– Si algo le hubiera ocurrido a Merry, ni siquiera yo lo haría -dijo Rhys, dejando ver esa dureza que la mayoría de las veces escondía tras los chistes y su amor por películas deprimentes y sombrías, y que actualmente cada vez veía más a menudo. Él había recuperado una gran parte del poder que había perdido siglos atrás, y algo hay en el hecho de manejar mucho poder que te vuelve más duro.
– Ya veo -dijo Ivi.
– Otra vez, tengo la impresión de que me estoy perdiendo algo. Rhys, simplemente dime qué es lo que están eludiendo.
Rhys miró a los dos hombres.
– Tenéis que pedirlo vosotros mismos. Ésa ha sido siempre la regla.
– Porque si no lo pides por ti mismo, es que no lo deseas lo suficiente -terminó Brii por él, con algo de tristeza. Comenzó a guardar todas sus flechas, y se giró hacia la puerta todavía abierta.
– Quédate, yo puedo pedirlo en nombre de los dos -dijo Ivi.
Brii vaciló ante la puerta.
– Yo lo deseo lo suficiente como para pedirlo -dijo Ivi.
– ¿Pedir qué? -les dije.
– Haz el amor con nosotros, ten sexo con nosotros, fóllanos. No me importa como lo llames, pero por favor tócanos. Si tú nos tocas esta noche y mañana nos permites tomar a otros amantes y eso no te altera, será la prueba de que no eres como tu tía, o como tu tío, el rey de la Corte Brillante. Él no mataría a una de sus amantes porque fuera a otra cama, pero la destruiría políticamente en la corte, ya que decía que ir directamente a otra cama después de pasar una noche con él, significaba que él que no era lo bastante bueno para conseguir que no deseara a nadie más.
– ¿Ves por qué yo no quería pedírselo esta noche? -Dijo Brii-. Es un gran honor estar en la cama de nuestra reina, y no debería ser una recompensa por el deber mal hecho.
– La Diosa te despertó primero -dije-. Ahí tienes una razón para eso.
– No huelo a flores -dijo Rhys.
– Yo tampoco, pero tal vez esto no es obra de la Diosa, sino que alguien debería habérmelo contado antes. He vivido toda mi vida teniendo miedo de mi tía. Fui víctima de su tortura, y mi primo hizo desgraciada toda mi infancia cuando mi padre no estaba vigilando.
– Necesitamos saber cuánto de la reina hay en su sobrina -dijo Ivi, con toda solemnidad, a diferencia de su habitual tono burlón. Me di cuenta de que posiblemente, sus burlas, al igual que el humor de Rhys, escondían cosas más serias.
– Rhys necesita una ducha, y las camas están todas ocupadas, pero los sofás son lo bastante grandes.
Rhys me besó en la mejilla.
– Diviértete -dijo, pasando a mi lado hacia la ducha y dejando sus armas fuera, en un estante que había sido diseñado para cosas menos letales, pero que servía perfectamente para las armas, tal como todos habíamos descubierto.
– ¿Los sofás son lo suficientemente grandes para qué? -preguntó Brii.
– Para el sexo -dije-. Sexo esta noche conmigo, pero mañana tienes que persuadir a uno de los otros guardias para que esté contigo, porque esto sólo funciona si vas de mi cama a otra casi inmediatamente, ¿verdad?
– ¿No estarás molesta? -preguntó Brii.
Me reí.
– Si no fuera en parte una diosa de la fertilidad tú no tendrías sexo esta noche. Rhys cumplió con su deber muy bien esta noche, y si de verdad fuera de carne mortal estaría un poco dolorida, pero no lo soy, y el poder aumentará entre nosotros y será bueno.
– ¿Así que tus órdenes son hacer el amor contigo ahora, pero encontrar a otro guardia con quien acostarme tan pronto como sea posible? -preguntó Ivi.
Pensé en ello, y entonces asentí con la cabeza.
– Sí, ésas son mis órdenes.
Ivi me sonrió abiertamente.
– Me gustas.
Le sonreí a mi vez, porque no lo podía evitar.
– Tú también me gustas. Ahora vamos a encontrar un sofá y ver cuánto nos gustamos.
