Avanzó por el pasillo como un fantasma de pelo azabache, vestido con una camisa blanca demasiado grande ondeando sobre unos pantalones de vestir color crema. La ropa era prestada, pero… casi podría jurar que la camisa de Frost le sentaba mejor la semana pasada. ¿Es que seguía sin comer lo que debía?
Vino directamente hacia mí como si Rhys no estuviera y me abrazó. Rhys se hizo a un lado para que yo pudiera devolverle el abrazo mientras Caswyn se envolvía a mi alrededor con un suspiro que fue casi un sollozo. Le sostuve y dejé que la fiereza de su abrazo me rodeara. Desde que había sido rescatado de la sangrienta cama de la reina se había comportado de una forma muy emocional y pesada. En cierto modo, Andais le había torturado para castigarme a mí, y porque mis amantes habían estado fuera de su alcance. Había escogido al azar. Él nunca había sido nada para mí, ni amigo ni enemigo. Caswyn había sido siempre todo lo neutral que las cortes permitían y siglos de diplomacia se habían estrellado contra la locura de Andais. La noble encapuchada nos dijo: “-La reina le pidió que se acostara con ella y como él no era uno de sus guardias a quien pudiera ordenárselo, cortésmente se negó.” El rechazo de Caswyn había resultado ser demasiado para la cordura de Andais. Ella le había convertido en una ruina ensangrentada bajo sus sábanas y me lo había dejado ver mediante un hechizo que convirtió su espejo en el mejor sistema de videoconferencia que la tecnología humana todavía no había inventado. La primera vez que le vi, su estado le hacía tan irreconocible que lo primero que pensé fue que era alguien por quien yo sentía cariño.
Cuando ella me dijo quién era, me quedé perpleja. Él no era nada para mí. Todavía ahora podía oír la voz de Andais…
– Entonces, ¿no te preocupa lo que le pueda hacer?
No supe qué contestar a eso, pero finalmente le dije…
– Es un noble de la Corte Oscura y merece la protección de su reina.
– Tú rechazaste la corona, Meredith, y esta reina dice que él no merece nada por los años que ha pasado escondiéndose. No es mi enemigo y tampoco mi amigo. Siempre he odiado esto de él -dijo, al mismo tiempo que le cogía del pelo y le hacía rogar mientras mirábamos. -Le destruiré -añadió.
– ¿Por qué? -le pregunté.
– Porque puedo.
Le dije a Caswyn que si se daba el caso sería bienvenido entre nosotros. Días más tarde, con la ayuda de una sidhe que ocultaba su identidad, él llegó hasta nosotros. Yo no podía responsabilizarme de las acciones de mi tía. Era su maldad y yo sólo era una excusa para que ella dejara escapar todos sus demonios. Creo, y Doyle estaba de acuerdo conmigo, que Andais intentaba obligar a la nobleza a que la matara. Era la versión real de un “Suicide by cop” [15].
Los momentos así no eran raros con la Reina Andais, mi tía, y ése fue uno de los motivos por el que tantos de los guardias habían elegido el exilio, en lugar de quedarse con ella, una vez que tuvieron la oportunidad de elegir. A la mayoría de ellos les gustaba jugar un poco al “átame”, pero había una línea que muy pocos cruzarían con gusto, y Andais no era dominante al estilo de la esclavitud y sumisión moderna. Era dominante al viejo estilo donde la fuerza hace el derecho, y ser el amo absoluto significaba absolutamente eso. El viejo refrán que decía… “El poder corrompe y el poder absoluto, mucho más” le venía como anillo al dedo a mis dos parientes reales que gobernaban en sus tronos. Lo que yo no había previsto era que su idea del dolor y el sexo se extendiera fuera de su guardia personal, o que la nobleza siguiera tolerando el abuso. ¿Por qué no habían tratado de matarla todavía? ¿Por qué no se defendían?
– Pensé que te habías ido -dijo Caswyn. -Pensé que te habían hecho daño, o peor; que todos habíais resultado heridos.
– Doyle y Frost no dejarían que eso pasara -comentó Rhys.
Caswyn le miró, todavía tratando amparar todo su metro ochenta detrás de mí, un cuerpo mucho más pequeño.
– ¿Y cómo impedirían ellos que la Princesa Meredith fuera cortada a pedazos por el cristal? La habilidad con las armas y su valentía no detendrán cada amenaza. Incluso la Oscuridad de la Reina y el Asesino Frost no pueden detener los peligros existentes en la vida moderna como es un cristal artificial. Les habría cortado a todos en pedazos, no sólo a la princesa.
Él tenía razón. El cristal antiguo hecho con sustancias naturales y calor añadido podría caer sobre mis guardias en cualquier momento sin dañarles en lo más mínimo, pero el fabricado con elementos artificiales, o metal, les cortaría tanto como a mí.
Doyle entró en la habitación, hablando mientras se movía.
– Tienes razón, Wyn, pero habríamos protegido su cuerpo con el nuestro. Meredith habría salido ilesa pasase lo que pasase con nosotros. – Habíamos comenzado a llamarle Wyn porque mi tía había hecho de su nombre completo algo que susurrar en una oscuridad llena de sangre y dolor.
Empujé suavemente contra el pecho de Wyn para que aflojara su abrazo y no se apoyara con tanta fuerza sobre mí. Yo no podía mantener ese abrazo durante mucho tiempo sin que empezara a dolerme un poco. Tenía el cuello en una posición forzada.
– Y la charcutería es de uno de los primos de mi abuela Gran, la brownie se llama Matilda. Me habría mantenido a salvo.
Wyn se irguió lo suficiente para que pudiera rodearle la cintura con el brazo. Así podría estar de pie durante horas, ya que él parecía tener la necesidad de mantener el contacto conmigo. Era un musculoso guerrero de metro ochenta, pero la reina le había quebrado realmente en todos los aspectos. Su cuerpo se había curado, como lo hacen los sidhes, pero sólo parecía sentirse realmente a salvo cuando estaba conmigo, con Doyle, Frost, Barinthus, o Rhys, con alguien que él considerara lo bastante poderoso para mantenerle a salvo. Los demás le daban miedo, como si temiera que Andais pudiera arrancarle de aquí si no estaba junto a alguien poderoso.
– Un brownie no parece suficiente protección -dijo con la voz vacilante que había tenido desde que llegó. Nunca había sido el más valiente de los hombres, pero ahora el miedo siempre parecía latir bajo su piel, como si le corriera en la sangre, inundando todo su cuerpo.
Le sonreí, tratando de conseguir una sonrisa suya en respuesta.
– Los brownies son mucho más duros de lo que parecen.
No sonrió; parecía horrorizado.
– Oh, Princesa, perdóname -dijo mientras caía de rodillas y agachaba la cabeza, todo su pelo cayendo alrededor de su pálido cuerpo. -Olvidé que eres en parte brownie. No quise insinuar que no fueras poderosa. -Dijo todo esto con la cabeza inclinada y la mirada fija en el suelo, o más bien en mis sandalias.
– Levanta, Wyn. No lo tomé como una ofensa.
Él se inclinó aún más hasta poner las manos en el suelo a mis pies. Su pelo le cubría el rostro, por lo que todo lo que yo escuchaba era su voz cada vez más frenética.