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– No, pero su novia sí lo tiene. Ella es una cosita pequeña y uno piensa que es inofensiva y linda. Un poco enferma, pero linda.

– ¿Ella está enferma, mentalmente enferma?

– Bueno, sí, pero lo que quiero decir es que es la relación la que está enferma. Quiero decir, ella es un semiduende y él es de mi tamaño.

– ¿Ella no es uno de los que pueden cambiar de tamaño? -le pregunté.

Él sacudió la cabeza.

– No, pero desea hacerlo, y por eso odia a todos los duendes que pueden disimular lo que son mientras que ella no puede hacerlo.

– ¿No tiene suficiente encanto para ocultarlo?

– Puede hacerse pasar por una mariposa, pero realmente no se maneja muy bien con el encanto, y las personas casi siempre pueden ver a través de sus ilusiones. He conocido a otros que eran mucho mejores que ella usando el encanto.

– Entonces la varita no era para él, era para ella -comenté.

Él asintió.

– Sí, y funcionó. La última vez que la vi, era mucho más poderosa. Ella usó el encanto conmigo, hizo que… la quisiera… que la viera… mucho más grande, pero ella no lo era. Yo… -Él estaba obviamente avergonzado.

Se inclinó sobre el escritorio, alargando una mano, suplicando…

– Hice cosas. Cosas que no quería hacer. -Él sacudió la cabeza. -No, no, no vas a creerme. Puedo verlo en tus ojos.

Quería que él nos contara todo lo que sabía, y yo le diría a la policía que él había venido voluntariamente. Teníamos permitido usar la magia para ayudar a nuestros clientes. ¡Qué demonios! ésa era una de las razones por las que nuestra agencia era conocida, y sabía que estaba justificando lo que iba a hacer después.

Me levanté para poder rodear el escritorio y tocar su mano.

– Está bien, sé lo que puede llegar a afectar el poder de un semiduende.

Él miró mi mano en la suya.

– ¿Puedo sostener tu mano?

– ¿Por qué quieres hacerlo?

– Porque estoy ciegamente enamorado de las hadas, soy un adicto a su contacto y sostener tu mano sería mucho más de lo que alguna vez pensé que podría llegar a hacer.

Estudié sus ojos. Había dolor allí y era real. Pensé en ello, y supe que cuanto más me tocara, más probabilidades habría de que nos lo contara todo. Si realmente era un adicto a las hadas, dejar que me tocara nos daría acceso a todos y cada uno de sus secretos. Acepté…

– Sí.

Tomó mi mano en la suya, y su mano temblaba como si el gesto fuera mucho más importante de lo que debería de haber sido. Frost le tocó en el hombro, pero en vez de tener miedo, Donal le miró como si el roce fuera maravilloso. Tenía que estar realmente mal.

– Mi terapeuta dice que estoy jodido porque miraba pornografía feérica cuando tenía doce años. Dice que por eso soy un adicto a las hadas, y todos mis intereses se centran en los sidhe, porque los vi brillar en la pantalla cuando mi sexualidad se estaba formando. -Dejó de mirar a Frost para mirarme a mí, y su mirada parecía atormentada. -Una vez que he visto cómo dos de vosotros iluminan una habitación, ¿cómo puede compararse cualquier humano?

Parpadeé hacia él.

– Lo siento. No sabía que algún sidhe hubiera hecho pornografía.

Rhys contestó…

– Aparecieron unos cuantos al mismo tiempo que Maeve Reed, pero no tenían su capacidad de interpretación.

Eché una ojeada hacia él.

– ¿Me estás diciendo que actualmente hay algún sidhe que actúa en películas pornográficas?

Él asintió.

– Infiernos, hay hasta un Glimmer porno.

– Royal lo mencionó anoche -le dije.

– Puedes apostarlo -dijo Rhys.

Le dirigí una mirada poco amistosa.

– Lo siento -dijo él.

