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Brii me dio la primera toalla, pero sus ojos estaban totalmente centrados en Rhys y su historia. Me incliné para hacerme un turbante con la toalla y secarme el pelo, y fue la mano de Ivi la que acarició mi espalda y se deslizó más abajo. Le miré, porque pensé que la conversación sobre la Diosa le habría distraído de tales cosas. Pero él, a diferencia de Brii, tenía sus ojos puestos en mí. Había un calor en sus ojos que no debería haber estado allí después de un mes de libertad, un mes en el que habíamos tenido casi tantos guardias sidhe femeninos como masculinos.

– Ivi -dijo Rhys-, no me estás escuchando. -Él no sonaba enojado, sino más bien, intrigado.

Ivi parpadeó y se sacudió como un pájaro que se acomoda las plumas.

– Pediría disculpas, pero ambos somos tan viejos que sería un insulto, así que es mejor decir que la visión de la princesa desnuda me distrae de cualquier cosa que puedas decir -Él sonrió al final, aunque no fue una sonrisa del todo feliz.

– Tú y los demás se suponía que teníais que hablar con Merry durante la cena acerca de esto.

– Los Fear Dearg han vuelto -dijo Ivi-. Lo recuerdo, Oh Señor de la Muerte. Fue en ellos en lo que primero pensé cuando nos despertamos y nos encontramos con que ambos nos habíamos quedado dormidos estando de servicio. -Ivi frunció el ceño, su rostro mostraba cólera, repugnancia, y otras cosas que no podía leer.

– Soy demasiado joven para recordarlos, no era consciente todavía -dijo Brii-, pero nací a la verdadera vida no mucho después de que acabara todo eso y recuerdo las historias. He visto las heridas y el daño causado. Cuando tales enemigos se acercan… ¿Qué buen soldado se quejaría de cualquier otra cosa?

Yo estaba ahí, con el pelo envuelto en la toalla, y la otra toalla colgando en las manos.

– Me estoy perdiendo algo -dije.

– Díselo -dijo Rhys, haciendo con la pistola una pequeña señal de que continuara.

Brii pareció avergonzado, y ésa era una emoción rara en los sidhe. Ivi inclinó la cabeza, escondiendo su mirada atrevida, diciendo…

– He fallado en mi puesto esta noche. ¿Cómo puedo pedir algo más después de eso?

– Galen y Wyn todavía estaban profundamente dormidos cuando entré en la ducha. ¿Todo esto no los debería haber despertado? -Pregunté.

Los tres hombres se miraron, e inmediatamente Brii y Rhys salieron del baño hasta poder divisar la gran cama. Regresaron al cuarto de baño, con Rhys negando con la cabeza.

– Ni se han movido. -Él pareció pensar en ello-. De hecho, Doyle y Frost deberían estar aquí. Todos los demás guardias deberían estar aquí con las armas preparadas. Estos dos -dijo, señalándolos con su espada-, han hecho un ruido infernal corriendo a salvarte.

– Pero nadie más se ha despertado -dije.

Rhys sonrió.

– La Diosa ha hecho que todo el mundo siguiera durmiendo menos vosotros dos. Creo que eso significa que tenéis que tener una conversación con Merry. Mis armas están limpias. Ahora es mi turno en la ducha.

– Espera -le dije-, ¿Qué estás diciendo?

Rhys me besó en la frente.

– Tus guardias te temen, Merry. Temen que serás como tu tía y tu primo, o tu tío o tu abuelo. -Él miró hacia arriba como pensando en la lista.

– Hay un montón de perturbados en mi árbol genealógico -dije.

– La mayor parte de los guardias que abandonaron el mundo de las hadas para seguirte, han permanecido célibes.

Clavé los ojos en él, y entonces empecé lentamente a mirar a Brii e Ivi.

– Pero… ¿Por qué, en nombre de Danu? Os dije que la regla de celibato de mi tía se había derogado.

– Ella había dicho lo mismo en el pasado -contestó Brii lentamente-, y no le importaba si se trataba de alguna relación casual, pero si encontrábamos a alguien que realmente nos importara… -él se detuvo y miró a Ivi.

