– Bien, otro recuerdo de infancia arruinado -dije suavemente.
– ¿Qué has dicho? -preguntó Lucy.
Negué con la cabeza.
– Lo siento, pero mi abuela me leyó este cuento cuando era una niña. Estaba pensando en leérselo a mis propios hijos, pero tal vez ahora no lo haga. -Me quedé mirando fijamente a la mujer muerta y me obligué a examinar lo que le habían hecho en la cara. Había una brownie en la historia, así que la habían convertido en brownie quitándole la nariz y los labios, para que se pareciera a lo que ellos necesitaban para la foto.
Rhys se acercó a mí y me dijo…
– No le mires la cara.
– Puedo hacer mi trabajo -contesté, sin tener la intención de sonar a la defensiva.
– Quiero decir que la mires por entero, en su conjunto, no sólo la cara.
Fruncí el ceño, pero hice lo que él me pedía, y en el momento en que pude fijarme en sus piernas y brazos desnudos sin distraerme por el horror de la cara comprendí lo que quería decir.
– Es una brownie.
– Exactamente -dijo.
– Han hecho una carnicería con ella para que se parezca a una brownie -dijo Lucy.
– No, Rhys se refiere a sus brazos y piernas. Son más largos, conformados de forma algo diferente. Apostaría a que ella se ha sometido a algún tipo de depilación para eliminar su más que humana cantidad de vello del cuerpo.
– Pero su rostro era humano. Limpiaron la sangre pero le cortaron la boca para que quedara así -dijo Lucy.
Asentí con la cabeza.
– Sé de al menos dos brownies que se han hecho cirugía plástica para tener nariz y labios, una cara humana, pero no hay forma de arreglar del todo los brazos y las piernas, que siguen siendo un poco delgados, un poco diferentes.
– Robert levanta pesas -dijo Rhys-. Da más tono muscular y ayuda a moldear las extremidades.
– Los brownies pueden levantar cinco veces su propio peso. Normalmente no necesitan hacer pesas para ser más fuertes.
– Él lo hace simplemente porque así se ve más humano -dijo Rhys.
Toqué su brazo.
– Gracias. No podía ver nada excepto su cara. Limpiaron la sangre pero esas heridas son, obviamente, recientes.
– ¿Estás diciendo que ella en realidad era una brownie? -preguntó Lucy.
Ambos asentimos con la cabeza.
– No hay nada en su historial que diga que es cualquier otra cosa excepto un humano nacido en Los Ángeles.
– ¿Podría ser en parte brownie y en parte humana? -dijo Galen, que se había acercado a nosotros.
– ¿Quieres decir como Gran? -Pregunté.
– Sí.
Pensé en ello, y miré el cuerpo, intentando ser objetiva.
– Tal vez, pero aún así tiene que haber tenido un padre que no era humano. Eso aparecería en registros censales y en todo tipo de documentos. Tiene que haber algún registro de sus antecedentes.
– A la primera ojeada da la impresión de ser humana y nacida en la ciudad -dijo Lucy.
– Profundiza un poco más -dijo Rhys-. Una genética así de pura no está muy lejos de tener un ancestro hada.
Lucy asintió con la cabeza y parando a uno de los otros detectives, habló en voz baja con él, marchándose después éste a paso rápido. A todo el mundo le gusta tener algo que hacer en una escena de homicidio; da la impresión de que la muerte no es tan mala, si tienes algo que hacer.
– El calentador eléctrico parece completamente nuevo -dijo Galen.
– Sí -asentí.
– ¿La primera escena fue como ésta? -preguntó Rhys.
– ¿A qué te refieres?
– Escenificada con atrezzo traído para parecer un trabajo de ilustración.
– Sí -dije-, sólo que de un libro diferente. Una historia diferente, pero sí, se trajo utilería para hacer que la escenificación fuera tan perfecta como les fue posible.
– La segunda víctima no es tan perfecta como ésta -dijo Galen.
Ambos estábamos de acuerdo en que no lo era. Asumíamos que las víctimas eran Clara y Mark Bidwell, quienes vivían en esta dirección. La altura era similar y la descripción general también encajaba, pero honestamente, a menos que pudiéramos identificarles por sus patrones dentales o sus huellas digitales no podíamos estar seguros. Sus rostros no eran los mismos que nos sonreían desde las fotos colgadas en la pared. Asumíamos que eran la pareja que vivía aquí, pero era eso, una suposición. La policía suponía lo mismo, así que me quedé algo más tranquila, pero sabía que rompía una de las primeras reglas que Jeremy me había enseñado: nunca supongas nada sobre un caso. Pruébalo, no lo asumas.
