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– ¿Por qué querría hacer eso? -Le pregunté.

– No lo sé, quizás porque Ethan siempre odió el hecho de que su único hermano fuera gay. Él siempre me odió y me culpaba de convertir a su hermano en un maricón.

Intenté separarme para poder ver su cara, pero él evitó mirarme.

– Ethan no creía eso. A Adam siempre le han gustado los hombres.

– Él tuvo novias aquí y allí. Incluso estuvo comprometido una vez antes de salir conmigo.

Toqué su cara y le giré para que me mirara.

– ¿Te hace estos desaires para volver a estar con otras mujeres?

Él sacudió la cabeza, y me di cuenta de que había lágrimas brillando detrás de aquellas gafas oscuras. Aún no lloraba, pero intentaba no parpadear para evitar que cayeran.

– No lo sé. No quiere que le toque. No quiere que nadie le toque. Ya no sé lo que pasa por su cabeza.

Las lágrimas temblaron en el espesor de sus pestañas. Pero mantenía los ojos muy abiertos para impedir que cayeran.

– Ven a cenar con nosotros, al menos disfrutarás de un poco de afecto.

– Se supone que tenemos que cenar juntos esta noche; si funciona podría ser que no necesitara las caricias de nadie más.

Le sonreí.

– Si no apareces, entonces sabremos que tú y tu novio os estáis divirtiendo, y eso sería genial.

Él se rió de mí, y rápidamente se limpió las lágrimas no derramadas. Era gay, pero aún así era un hombre, y la mayoría lamentaban llorar, especialmente en público.

– Gracias, Merry. Siento agobiarte con mis penas, pero mis otros amigos son casi todos gays y…

– Y verían esto como una oportunidad para atraparte -acabé.

Él hizo un movimiento de pesar otra vez.

– No para atraparme, pero soy consciente de que varios de mis amigos serían felices de volver a estar en mi cama.

– En la mayoría de los casos, ése suele ser el problema con los amigos que también son ex-amantes -le dije.

Él se rió y esta vez pareció feliz.

– ¿Qué puedo decir? Soy sólo un tipo amistoso.

– Eso he oído -comenté. Le abracé, y él me abrazó a su vez, más un abrazo de amigo esta vez. -¿Vas a hablar con Adam sobre la posibilidad de asistir a una terapia de pareja? -le pregunté.

– Él dice que no necesita terapia. Que sabe lo que le ocurre. Que perdió a su maldito hermano y tiene derecho a estar triste.

Rhys carraspeó y nos giramos para mirarle.

– Tenemos que identificarnos y pasar el cordón policial. -Habló en un tono completamente neutro, pero yo sabía que había captado bastante de lo que habíamos dicho. En primer lugar, todos los duendes tienen mejor oído que los humanos, y segundo, después de mil años uno tiene mucha práctica en leer a la gente.

– Lo siento -dijo Julian. -Eso ha sido muy poco profesional y para nada aceptable. -Se echó para atrás, separándose de mí, arreglándose la chaqueta y alisándose las solapas mientras al mismo tiempo recobraba la compostura.

Galen se acercó y le dijo…

– Te abrazaremos sin arruinar tu matrimonio.

– Oh, es un golpe para mi ego -le dijo Julian con una sonrisa-, el que no te tiente seducirme.

Galen le sonrió mientras decía…

– No creo que fuera yo el seductor.

Julian sonrió abiertamente a sus espaldas. Cathbodua frunció el ceño y dijo…

– No abrazaré a nadie más que a Usna esta noche.

– Qué triste para ti -le contesté.

Cathbodua frunció el ceño más intensamente. Sacudí la cabeza, pero le dije…

– Nadie tiene que abrazar a los que no quieren ser abrazados. Hay que acariciar porque te apetece, no porque te obliguen.

Ella intercambió una mirada con Saraid.

– Es muy diferente del príncipe.

Saraid dijo…

– Y qué felicidad que así sea.

Julian echó un vistazo a las dos mujeres y luego dijo…

– ¿Pensabais realmente que Merry os obligaría a tocarme si no queríais hacerlo?

