La miré fijamente, tratando de tragar más allá del pulso que latía en mi garganta.
– Creo que sí.
– Bien. Steve no lo entiende. No quiere creerlo.
– ¿Creer el qué? -Pregunté.
– Que es demasiado tarde. -Ella sonrió con una sonrisa tan triste y cansada… y entonces sonrió de forma completamente diferente. Me mordió el dedo y yo reaccioné sacudiendo con fuerza la mano, enviándola a volar hacia el techo con mi sangre en su boca. Ella se lanzó a por el cuchillo en el suelo y un montón de cosas ocurrieron a la vez.
Steve gritó algo y la pistola se disparó. El ruido fue atronador en un cuarto cerrado, y yo me quedé medio sorda mientras la veía recoger el cuchillo y abalanzarse directamente sobre mí con esa malvada sonrisa en su cara. No intenté sacar la pistola para disparar a un blanco tan pequeño y tan rápido. Llamé a mis manos de poder, mi mano de carne y mi mano de sangre. Ella me cortó cuando, a propósito, dejé mi brazo izquierdo a su alcance mientras le tocaba las piernas con la otra mano, mi mano de carne. Un cuchillo voló desde arriba y la atravesó por la espalda, clavándola contra el suelo delante de mis rodillas.
Me giré hacia Rhys y Barinthus y encontré a Barinthus sangrando en el suelo. Rhys había sacado su pistola y apuntaba al otro hombre que estaba boca arriba en el suelo.
Doyle saltó desde el balcón desde donde había lanzado el cuchillo, aterrizando en cuclillas sobre las puntas de sus manos y pies. Se acercó a mí, quitándose la camisa para envolver con ella el brazo que me sangraba. Ya no me dolía, lo que probablemente significaba que era un corte profundo.
El cuerpo de Bittersweet estaba muerto antes de que mi magia comenzara a hacer girar su carne de dentro afuera. Acabó como una pelota de carne irreconocible enroscada alrededor del cuchillo. Una mano de carne en su pleno poder podía derretir un cuerpo hasta convertirlo en una masa y lo peor era que si la víctima era inmortal no moría. La podías detener, pero para matarla necesitabas una espada determinada. Me alegré de que ella hubiera muerto primero.
– Viviré. Ves a ver cómo está Barinthus -le dije.
Doyle vaciló, entonces hizo lo que pedí. Rhys comprobaba si Patterson tenía pulso. Se aseguró con una patada de que la pistola quedara lejos de su mano, pero cuando se giró y me vio mirando, negó con la cabeza. Patterson estaba muerto.
Oí sirenas. Los vecinos habían dado la alarma al oír los disparos. Era lo que nos faltaba, que alguien llamara a la poli.
Doyle ayudó a Barinthus a sentarse. El gran hombre hizo una mueca y comentó…
– Se me había olvidado lo mucho que duele recibir un tiro.
– No es mortal -dijo Doyle.
– Todavía duele.
– Creía que me echaste un discurso acerca de que es imposible herir al mar -le dije.
Él me sonrió.
– Si no lo hubiera dicho, ¿me habrías dejado venir?
Pensé en ello.
– No lo sé.
Él asintió con la cabeza.
– Ya es hora de que me comporte -dijo.
Cathbodua voló desde el balcón, su capa de plumas de cuervo parecía ser realmente un par de alas. Se arrodilló a mi lado.
– ¿Es grave?
– No estoy segura -le dije-. ¿Está Julian…?
– Vivirá y se curará, pero está herido. Usna está ahora con él -dijo, mientras hacía presión sobre el vendaje improvisado y Doyle hacía lo mismo sobre el costado herido de Barinthus. Para cuando la policía golpeó la puerta, Rhys ya había escondido la pistola y exhibía su licencia de detective a plena vista.
No nos dispararon, y no nos arrestaron. Ayudó el hecho de que estuviéramos heridos y de que yo fuera la Princesa Meredith Nic Essus. De vez en cuando no es tan malo ser una celebridad.
