Выбрать главу

– Lo sé. Creéis que regular el sexo es lo mismo que regular lo que podéis hacer con vuestros cuerpos, pero no es lo mismo. Francamente, y nunca admitiré esto en público, si esas hadas con apariencia aniñada pueden satisfacer a esos pervertidos, allá ellas. Los mantienen a distancia de los niños de verdad, pero necesitamos hablar con las que estén implicadas con los pederastas para averiguar si saben de algún niño que pudiera estar involucrado.

– Nosotros protegemos a nuestros niños -dijo Jeremy.

– Pero alguno de los más ancianos entre vosotros ni siquiera parecen tener dieciocho años, se ven como niños.

– Ésa es otra diferencia cultural -reconoció Jeremy.

– Si hicieras una excepción con las hadas adultas que estuvieran dispuestas a ofrecerse a los pederastas, te ayudarían a encontrar a los que todavía apuntan a los niños -dije.

Lucy asintió con la cabeza.

– Sé que parecen niños, carne fresca, algunos muy humanos, y son tratados como carne fresca, pero si se defienden usando la magia puede convertirse en un crimen federal.

– Y lo que tal vez comenzó como un primer arresto por prostitución se convierte repentinamente en arresto por uso de la fuerza mágica, lo cual es mucho más serio porque conlleva pena privativa de libertad -dije.

– ¿Y qué pasa con el duende que asesinó a un hombre que trató de violarle en prisión, y ahora tiene un cargo por homicidio? -dijo Jeremy.

– Él aplastó la cabeza del hombre como si fuera un huevo, Jeremy -dijo Lucy.

– Vuestro sistema jurídico humano todavía nos trata como si fuéramos monstruos, a menos que tengamos inmunidad diplomática y una princesa famosa.

– Eso no es justo -dije.

– ¿No es justo? Nunca ha habido un sidhe encarcelado en este país. Pertenezco a la pequeña gente, Merry. Confía en mí cuando digo que los humanos siempre han tratado a tu gente de forma diferente que al resto de nosotros.

Quise discutir, pero no podía.

– ¿Le preguntaste al cirujano plástico si ha intervenido a más hadas?

– No, pero podemos hacerlo -dijo ella.

– No había nada fuera de lo normal en los semiduendes de la primera escena, pero averigua si estaban haciendo alguna cosa para transformarse en humanos.

– No podrían. Son del tamaño de muñecas Barbie o más pequeños -dijo Lucy.

– Algunos semiduendes pueden transformarse pasando a tener una talla más grande, entre noventa y ciento cincuenta centímetros de altura. Es una habilidad rara, pero si pueden hacerse así de altos, también pueden disimular sus alas, dependiendo del tipo de alas que sean.

– ¿De verdad? -preguntó Lucy.

Miré a Jeremy.

– Una de tus estrellas de cine mudo era una semihada que escondía sus alas. Conocí a un trabajador de salón que también lo hacía.

– ¿Y ninguno de sus clientes se enteró? -preguntó Lucy.

– Usaba el encanto para esconderlas.

– No sabía que las hadas usaran tan bien el encanto.

– Oh, algunos de ellas son mejores con el encanto que los propios sidhe -dije.

– Ésas son noticias -dijo Lucy.

– Hay un viejo dicho entre nosotros que dice que allí donde van las Hadas menores, el mundo de las hadas las sigue. Implica que las semihadas o semiduendes fueron los primeros de nosotros en aparecer, y no los sidhe o los viejos dioses que se han vuelto pequeños, sino que en realidad son la primera forma y la esencia de nuestra raza.

– ¿Y eso es cierto? -preguntó ella.

– Que yo sepa nadie lo sabe -dije.

– Es la versión hada del huevo y la gallina. ¿Cuál fue primero, las semihadas o los sidhe? -dijo Jeremy.

– Los sidhe dirán que nosotros, pero honestamente, nunca he conocido a alguien lo suficientemente viejo como para contestar la pregunta.

– Algunos de los semiduendes que fueron asesinados tenían trabajos de día, pero asumí que eran semiduendes. No se me ocurrió pensar que podrían estar tratando de pasar por humanos.

