porque puso una mano en mi espalda como ayudándome a no ceder terreno. Frost simplemente se movió a mi otro lado hasta casi tocarme, aunque mantenía sus manos libres para empuñar las armas si fuera necesario. En público siempre intentaban que uno de ellos estuviera libre para eso, aunque a veces fuera complicado consolarme y protegerme al mismo tiempo.
– No has llamado a los Fear Dearg, Reina Meredith.
– No sabía que ellos fueran míos para poder llamarlos.
[10] En inglés, Devil´s Dandy Dogs: Sabuesos espectrales. Se conoce como