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Los asesinos habían dejado atrás una ilustración, y ésta encajaba, pero habían tenido que improvisar algunas partes de la escenografía. Le habían dejado tirado boca arriba para que se viera igual a la imagen del brownie borracho del vino mágico de las hadas. Otra vez cometieron un error. Los brownies no se emborrachan, los bogarts sí lo hacen, y si un brownie se transforma en un bogart se vuelve muy peligroso, una especie de problema al estilo de “Jekyll & Mr.Hyde”. Un brownie borracho no se desmaya pacíficamente como un humano, pero me había encontrado con un montón de cuentos de hadas donde podías encontrar partes que eran exactas y partes que de tan equivocadas eran ridículas.

– Trajeron el libro con ellos o escogieron esta ilustración a posteriori, tan tarde que no pudieron conseguir todos los accesorios que necesitaban para conseguir una buena recreación.

– Estoy de acuerdo -dijo Jeremy.

Algo en la forma en que lo dijo me hizo mirarle.

– Si no es sobre el caso, ¿Entonces qué pudo haber visto Uther que fuera tan importante?

– Alguien de la prensa allí afuera sumó dos y dos y decidió que la pequeña mujer que iba con Julian debía de ser la princesa disfrazada.

Suspiré.

– ¿Así que están ahí afuera esperándome otra vez?

Él asintió con la cabeza.

– Me temo que sí, Merry.

– Mierda -dije.

Asintió con la cabeza otra vez.

Suspiré, moviendo la cabeza.

– Ahora no puedo preocuparme por ellos. Necesito ser útil aquí.

Jeremy me sonrió, y palmeó mi brazo otra vez.

– Eso es lo que yo necesitaba saber.

Le miré, frunciendo el ceño.

– ¿Qué quieres decir?

– En el caso de que hubieras dicho algo diferente, te hubiera asignado al circuito de fiestas y te hubiera dejado fuera de los casos reales.

Le miré.

– ¿Quieres decir que me hubieras adjudicado el marrón de atender a las celebridades y los aspirantes a celebridades que sólo quieren darse el capricho de tener a la princesa en su casa?

– Se paga extremadamente bien, Merry. Inventan casos de pega para que vayamos, y yo te envío a ti o a tus bellos hombres y ellos consiguen más atención de la prensa. Nos beneficia a todos, y nos hace ganar dinero en un momento donde la mayoría de agencias está teniendo problemas.

Tuve que pensarlo por un momento y entonces le dije…

– ¿Estás diciendo que la publicidad extra realmente nos proporciona más dinero que si no la tuviésemos?

Él asintió con la cabeza y sonrió, mostrando su sonrisa blanca y rectilínea que era el único trabajo “cosmético” que se había hecho al llegar a Los Ángeles.

– En cierto modo, tú eres como cualquier celebridad, Merry. En el momento en que a la prensa ya no le importes lo suficiente como para hacer tu vida miserable, ya estarás en el lado contrario.

– El peso de la prensa siguiéndome quebró un escaparate la semana pasada -le dije.

Él se encogió de hombros.

– Y la noticia se publicó a nivel mundial, ¿O evitaste la televisión todo el fin de semana y no lo viste?

Sonreí.

– Sabes que evito ver los espectáculos donde es posible que salga, y tuvimos otras cosas que hacer este fin de semana además de ver la tele.

– Supongo que si tuviera tantas novias como tú tienes novios también estaría demasiado ocupado para ver la tele.

– Y también estarías exhausto -dije.

– ¿Insultas mi capacidad de aguante? -preguntó sonriente.

– No, soy una mujer, tú eres un hombre. Las mujeres tienen orgasmos múltiples, los hombres no y ni siquiera muchos.

Eso le hizo reír. Uno de los policías dijo…

– Jesús, si ustedes pueden reírse viendo esto, entonces es cierto que son unos bastardos de sangre fría.

