– Yo te lo he dado antes -dije.
– Pero en segundo lugar, después de haberte complacido -Se quedó a cuatro patas a mi lado, esperando a que yo le diera permiso.
– ¿Por qué es tan importante que yo me corra primero, aparte de que me lo pase tan bien?
Él se arrodilló en la cama, sentándose sobre sus talones.
– ¿Tú sabes cómo ven los trasgos el sexo oral?
– Los trasgos poderosos no ofrecen sexo oral, lo reciben de trasgos menos poderosos. Es una señal de dominación obtenerlo, pero no proporcionarlo.
Él sonrió.
– Exactamente. Algunos trasgos poderosos pueden ofrecer sexo oral a sus putos, pero sólo en privado, donde nadie jamás se enterará.
Yo tenía otros dos amantes medio trasgos, los poderosos gemelos Holly y Ash. Uno de los gemelos estaba considerado como un pervertido entre los trasgos porque amaba proporcionar sexo oral a las mujeres, pero sólo lo hacía cuando nosotros tres estábamos solos. Él sabía que su hermano nunca hablaría, ni yo tampoco, pero si alguien alguna vez se enterara, eso perjudicaría su estatus entre los trasgos.
– Puedes darme placer, pero sólo después de que yo te haya complacido primero.
– No voy a decir nada, Kitto.
Él negó con la cabeza.
– Tú eres sidhe y eso quiere decir magia, pero los trasgos os ven como más blandos, más débiles. Yo nunca haría nada que pudiera ponerte en peligro.
Me puse de espaldas, apoyándome sobre los codos.
– ¿Estás diciendo que si los trasgos se enteran de que te proporcioné sexo oral antes de que tú me tocaras, yo perdería mi estatus entre ellos?
Él asintió con la cabeza, y estaba muy serio.
– Entre los trasgos hay quien piensa que Kurag, el Rey de los Trasgos, está loco por ti y es por eso que los trasgos son tus aliados. No le creen cuando dice que eres sabia y poderosa.
– Y si se enteraran de que te dejo ser dominante en mi cama, ¿eso perjudicaría mi status?
Él asintió otra vez.
– Y reduciría el poder de Kurag sobre ellos. Los reyes trasgos nunca abdican, o mueren de viejos, Merry. Son asesinados por sus sucesores.
– Los sucesores más probables de Kurag son Holly y Ash, y ellos también son mis aliados.
– Algunos piensan que sólo te acostaste con los gemelos para evitar que mataran a Kurag.
– ¿Por qué me importaría Kurag lo suficiente para hacer eso? -Pregunté.
– Hay aquellos en nuestra corte que piensan que los gemelos no honrarían el tratado que Kurag hizo contigo, y entonces los trasgos serían libres para aliarse con quien ellos quisieran cuando los Oscuros tengan un nuevo gobernante.
– Andais no va a renunciar -dije.
– Por nadie, excepto por ti -dijo él.
– No quiero el trono -dije.
– Entonces ella será reina hasta que alguien la asesine. Tengo miedo de que quienquiera que tome el trono siempre te vea como una amenaza para conservar la corona.
– Porque el mundo de las hadas y la Diosa nos coronaron a mí y a Doyle.
– Sí, y tú eres del linaje de la reina.
– Tal vez el mundo de las hadas escogerá un gobernante nuevo para ellos.
– Tal vez -dijo él, pero sonó dudoso.
– ¿Pero qué tiene que ver la política con la práctica del sexo oral en la intimidad de nuestro propio dormitorio?
– Hasta que las cosas estén decididas tanto en la corte Oscura como en la de los trasgos no quiero hacer nada que pueda causarte un problema.
Estudié su cara solemne.
– Quieres decir eso. Que hasta que ambas cortes estén seguras de sus gobernantes, tú me das placer primero.
Kitto asintió con la cabeza.
Suspiré, y después sonreí.
– Tampoco es que sea una calamidad; tienes un gran talento con la boca.
Él sonrió, y no hubo nada humilde en la expresión de su cara.
– Fui un prostituto pasado de un poderoso amo a otro para ofrecer sexo. Tenía que ser hábil con lo único que podía proporcionar para conseguir que me apreciaran y me protegieran.