– ¿En qué trabajaban? -pregunté.

– Recepcionista, dueño de su propio negocio de jardinería, asistente de vendedor de flores, e higienista dental. -Ella frunció el ceño al decir la última-. Me llamó la atención el último.

– Yo comprobé al recepcionista y al higienista dental -dijo Jeremy.

– ¿Qué hay acerca del resto? -pregunté.

– Uno de ellos trabajaba en el negocio de jardinería con el jefe, y los otros dos estaban sin empleo. Hasta donde puedo decir, eran hadas de las flores a tiempo completo, lo que sea que signifique eso.

– Quiere decir que atendían a su planta o flor especial y no sentían la necesidad de dinero -dijo Jeremy.

– Quiere decir que tenían magia suficiente para no necesitar un trabajo -agregué.

– ¿Eso es típico de los semiduendes, o inusual? -preguntó.

– Depende -dije.

Su móvil sonó. Ella lo sacó del bolsillo, dijo unos pocos “Sí, señor”, y luego colgó. Suspiró, mientras decía…

– Mejor sales y te dejas ver, Merry. Nada de ocultarse con magia. Ése era mi supervisor inmediato. Te quiere fuera y así la prensa se dispersará. Hay tantos de ellos que temen que no podrán abrirse paso entre ellos para sacar los cuerpos.

– Lo siento, Lucy.

– No lo sientas. Toda esta información no la podría haber obtenido con sólo policías humanos. Oh, y él dijo que llevaras a tus hombres contigo por si acaso.

– Quiso decir a los sidhe, no a mí, ¿verdad? -preguntó Jeremy.

Ella sonrió.

– Haremos esa suposición. Me gustaría mantener al menos a uno de vosotros aquí hasta que aclaremos la escena.

– Sabes que Grey…

Julian agregó…

– Y Hart.

Jeremy le sonrió.

– Grey y Hart Agencia de Detectives estará encantada de ayudar.

– Envié a Jordan a casa. Él es un poco más empático que yo, y las emociones residuales eran demasiado para él.

– Está bien -dijo Lucy.

– Si te apresuras él debe estar todavía en el pasillo -me dijo Julian.

Yo estudié su cara agradable y pregunté…

– ¿Necesita tomar el aire?

– Él no lo ha dicho, pero si sales al mismo tiempo que él, te acompañará, Merry.

– Está bien, entonces iré y dejaré a Jordan en la oficina para que pueda preparar su informe y tal vez te veré esta noche después de la cena.

Él asintió con la cabeza.

– Espero que no me veas.

– Yo también -contesté y fui al otro cuarto para llevarme a Rhys y a Galen a quienes, como detectives autorizados, les habían permitido entrar en el apartamento, y recoger a Saraid y Cathbodua todavía en el pasillo, que fue lo más cerca que la policía las dejó pasar sin tener una licencia de detective. También era el motivo por el que Sholto no estaba autorizado a entrar en la escena del homicidio. Esperaba que Jordan todavía estuviera en el corredor. Julian no lo habría mencionado si no hubiese estado profundamente conmocionado. Yo no podía sentir residuos emocionales en las escenas de los crímenes, y siempre que observaba el efecto que eso tenía en un empático me alegraba una vez más de que ése no fuera uno de mis dones.

CAPÍTULO 31

ENCONTRAMOS A JORDAN EN EL DESCANSILLO DE LA escalera. Estaba pálido y sudaba, su piel estaba húmeda y pegajosa al tacto. Temí que le hubiésemos perdido cuando no le encontramos en el pasillo, pero en realidad estaba apoyándose en Galen para poder bajar las escaleras, lo que quería decir que estaba en mala forma. Jordan no era, de los hermanos Hart, precisamente al que le gustaba el contacto físico.

Llevaba el mismo corte de pelo que su hermano, corto en las sienes y de punta en la parte superior de su cabeza, pero su chaqueta era de un paño castaño rojizo sobre unos pantalones marrones, y su camisa era de un color rojo tomate. Toda esa gama de colores debió haberse visto bien cuando Jordan empezó el día, pero ahora no hacía más que poner de relieve la palidez enfermiza de su piel.