Sostuve la mano de Donal y sentí su felicidad ante ese ligero roce. Ser adicto a las hadas era para un humano algo realmente terrible. Significaba que nada ni nadie podía satisfacer esa necesidad. Algunos humanos se habían consumido por la falta de nuestro contacto, aunque esta situación se daba, generalmente, con humanos que habíamos capturado e integrado en el mundo de las hadas, y que luego habíamos liberado o se habían escapado, porque nadie escapaba real y definitivamente del mundo feérico. Ocurría en tiempos lejanos, mucho antes de que yo naciera, pero el humano quedaba arruinado para tener una vida normal. Anhelando cosas que los humanos no podrían darle.

Entonces pensé en algo.

– Rhys, ¿cómo averiguaste lo del Glimmer porno?

– Cuando vimos la película de Constantine había algunos extras en la película que eran duendes.

– Por eso ella quería ser grande -aclaró Donal -Para poder tener relaciones sexuales con él. Ella fue una “chica cámara” durante un tiempo.

– ¿Qué hace una “chica cámara”?

– Trabajan en un sitio web donde puedes ver a semiduendes jugando consigo mismos, con otros semiduendes y a veces, incluso con humanos. Para acceder te suscribes como a cualquier página pornográfica.

– ¿Y eso hacía su novia para ganarse la vida? -le pregunté.

– Se conocieron a través de la web. Ella rompió las reglas saliendo con un cliente y la despidieron.

– Entonces una “chica cámara” es una semiduende.

– No sólo semiduendes, también humanas. Son sólo muchachas que uno puede pagar y que actúan representando tus fantasías -dijo Rhys.

Donal asintió.

– ¿Y cómo sabes tú todo esto, Rhys? -pregunté.

– Tengo una casa fuera del mundo feérico, Merry, ¿te acuerdas? Cuando a uno no le permiten tocar a alguien más, la pornografía es una cosa maravillosa.

Eché un vistazo a Doyle.

– Pensé que la reina no dejaba que los guardias se dieran placer a sí mismos.

– Ella impuso esa regla sólo a sus hombres de más confianza. Considerándolo ahora, creo que sólo a los hombres que ella pensó que podría volver a querer algún día.

– ¿Debería sentirme insultado? -preguntó Rhys.

– No, deberías sentirte feliz. Al menos tú obtenías una liberación.

Rhys asintió.

– Honrada y suficiente.

– ¿Los viste matar a alguien? -pregunté.

– No, juro que habría ido a la policía.

– ¿Entonces, por qué estás seguro de que ellos lo hicieron?

– Fue cuando averigüé quiénes eran los semiduendes que murieron. Ella odiaba a unos porque podían transformarse y jugar a ser humanos, y odiaba a otros porque eran más poderosos que ella, pero sólo a veces. Unas veces eran sus amigos, pero en otros momentos parecía odiarlos. Realmente se ganó su nombre.

– ¿Qué nombre? -le pregunté.

– Bittersweet. A veces ella se hacía llamar Sweet [30] y lo era, pero antes, en otros tiempos, ella se llamaba Bitter [31], y estaba medio loca.

Tuve uno de esos momentos en los que las cosas parecen encajan en su lugar, como si fueran un puzzle. Ella no era nuestro testigo, era uno de nuestros asesinos, pero… ¿por qué había perdido el tiempo? ¿Por qué no se marchó?

– Ella pretendió ser un testigo de los primeros asesinatos -comenté.

– Puede que no estuviera fingiendo -dijo Donal.

– ¿Qué quieres decir?

– Si hizo cosas malas como Bitter, y cuando volvió en sí era Sweet, estaría confusa. Ella te diría que nunca haría esas cosas horribles. Al principio pensé que actuaba, pero finalmente comprendí que ella realmente no lo recordaba.

– ¿Puede un semiduende ser un bogart? -preguntó Rhys.

– Pensé que sólo los brownies podrían ser como Jekyll y Hyde -dije.

– Ella era mitad brownie -aclaró Donal. -Dijo que era como Thumbelina [32], que su madre era de tamaño normal, pero que ella era del tamaño de su pulgar. Su hermana es de talla normal, pero se parece a una brownie.

Recordé el mensaje de Jordan cuando salió del sueño inducido por los calmantes.

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[30] Dulce.

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[31] Amargo.

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[32] Thumbelina: Se refiere al cuento de Hans Cristian Andersen (en español, Pulgarcita)