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Eso me hizo mirarlo con un poco más de dureza, intentando prolongar la sensación de bienestar en la que había estado sumida hasta ahora. El amanecer había llegado por el este, así que ahora el cielo occidental estaba iluminado por una luz blanca. La noche se había desvanecido gradualmente durante toda la sesión de sexo.

– No creo que haya una próxima vez -contesté, y me di cuenta de que mi voz estaba ronca de gritar sus nombres.

Él sonrió más ampliamente, y sus ojos reflejaron ese conocimiento que contenían los ojos de un hombre después de que ha estado contigo en la más íntima de las formas.

– Tú nos ordenaste hacer el amor con otra persona tan pronto como fuera posible. No nos mandaste que nunca más hiciéramos el amor contigo.

No podía discutir eso, aunque me daba la sensación de que debería hacerlo, pero todavía no podía pensar con claridad. Mi cuerpo todavía se sentía flojo y líquido, como si sólo lo pudiera controlar a medias. No me había desmayado, pero no había faltado mucho.

Las vides comenzaron a relajarse cayendo de mis brazos y mis piernas, alejándose como si tuvieran músculos y mentes propias. Olí a flores, pero no eran rosas ni flores de manzano.

Miré más allá de Brii, donde todavía yacía apoyado contra el cristal. Había un árbol creciendo junto al cristal, a sólo unos metros de nosotros. Su corteza era blanca y gris, y se elevaba al menos tres metros por encima de nosotros. Estaba cubierto de botones en flor, blancos y rosados, y todo el cuarto olía a dulce, como él.

Peleé por incorporarme sobre los codos, lo justo para poder verlo desde una mejor perspectiva. Me di cuenta de que la corteza era del mismo color blanco grisáceo de la piel de Briac. Siempre había sabido que él era algún tipo de deidad vegetal, pero su nombre no me daba ninguna pista. Me quedé mirando fijamente el árbol florecido, para luego mirar al hombre que aparentemente estaba desmayado a mi lado.

– Es un…

– … cerezo -terminó Ivi por mí.

CAPÍTULO 24

NO ESTÁBAMOS SEGUROS DE SI LA ENREDADERA Y EL ÁRBOL permanecerían, o si se iban a desvanecer igual que el manzano en casa de Maeve Reed, después de que ella y yo mantuviéramos relaciones sexuales. De modo, que sin hacer comentario alguno, desayunamos sentados alrededor de la mesa en la formal sala de estar, bajo un cerezo que extendía sus ramas cuajadas de flores con aroma a primavera.

Traer la comida supuso para Galen y Hafwyn una caminata más larga, pero todo el mundo ayudó, y nadie pensó que hubiera un problema cuando los primeros pétalos comenzaron a caer en nuestros platos. Antes de que hubiéramos acabado de desayunar nos encontrábamos sentados en una habitación cubierta de nieve rosada y blanca formada por los pétalos, y en las ramas, el lugar de las flores ahora lo ocupaban los incipientes brotes verdes precursores del nacimiento de los frutos.

Conversamos tranquilamente bajo la caída de las flores y la creciente vegetación. Y nada de lo que compartimos nos pareció tan malo, tan rudo, o tan peligroso como podría haber sido, como si el mismo aire fuera más dulce y más tranquilo, y nada hubiera que pudiera trastornarnos.

Sabía que esto no podía durar, pero mientras lo hiciera, lo disfrutaríamos. Así que, aunque Doyle y Frost podrían haber estado disgustados por haberse dormido, no lo estaban. Rhys y yo compartimos el sueño acerca de Brennan y sus hombres, y hablamos de lo que esto podría significar, y lo que significaba el que los guardias a quiénes yo había curado, fueran capaces de sanar a otros.

Hablamos de cosas serias, pero nada parecía tener importancia mientras el árbol crecía por encima de nosotros, y la luz se derramaba sobre el mar. Era uno de los domingos más pacíficos que yo podía recordar, repleto de conversación tranquila, sentimientos y celebración, y ni tan sólo la noticia de que Rhys ahora tenía un sithen de su propiedad causó alarma alguna. Era como si nos pudieran haber dado cualquier noticia, sin importar lo trascendental o desalentadora que fuera, que en ese momento no nos habría parecido ni tan importante, ni tan mala.

