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– ¿Y cómo les sentará a los duendes que Gilda los delate por la posesión de los artículos mágicos?

– Ella dice que es por su propio bien. Los artículos son un peligro para la comunidad y ella no tenía idea de que su varita fuera maligna -dijo Lucy, haciendo comillas en el aire cuando dijo “maligna”. -Ya puedo oír la versión de Gilda, según ella, llevará a cabo personalmente una cruzada para desbaratar el trabajo del malvado asesino en serie.

– Confío plenamente en la habilidad de Gilda para caer de pie ante la opinión pública -dije.

– Jeremy y los demás están fuera, en la sala de espera. Adam, la pareja de Julian, está totalmente destrozado.

– Realmente aún no se ha recobrado de la muerte de su hermano.

Lucy se puso seria.

– Lo recuerdo. Estás teniendo un año infernal, Merry.

¿Qué le podía decir a eso? Estaba de acuerdo con ella.

Se oyó un golpe en la puerta y Doyle, Frost, y Galen entraron.

– Creo que es momento de dejarte un rato a solas. -Ella les saludó a todos y se marchó.

Doyle tomó mi mano buena en la suya.

– Casi dejo que te mate.

– Casi dejamos que la mate -dijo Rhys, poniendo una mano en mi muslo bajo la sábana.

Galen simplemente estaba allí mirándome.

– ¿No vas a decir “te lo dije”? -le pregunté.

Él negó con la cabeza.

– Vi lo que le hizo a Julian, y vi la ilustración que estaba intentando copiar. No podíamos dejar que nadie le hiciera eso a Julian.

– Pero si primero no les hubiéramos puesto un cebo, él no se habría convertido en un blanco.

– Tampoco habría pasado si se nos hubiera ocurrido poner protección a nuestros amigos y colegas humanos -dijo Rhys.

Doyle asintió con la cabeza.

– Al pensar en “nosotros” pensé sólo en los sidhe y en los duendes que hay en la casa con nosotros. Olvidé que nuestra familia es mucho más que eso. Está Jeremy y todo el mundo en la agencia. Está Lucy y algunos de los otros agentes de policía. También los soldados que salvaste y por quienes la Diosa parece tener tanto interés. Tengo que dejar de pensar como un dios que sólo tenía un pequeño trozo de tierra y comenzar a pensar más a lo grande.

Hice un gesto de dolor ante el discurso.

– Todo lo que Steve quería era que Bittersweet fuese lo bastante grande para ser realmente su amante.

– Pero… ¿qué quería realmente Bittersweet? -preguntó Rhys.

– Morir -dijo Doyle.

– ¿Qué? -Pregunté.

– Ella me vio, Merry. Me vio en el balcón, sé que lo hizo, y aún así fue a por el cuchillo. Te atacó, dándome la espalda.

– Quizás es que no creyó que pudieras acertar con un cuchillo a un blanco tan pequeño desde esa distancia y con ese ángulo -dijo Rhys-. La mayoría de nosotros no se hubiera arriesgado a intentar ese lanzamiento tan cerca de Merry.

– Yo no fallo -dijo él.

– Pero tal vez los semiduendes no lo sabían, Doyle -dijo Rhys.

– Pero, por qué atacar a Merry entonces, ¿por qué no atacarte a ti? Ella te vio sacar la pistola, y su amante estaba en peligro. ¿Por qué no intentó salvarle? ¿Por qué atacó a Merry y me dio la espalda si no quería morir?

– Creo que una parte de ella quería morir -dije-, pero también creo que otra parte de ella simplemente disfrutaba provocando dolor. Bittersweet me dijo justo antes que esa otra parte creció y se volvió loca. Me dijo que esa parte de ella quería hacerse grande y entonces arrancaría a los bebés de mi cuerpo y bailaría sobre mi sangre. Dijo que no lo podía controlar.

– Entonces piensas que ella quería morir y Doyle fue la forma en que eligió suicidarse -dijo Galen.

Negué con la cabeza.

– No, creo que ella sabía que les mataríamos a ambos y quiso hacernos la mayor cantidad de daño posible, causarnos el máximo dolor que pudiera. Creo que ella pensaba que matándome a mí y a los bebés os heriría a todos vosotros más que con cualquier otra cosa que pudiera haber hecho.

Nos quedamos en silencio, oyendo el ajetreo del hospital a nuestro derredor.

– Me alegro de que estén muertos -dijo Galen.

Solté la mano de Doyle para alargarle la mano. Sus ojos brillaban por las lágrimas no derramadas. Se inclinó sobre mi mano y la besó.

– Siento que nos hayamos peleado.

– Yo, también.

– Nunca me gustará que te arriesgues, pero prometo no volver a desmoralizarte antes de una batalla.