Las mujeres sólo le miraron. Julian se estremeció.

– No sé cómo fue vuestra vida antes de ahora, pero yo no voy a obligaros a nada. Si mi encantadora personalidad no consigue haceros desear mi compañía, que así sea.

Las mujeres intercambiaron otra mirada. Cathbodua dijo…

– Dadnos unos meses más en este nuevo mundo y podremos creer todo lo que decís sobre la princesa.

– Dile a Jeremy que excluya a las guardias femeninas del trabajo encubierto durante un tiempo -comentó Julian.

Pensé en cómo cualquiera de las mujeres se podría haber tomado el pequeño paseo con Julian. ¿Habría parecido forzado, una especie de abuso sexual? Había tantos a los que cuidar, y yo acababa de ofrecer mi ayuda a Julian. Pero no me importaba hacerlo, porque sabía cómo podía llegar a afectarte la falta de atención, hasta el punto de llegar a buscarla en desconocidos, mientras la persona que supuestamente te amaba, en lugar de hacerlo te descuidaba. Los humanos echaban la culpa del final de la relación al que engañaba, pero yo sabía por mi primer novio que hay más formas de acabar con una relación que sólo con irse. Puedes dejar a tu pareja tan privada de atención que es como si no estuviera en absoluto enamorada.

Si podíamos ayudar a Julian a sobrellevar el áspero comportamiento de Adam, entonces lo haríamos. Tenía entendido que uno podía morir un poco cada día por la falta del cariño de la persona correcta. Yo había pasado tres años sin el toque de otro sidhe. No quería ver a alguien más pasar por eso si podía ayudarle. Y Adam no me vería como una amenaza, porque era una mujer.

Sacamos nuestras tarjetas de identidad y esperamos a que alguien al mando nos diera permiso para cruzar ante el personal uniformado. Éramos detectives privados, no detectives del cuerpo de policía, y eso significaba que ningún policía diría simplemente…

– Pueden pasar.

Esperamos bajo la brillante luz del sol mientras Julian sostenía mi mano y yo se lo permitía. Hubiera preferido poder dedicarme a aliviar su necesidad de afecto y no tener que ver más cadáveres, pero no me pagaban por acariciar a mi amigo, hoy me pagaban por examinar muertos. Tal vez más tarde podríamos disfrutar de un agradable caso de divorcio. Eso sonaba bastante bien mientras seguíamos al cortés detective entre los demás policías y el equipo de emergencias. Todos ellos evitaban los ojos de los demás. Había aprendido que eso era una mala señal, un indicio de que lo que nos esperaba era cuanto menos inquietante, incluso para esta gente que estaba acostumbrada a ver tales cosas. Seguí andando, pero ahora coger de la mano a Julian, no era sólo para que él consiguiera un poco de cariño en este día; era porque su contacto hacía que me sintiera un poco más valiente.

CAPÍTULO 30

NO HABÍA NADIE AL MANDO EN EL LUGAR DE LOS HECHOS. Todos éramos civiles autorizados en una investigación policial. Yo era mujer y no totalmente humana, así que tenía que dejar alto el pabellón de mi sexo y mi ascendencia.

La primera víctima yacía acurrucada delante de la chimenea. No era una chimenea real, sino uno de esos aparatos eléctricos. El asesino, o los asesinos, habían colocado el cuerpo delante para recrear la ilustración que Lucy nos había mostrado etiquetada y precintada en una bolsa para pruebas. Ella, porque era una mujer, había sido vestida de la misma forma harapienta que en la ilustración. Era un cuento que recordaba haber leído siendo una niña. A mí siempre me habían gustado las historias que trataban de brownies gracias a Gran, mi abuela. Según el cuento, la brownie se quedó dormida frente al fuego y fue literalmente cogida “in fraganti” echándose una siesta por los niños de la casa. La abuelita había dicho… “La brownie debería haber sabido que se quedaría dormida en el trabajo”. El resto de la historia iba de los niños yendo con la brownie al mundo de las hadas y yo sabía que ésta había sido alterada porque había estado allí siendo niña y esto no se parecía en nada al libro.