Disfrutamos de un bendito día de tranquilidad, y aunque habíamos planeado volver a la casa principal esa noche, de alguna manera no lo hicimos. Ninguno de nosotros quiso romper el hechizo, si es que era un hechizo o una bendición. Sin importar qué tipo de magia fuera, o cómo deseábamos llamarla, queríamos que durara. Y realmente duró todo el día, y toda la noche, pero la mañana del lunes siempre llega, y la magia del fin de semana nunca persiste. Ni siquiera para las princesas de hadas y los guerreros inmortales. Qué pena.

CAPÍTULO 25

ESTABA ACURRUCADA CONTRA EL DULCE AROMA DE LA espalda de Frost, un brazo cruzado a través de su cintura, mis caderas arqueadas alrededor de la firme redondez de su trasero. Doyle yacía contra mi espalda, en una perfecta posición de cuchara detrás de mí. Los dos eran unos 40 centímetros más altos que yo, así que mantener esa posición quería decir que teníamos que escoger entre mantener alineadas nuestras caras o nuestras ingles. No había forma de tener ambos.

Doyle se movió en sueños, pasando un brazo sobre mí, buscando a Frost. De entre todos los hombres, ellos dos eran los que más buscaban el contacto el uno del otro mientras dormían, como si necesitaran tener la tranquilidad de saber que no sólo yo estaba allí, sino que el otro hombre estaba también. Me gustaba eso.

Doyle se movió un poco más y fui repentinamente consciente de que su cuerpo estaba encantado de apretarse contra mi trasero. La sensación me sacó rápidamente de mi estado soñoliento. No podía ver el reloj, así que no sabía cuánto tiempo teníamos hasta que sonara la alarma, pero de cualquier forma el poco o mucho tiempo que tuviéramos, pensaba aprovecharlo.

Sonó una música. No era la alarma. Era Paula Cole y su canción “Feelin’ Love”, lo que significaba que era mi móvil. Noté que Doyle y Frost se despertaban instantáneamente. Sus cuerpos tensos, sus músculos listos para saltar y hacer frente a alguna emergencia. Había notado que la mayoría de los guardias se despertaban así, a menos que los despertara con caricias y sexo, como si cualquier otra cosa siempre significara alguna crisis.

– Es mi móvil -dije. Una minúscula parte de la tensión abandonó sus tensos músculos. Frost extendió un largo brazo hacia un lado de la cama y comenzó a hurgar en el montón de prendas, donde habían acabado todas nuestras ropas la noche anterior.

Una de las cosas que me llamaba la atención del Treo [18] era que podía tocar una canción entera, y eso es lo que estaba haciendo mientras Frost buscaba a tientas entre las ropas. Yo habría necesitado a alguien que me sujetara para llegar hasta el suelo sin caerme de la cama, pero Frost llegaba hasta el suelo con facilidad. No había tensión en su cuerpo cuando finalmente me alargó el teléfono.

La canción llevaba sonando el tiempo suficiente como para hacer que me volviera a plantear el tenerla como tono de llamada del móvil. Estaba bien hasta que la canción sonaba demasiado rato y lo hacía en público. El texto sexualmente explícito de la canción no me molestaba, pero siempre acababa esperando que alguna viejecita o madre con niños pequeños protestara. Hasta ahora nadie lo había hecho, tal vez es que siempre acababa descolgando a tiempo.

Abrí el teléfono y me encontré hablando con mi jefe, Jeremy Grey.

– Merry, soy Jeremy.

Me moví, buscando la pantalla luminosa del reloj de la mesita de noche, temiendo haberme dormido. Las cortinas totalmente opacas que colgaban en el dormitorio no dejaban pasar la luz.

– ¿Qué hora es?

– Son sólo las seis; la hora en que se os necesita en la oficina. -Sonó sombrío. Normalmente, Jeremy no era así, lo que quería decir que algo iba mal.

– ¿Qué pasa, Jeremy?

Los hombres se habían puesto boca arriba y me observaban. Estaban tensos otra vez, porque ellos, como yo, sabían que Jeremy no llamaría por teléfono tan temprano para dar una buena noticia. Es divertido cómo nadie te despierta nunca con buenas noticias.

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[18] Palm Treo es una línea de smartphones o teléfonos inteligentes desarrollada originalmente por Handspring. Desde que Palm Inc. comprase esta última empresa los Treo son fabricados por la propia Palm, que los comercializa bajo su nombre de marca. Los Treo combinan en un sólo aparato un terminal de telefonía móvil (GSM o CDMA) con un PDA o asistente digital de mano.