– Nunca me enamoré de nadie -dijo Ivi-, y después de ver lo que ella les hizo a algunas de las amadas, nunca he sido tan feliz de ser un canalla y un granuja en mi vida.

– Tengo seis consortes y seis padres para mis hijos. Me parece bien que el resto de vosotros tengáis relaciones sexuales, que hagáis amigos, os enamoréis. Sería maravilloso si más de vosotros os enamorarais.

– Parece que realmente quieres decir eso -dijo Ivi-, pero tus parientes han parecido cuerdos durante siglos, y no lo estaban.

Comprendí lo que quería decir.

– Crees que voy a volverme loca como mi tía, y mi primo, y mi tío, y… -pensé en ello, y sólo pude asentir con la cabeza-. Supongo que entiendo lo que quieres decir.

– Ninguno de ellos, salvo tu abuelo, fue siempre cruel y horrible -dijo Ivi.

– Hay una razón por la que su nombre es Uar el Cruel -contesté, sin intentar disimular la mirada de disgusto en mi cara. Él nunca había significado nada para mí, ni yo para él.

– Siempre dio la sensación de que los celos eran el punto débil de tus parientes, celos de afecto, de poder, de posesiones incluso -dijo Brii-. Las dos Cortes de las hadas están gobernadas por parientes tuyos, y ambos son vanos y odian a cualquiera que pueda parecer, aunque sea levemente, más bello, más bien parecido, más poderoso que ellos.

– ¿Vosotros creéis que si tomáis otros amantes, yo lo veré como una ofensa a mi belleza?

– Algo así, sí -confirmó.

Miré de uno al otro, frunciendo el ceño.

– No sé cómo tranquilizarte porque tienes razón en lo que atañe a mis parientes consanguíneos. Mi padre y mi abuela estaban cuerdos, pero mi propia madre no está del todo bien. Así que no sé cómo tranquilizaros.

– Lo que les aterra, es el hecho de que tú no hayas tocado a ninguno de ellos -dijo Rhys.

– ¿Qué?

– La reina sólo permitiría buscar a otros amantes a aquellos guardias que nunca se hubieran acostado con ella. Si ella hacía el amor contigo, entonces le pertenecías para siempre, aunque nunca volviera a tocarte.

Clavé los ojos en él.

– ¿Quieres decir antes de los disparates del celibato que fueron su regla?

– Su ley -dijo Ivi.

– Siempre fue una mujer muy posesiva -dijo Rhys.

– Siempre estuvo loca, quieres decir -contesté.

– No, no siempre -dijo Rhys.

Los otros hombres estuvieron de acuerdo.

– Y es el hecho de que hubo un tiempo en el que la reina no estuvo loca, sino que era simplemente cruel, lo que nos asusta de ti, Princesa Meredith -dijo Ivi.

– Ya lo ves -dijo Brii-, si ella siempre hubiese estado loca entonces confiaríamos en que tu sensatez sería duradera, pero hubo un tiempo en que la reina fue razonable. Una vez fue un buen gobernante de las hadas o la Diosa no la habría escogido.

– Ya veo el problema -dije, envolviéndome con la toalla, casi olvidada. De repente, tenía un poco de frío. No había pensado en mi familia de esta manera. ¿Qué ocurría si era genético? ¿Qué pasaría si la locura sádica estaba dentro de mí en alguna parte, a la espera de una oportunidad para aparecer? ¿Era posible eso? Bueno, sí, pero… Mi mano fue a mi estómago, todavía tan plano, pero había bebés allí dentro. Podrían parecerse a mí o a mi padre, o a… eso era lo más aterrador de todo. Yo me conocía a mí misma, pero los bebés eran un enigma.

– ¿Qué puedo hacer? -Pregunté. Ni siquiera estaba segura sobre qué miedo preguntaba, pero los hombres tenían sólo un miedo en el que centrar su atención.

– Te fallamos esta noche, Princesa Meredith -dijo Brii-. No merecemos más consideración por nuestras vidas.

– Cuando la Diosa se mueve entre nosotros nadie puede ponerse en su camino -dijo Rhys.

– ¿De verdad crees que la Oscuridad o el Asesino Frost lo verían de ese modo si a ella le hubiera ocurrido algo? -preguntó Ivi.