Le sonreí y Rhys le palmeó en el hombro. Doyle se inclinó y colocó un beso en mis labios.

– Al menos dos de nosotros estarán en la habitación toda la noche.

– Los asesinos están muertos, Doyle.

Él sonrió, y alisó mi pelo apartándomelo de la cara.

– Siempre hay más asesinos, mi Merry, y cuándo la vi clavarte el cuchillo dos veces antes de poder apuntar con seguridad, pensé que se me pararía el corazón.

– Ya la había tocado con mi mano de carne.

– Pero yo no lo sabía. -Él me besó otra vez y dijo…- Frost dejó que Adam llorara sobre su hombro por Julian. Parece que el susto de ver a Julian a punto de morir ha ayudado a Adam a ver los errores de su procedimiento. Creo que Julian ya no tendrá que venir a casa en busca de abrazos cuando salga del hospital.

– ¿Cómo terminó Frost sujetando la mano de Adam?

– Le vi llegar -dijo Doyle con una sonrisa.

– Yo, también -dijo Rhys.

– Y yo -dijo Galen-. Sujetaré la mano de Julian si lo necesita, pero Adam le ha tratado muy mal y estoy muy enfadado con él por eso.

Como hecho a propósito, Frost entró por la puerta. Doyle se apartó, dejándole espacio para que me besara.

– Adam quiere agradecerte que lo arriesgaras todo por salvar al hombre que ama.

– Le ama ahora -dijo Galen.

– No me dejéis solo con Adam otra vez. Al menos vi cómo dos de vosotros retrocedíais para esconderos detrás de la esquina.

– Haremos la primera guardia -dijo Doyle. Frost asintió con la cabeza. Y así lo hicieron. Y cuando sus cuatro horas se acabaron, Galen y Rhys estuvieron allí, y luego Amatheon y Adair, Usna y Cathbodua, Saraid y Dogmaela, Ivi y Brii, hasta que me desperté con la luz brillando a través de las cortinas y otra vez estaban Doyle y Frost en la habitación.

– El doctor dice que puedes irte a casa hoy -dijo Doyle.

– Vosotros estáis aquí. Ya estoy en casa. -Ambos me besaron y estábamos acariciándonos cuando el médico entró para darme el alta y dejarme volver a casa.

Algunas noches duermo entre mi Oscuridad y mi Asesino Frost. Algunas noches con Rhys y Galen, y Mistral finalmente ha accedido a compartir mi cama con Barinthus. Barinthus está ayudando a Mistral a adaptarse al mundo que hay más allá de la casa y los terrenos de Maeve Reed, y Mistral parece que desea compartirme con Barinthus aunque aún no hemos cruzado esa barrera. No estoy segura de lo que podría llegar a hacer Mannan Mac Lir si el sexo conmigo le devuelve tanto poder como el que le fue restituido a Rhys y Doyle.

Algunas noches Royal se une a nosotros, otras noches Adam y Julian vienen a cenar. Jeremy y su nueva novia humana han venido algunas veces, también. A ella le incomodan un poco nuestras costumbres sobre el contacto físico, así que procuramos no tocar demasiado a Jeremy las noches que viene con ella. Uther y Saraid se han hecho amigos, y si su relación va a más, bien, eso es decisión de ellos.

Brennan y su unidad regresarán a los EEUU pronto. Quieren hacernos una visita y eso parece estar bien, también. No he tenido más sueños donde visito el desierto, pero algo me dice que la Diosa no ha terminado con eso, o conmigo. El gobierno se interesó por la muestra de suciedad que llevamos a analizar. Quieren saber de dónde la sacamos. No se creen la verdad. Finalmente he comenzado a aparecer en público, y los desconocidos continúan tratando de tocarme la barriga como si yo fuera un Buda o una especie de estatua de la fortuna. Me han dicho que es costumbre hacérselo a las mujeres embarazadas, y me he fijado que las mujeres se marchan sonriendo, y los hombres estrechan la mano de Galen como si fueran amigos. Maeve Reed dice que regresará de Europa muy pronto. Necesitamos más dinero, más empleos para nuestra gente. Aún en medio de tanta magia y tantas bendiciones, es cierto que el mundo real se abre camino, y creo que ése es el mensaje que la Diosa intentaba transmitirnos. Los sidhe, en Europa, fueron forzados a ser poco más que otro grupo étnico. En EEUU, se escondieron en sus colinas huecas y se mantuvieron al margen de los humanos. Creo que, aunque sigamos siendo sidhe, estamos destinados a ser parte del mundo, no a apartarnos de él. Se supone que somos criaturas mágicas y podemos ayudar a la gente que nos rodea a darse cuenta de que ellos son mágicos también. Simplemente es una clase diferente de magia.