Lucy habló desde la entrada…

– Creo que oigo a tu coche patrulla preguntándose dónde estás.

– Se están riendo del cadáver.

– No se ríen del cadáver. Se ríen porque han visto cosas que a ti te harían salir corriendo a casa para llorarle a tu mamá.

– ¿Peor que eso? -preguntó él, haciendo señas hacia el cuerpo.

Jeremy y yo asentimos con la cabeza y dijimos…

– Sí.

– ¿Cómo pueden reírse?

– Sal a tomar el aire, ¡ahora! -dijo Lucy, haciendo que la última palabra sonara muy seca.

Dio la sensación de que el policía iba a discutir, pero recapacitó y se marchó. Lucy se volvió hacia nosotros.

– Lo lamento.

– No pasa nada -le dije.

– Sí, sí que pasa -dijo ella-, y además la prensa te ha localizado o creen haberlo hecho.

– Jeremy me lo ha dicho -dije.

– Vamos a tener que sacarte de aquí antes de que los periodistas que te buscan superen a los que están aquí por los asesinatos.

– Lo lamento, Lucy.

– Sé que no disfrutas con ello.

– Mi jefe justo acaba de informarme de que soy más rentable investigando crímenes ficticios y asistiendo a fiestas de celebridades que cuando trabajo con crímenes reales.

Lucy arqueó una ceja hacia Jeremy.

– ¿De verdad?

– Claro que sí -afirmó él.

– Aún así, necesitamos que te dejes ver afuera antes de que los perros de caza de la prensa se entrometan en nuestra investigación.

Asentí con la cabeza.

– ¿Averiguaste algo más sobre la mujer, la brownie?

– Resulta que ha estado haciéndose pasar por humana, pero en realidad es una brownie de sangre pura. Tenías razón en que el cirujano plástico querría enterarse de sus antecedentes antes de comenzar a trabajar en su rostro. ¿Por qué era tan importante?

– Las hadas no sanan como los humanos, lo hacen muchísimo más rápido. Si el cirujano plástico no sabe que está trabajando con un brownie puede darse el caso de que se encuentre con que su piel cicatriza a mayor velocidad de la que él puede trabajar -le dije.

– O… -agregó Jeremy-, hay algunos metales y medicamentos hechos por el hombre que son mortíferos para nosotros, especialmente para las hadas menores.

– Y algunas anestesias no nos hacen efecto -agregué.

– ¿Ves? Ése es el motivo por el que te quería aquí. A nadie de entre nosotros se le habría ocurrido pensar en el médico y la importancia que tenía el que fuera una brownie de sangre pura. Necesitamos tener a un oficial feérico que nos ayude ocupándose de cosas como ésa.

– Oí que estabas haciendo presión para reclutar a uno de nosotros -dijo Jeremy.

– Para ayudar en escenas como ésta, y colaborar para conseguir un entendimiento mutuo. Ya sabes lo que pasa, las hadas no confían en nosotros. Aún somos los mismos humanos que los echaron de Europa.

– No exactamente los mismos -dijo él.

– No, pero ya sabes lo que quiero decir.

– Eso me temo.

– ¿Tenéis algún candidato? -Pregunté.

– No, que yo sepa.

– ¿Tendría que tener una apariencia humana? -Pregunté.

– Que yo sepa no lo limitan a un determinado tipo de hada. Sólo quieren tener a alguien en el equipo que sea hada. La mayor parte de nosotros consideramos que eso ayudaría a suavizar las cosas. Por ejemplo, tenemos a una banda de pederastas que utilizan a las hadas que tienen apariencia de niños.

– Eso no es pederastia -dijo Jeremy-. Las hadas consienten y muchas veces tienen centenares de años de edad, bastante legal por lo demás.

– No, si se intercambia dinero, Jeremy. La prostitución sigue siendo prostitución.

– Tú sabes que las hadas no comprenden eso como concepto -dijo él.