Oí abrirse la ducha detrás de nosotros mientras salíamos del baño.
CAPÍTULO 22
REALMENTE HABÍA DOS SALAS DE ESTAR EN LA CASA DE LA playa. Una era más pequeña e íntima, si puedes definir así un espacio lo bastante grande como para contener el comedor, la cocina, la entrada, el vestíbulo, y una pequeña sala de estar donde sentarse a uno de los lados. Todo eso era la Gran Estancia, pero la parte que era una sala de estar era más pequeña que el resto, así que se quedó con el nombre de la pequeña sala de estar. La grande era un cuarto por sí mismo, con un conjunto de ventanas que iban desde el alto techo hasta el suelo alfombrado. Era una de las pocas estancias alfombradas de la casa, así que ir dejando charcos de agua ahí dentro sería un problema, razón por la cual estaba aislada de la mayor parte de los otros cuartos, y no tenía una puerta de acceso directo al exterior hacia la playa. El largo sofá, compuesto por amplios módulos formaba casi un cuadrado y llenaba el cuarto. Había sólo una entrada estrecha a un costado y mesas de café intercaladas a intervalos con el mobiliario para que pudieras dejar tus bebidas, si la pequeña mesa de madera dorada que estaba a un lado, junto a un bar de sobras abastecido, no estaba lo bastante cerca como para dejar las bebidas allí.
Los sofás eran blancos, descansando sobre una vasta extensión de alfombra color canela. La combinación de colores era muy parecida a la que había en la casa principal de Maeve Reed. Había colores fríos, blancos, cremas, canela, dorados, y azules en otras partes de la casa, pero aquí no había nada que distrajera la vista de la asombrosa extensión del océano, y si no le tenías miedo a las alturas, podías acercarte a los ventanales y mirar hacia abajo para divisar las afiladas rocas que estaban esparcidas a la orilla del mar.
Era a la vez un cuarto hermoso y frío. Daba la impresión de ser un lugar creado para recibir a un socio comercial, no a los amigos. Nosotros íbamos a intentar añadir algo de calor a la decoración.
El cielo todavía se veía negro tras el cristal. El mar se extendía, y parecía aceite brillando negro como la tinta, reflejándose en la luna llena.
La luz de la luna y la oscuridad hacían que la alfombra de color café claro pareciera ser blanca y gris. Los sofás resplandecían casi fantasmales a la luz de la luna. Ésta brillaba lo suficiente para que las sombras alrededor del cuarto parecieran más densas en comparación. Se necesitaba una luna brillante para que las sombras se vieran así. Los tres nos adentramos en esas sombras brillantes y nuestra piel reflejó la luz como si estuviéramos hechos de agua espumosa brillando bajo el resplandor de la luna.
La casa estaba tan silenciosa que podía oír el movimiento y el arrullo del mar contra las rocas de abajo. Nos movíamos en un silencio hecho de luz de luna, sombras, y el suspiro del mar.
Me moví hacia el sofá que estaba más cerca de la pared de cristal, porque llamarlo ventana no le hacía justicia. Era una pared de cristal contra la que el océano se extendía hasta encontrarse con el oscuro horizonte, moviéndose en círculos que resplandecían y brillaban tenuemente bajo el toque de la luna.
Algo en el juego de luces me hizo querer verlo mejor, así que pasé por delante del sofá y me acerqué al cristal, desde donde podía apreciar esa vista vertiginosa del mar y las rocas, y el agua espumosa que se veía blanca y plateada bajo esa luz oscura.
Brii comenzó a quitarse los arcos, las flechas, y las espadas que llevaba dejándolas cuidadosamente sobre la larga mesa situada a un lado del cuarto.
Ivi se me acercó con el arma enfundada y la espada en su cinturón. Llegó hasta mí con el chaleco de la armadura todavía puesto. La mayoría de los hombres estarían indecisos tras tanto tiempo sin una mujer, pero Ivi me sujetó por la parte superior del brazo en un agarre casi hiriente, alzándome para poder besarme. No hizo el menor gesto para inclinarse; sólo me alzó para que pudiera llegar hasta él, y era lo bastante fuerte como para levantarme y simplemente sujetarme donde me quería.