– Nunca te lo he preguntado antes. ¿Cómo es que no tenías un amo o un ama cuando me fuiste ofrecido por Kurag?
– El marido de mi última ama tenía celos de mí, y dado que eso era una señal de debilidad, mi ama tenía que elegir entre deshacerse de mí, o retar a duelo a su marido.
Le miré.
– Ése es un aspecto de la cultura trasgo que no conocía.
– La debilidad no es tolerada entre nosotros.
– Tú eres tan sidhe como trasgo, tal vez más -le dije.
Él dejó ver una pequeña sonrisa que no pude descifrar.
– Tal vez, pero por ahora, por favor… ¿me dejas darte placer?
– Y cuando me hayas hecho gritar tu nombre, ¿entonces qué?
– Luego me gustaría muchísimo follarte -Él lo dijo en un tono muy formal, pero la elección de palabras era trasgo. Los trasgos no hacían el amor, follaban. Realmente, algunos hacían el amor, pero si lo preguntabas en público, follaban.
– Nadie puede oírnos, Kitto.
– Quiero darte placer oral, y después quiero follarte.
Suspiré otra vez, y asentí con la cabeza.
– Vale -dije.
– ¿Sí? -dijo él.
Sonreí, viendo como la felicidad inundaba su rostro.
– Sí.
– ¿Vamos a hacer que te esperen para la cena?
– ¿Por qué lo dices? -Pregunté, porque sabía que tendría una razón.
– Porque si con la boca consigo que te corras más de dos veces, y luego te follo todo el tiempo que quiero, tendrán que esperar para cenar.
Sabía que no estaba fanfarroneando.
– Supongo que tendrá que ser un polvo rápido -le dije.
Él miró el reloj de la mesilla.
– Una hora, eso será un polvo rápido.
Había más de una razón por la que amaba tener a Kitto en mi vida.
CAPÍTULO 36
KITTO ME RECORDÓ QUE SU LENGUA NO ESTABA UNIDA A LA misma musculatura que el resto de mis amantes tenían en la boca y la garganta. Me recordó que su lengua era más larga y más fina, que tenía una punta parcialmente prensil y bifurcada. Esto significaba que podía hacer cosas con su lengua que no serían posibles para alguien que no tuviera un equipamiento superior al de un humano.
Lamió, tocó, y chupó hasta que grité su nombre hacia el techo, y luego presionó con su boca otra vez y usó su lengua haciendo una serie de rápidos movimientos que sólo parecían funcionar después de haberme corrido al menos ya una vez, pero Kitto quería que esto ocurriera una segunda vez. Introduje los dedos en su pelo, sintiendo sus sedosos rizos y le clavé las uñas ligeramente en el cuero cabelludo. Ese pequeño dolor pareció animarle para elevarme a nuevas alturas, llevándome a un tercer orgasmo.
Mis ojos se quedaron en blanco de forma que parecía ciega, mis manos cayeron laxas a mis costados mientras mi cuerpo seguía temblando gracias al trabajo de su talentosa boca. Sentí moverse la cama, sentí su cuerpo extenderse sobre mis muslos abiertos. Traté de abrir los ojos para verle entrar en mí, pero no conseguía que mi cuerpo respondiera lo bastante para poder hacerlo. Él se había excedido esta noche.
Pero la sensación de él entrando en mí mientras yo estaba mojada, tan excitada , aumentó el placer haciendo que me retorciera bajo su cuerpo. No pude menos que moverme cuando él se empujó dentro de mí. Kitto sabía que no era tan grande como algunos de los hombres que frecuentaban mi cama, pero sus preliminares lo compensaban, y de ninguna de las maneras era pequeño. Empujó toda su gruesa y henchida dureza dentro de mí, sólo unos pocos centímetros cada vez, hasta que dejé escapar unos pequeños ruidos de impaciencia antes de que se sepultara dentro de mí todo lo que su cuerpo y el mío permitían. Entonces comenzó a salir de mi cuerpo, despacio, deliberadamente controlado.
Mi cuerpo no quería todo ese control, o esa lentitud. Comencé a mover las caderas bajo su cuerpo para poder acoger su longitud y tomar todo de él, de forma que todo su control quedara desbaratado por mi impaciencia.