Como si mi pensamiento le hubiese conjurado, Jeremy Grey entró en la habitación. Era de mi estatura, algo más del metro cincuenta, y llevaba un traje negro de diseño que hacía que su piel gris resaltara en un tono gris más oscuro e intenso y aunque nunca sería un tono de piel humano, en cierta forma, ese traje le daba una apariencia similar. Justo este año había dejado de vestirse completamente de gris. Me gustaban los nuevos colores que usaba. Llevaba tres meses saliendo en serio con una mujer que era diseñadora de vestuario en un estudio cinematográfico y se tomaba el asunto de la ropa bastante en serio. Jeremy siempre se había vestido con trajes caros y zapatos de firma, pero parecía que ahora todo le sentaba mejor. ¿Tal vez el amor es el mejor accesorio de todos?
Su cara triangular estaba dominada por una gran nariz ganchuda en forma de pico de ave. Él era un Duende Oscuro [19], ésa era su raza, y había sido exiliado siglos atrás por robar una sola cuchara. En aquellos tiempos el robo era un crimen muy serio entre todas las clases de hadas, pero los duendes oscuros eran conocidos por sus puritanos puntos de vista respecto a un montón de cosas. Aunque también tenían la reputación de robar a las mujeres humanas, así que no eran puritanos para todo.
Siempre se movía con elegancia; incluso las fundas de plástico que llevaba sobre los zapatos de diseño no le hacían parecer otra cosa que elegante. Los duendes oscuros no tenían la reputación de ser elegantes, pero Jeremy sí la tenía, y siempre hacía que me preguntara si él era la excepción de su pueblo, o si eran todos así. Nunca se lo había preguntado, porque eso le recordaría lo que perdió tanto tiempo atrás. Entre las hadas, es más cortés preguntar sobre la muerte trágica de un pariente, antes que sobre su exilio del mundo feérico.
– El hombre que hay en el dormitorio es humano -dijo.
– Tendré que volver y examinarlo otra vez, porque honestamente, todo lo que pude ver fueron los cortes faciales -le dije.
Él me palmeó el brazo con su mano enguantada. Habíamos tenido que ponernos todo el equipo protector aunque si a alguno de nosotros se le ocurría tocar algo íbamos a recibir un buen grito. Estrictamente se podía mirar pero no tocar. Aunque en honor a la verdad, tampoco tenía tentación alguna de tocar nada.
– Te acompaño -me dijo. Eso me hizo saber que quería hablar conmigo a solas. Galen comenzó a seguirme, pero Rhys le detuvo. Jeremy y yo atravesamos el apartamento extrañamente oscuro. Estaba decorado con persianas de color marrón y dorado. Era el colorido típico para un apartamento, pero es que incluso el mobiliario era de color marrón. Era todo muy sombrío y vagamente deprimente. Pero tal vez eran imaginaciones mías.
– ¿Qué pasa, Jeremy? -Pregunté.
– Lord Sholto está afuera en el pasillo con el resto de tus guardias no autorizados.
– Sabía que vendría -dije.
– Avisa a un duende oscuro la próxima vez que el Rey de los Sluagh sea esperado.
– Lo siento, no lo pensé.
– Pues Lord Sholto acaba de confirmar la llamada que recibí de Uther. Le tengo al otro lado de la calle con lo ojos puestos en este lugar.
– ¿Él vio algo?
– No acerca del caso -dijo Jeremy, y me hizo pasar al dormitorio donde yacía el segundo cuerpo. Al hombre le habían tratado la cara igual que a la mujer, pero ahora que podía apartar la vista de sus rostros, me di cuenta de que Jeremy y Rhys tenían razón, él era humano. Las piernas, los brazos y la constitución del cuerpo eran proporcionados. Llevaba puesta una túnica que los asesinos habían cortado a pedazos para que se pareciera a los harapos que el brownie vestía en la historia, pero no llegaba al parecido casi perfecto de la víctima en el otro cuarto.
[19] En inglés, Trow. Con respecto al folklore de Gran Bretaña, en las islas de Orkney, los Trow o duendes negros son similares al Svartalfar, a los trolls o a los enanos escandinavos. Se trata de criaturas que habitan en minas y cuevas, pudiendo ser bondadosos o malvados, aunque la inclinación hacia la maldad es más común. El Drow o los duendes oscuros son el equivalente del Trow, oriundo de leyendas populares en la isla de Shetland. Se trata de duendes pequeños conocidos por sus labores mineras y de metalurgia, habilidades que comparten con los enanos. En la mitología irlandesa, un drow es un monstruo de piedra, procedente del Fomori, parecido a un troll escandinavo.