CAPÍTULO 47
ME TUVIERON QUE DAR PUNTOS EN EL BRAZO, PERO ME LOS pusieron de los que se caen solos cuando la herida cicatriza, porque mi cuerpo reabsorbería el otro tipo de puntos antes de que el doctor pudiera quitármelos. No estaba segura de sanar tan rápido pero me alegré de que el médico supiera lo suficiente sobre duendes para tomar tal precaución.
Nunca había visto a Lucy tan disgustada.
– Podías haber muerto.
– Él trabajaba para la policía, Lucy. Temí que si llamábamos a tus chicos, pudiera enterarse de alguna forma.
– Nadie de nuestra gente le habría contado nada a ese hijo de puta asesino.
– No podía arriesgar a Julian, especialmente porque yo tuve la culpa de que le cogieran.
– ¿Por qué dices que fue culpa tuya? -preguntó ella.
– Me puse a mí misma como cebo y cuidamos de nuestra protección y la de nuestra gente, pero no se nos ocurrió proteger a Julian y a los demás.
– ¿Por qué le cogieron? -preguntó ella.
– Viene de vez en cuando buscando remedio para aliviar su necesidad física de afecto [36].
– ¿Estamos hablando de sexo?
– No, es exactamente como suena. Viene buscando abrazos y un poco de afecto y luego le mandamos de regreso a casa con su virtud intacta. Se quedó a dormir la otra noche por primera vez y al parecer los tipos malos le vieron salir por la mañana. Asumieron que era otro de mis amantes.
– ¿No tienes ya bastantes?
Asentí con la cabeza.
– Algunos días demasiados.
– ¿No se dieron cuenta de que Julian es gay?
– Doyle dijo que cuando alguien es heterosexual piensa que los demás también lo son.
Ella asintió con la cabeza como si eso tuviera sentido para ella.
– Ya sabes que el Teniente Peterson está pidiendo a gritos que arrestemos a alguien.
– ¿Con qué cargos? La ciencia forense puede considerar los patrones de sangre, pero ella me atacó. Si Doyle no hubiera usado su cuchillo cuando lo hizo, el resultado sería bastante peor que esto -dije, señalándome el brazo vendado.
– Y he visto a Barinthus, abajo en la entrada. Los doctores dicen que vivirá, pero que si hubiera sido humano no lo hubiera superado.
– Es difícil matar a un exdios -dije.
Ella me palmeó el hombro.
– Sabes que conocemos a fondo nuestro trabajo, Merry. Te pudimos haber ayudado con esto.
– Al jefe de tu jefe ni siquiera le gusta que aparezca en una escena del crimen por miedo a que resulte herida por algún reportero demasiado entusiasta. ¿Realmente crees que habría estado de acuerdo con que yo entrara allí para salvar a Julian?
Lucy miró a su alrededor, luego se inclinó y me habló en voz baja.
– Negaré haber dicho esto si me lo preguntan en público, pero no. Nunca te habrían dejado entrar.
– No podía dejar que mi amigo muriera sólo porque lo fastidiamos todo y no asignamos protección a todos nuestros amigos. -Eso me hizo pensar-. Y a todo esto, ¿Cómo está Julian?
– Está todavía en quirófano. Parece ser que se recuperará, pero estaba ligeramente hecho tiras. Más vale que no veas la ilustración que esa pequeña perra psicópata estaba usando esta vez. Era de un texto médico de anatomía. -Lucy se estremeció, mientras hablaba-. No había llegado muy lejos cuando apareciste, pero había hecho la peor parte, y no iban a matarle primero.
– Ella no fingió que mataba para obtener más poder o magia. Había admitido para sí misma que le gustaban el dolor y el asesinato.
– ¿Cómo sabes todo eso?
– Me dijo una parte antes de morir.
– ¿Qué, te hizo un discursito?
– Algo parecido.
– Patterson fue quien hizo la varita de Gilda. Ella conoce a todos los que le compraron artículos y nos ayudará a localizarlos a todos a cambio de su impunidad.
– ¿No va a ir a la cárcel?
– Uno de los asesinos en serie trabajaba para la policía, Merry. Nuestras relaciones con la comunidad duende de Los Ángeles ya son lo suficientemente malas sin que encarcelemos a su hada madrina.