Ella elevó la mirada para ver a Julián envuelto en una impresionante lucha de espadas. Se movían tan de prisa, que sólo podía ver las chispas que centellaban cada vez que sus espadas chocaban. El sonido de metal contra metal era ensordecedor y envolvía todo excepto sus gruñidos e insultos.
De repente, en un movimiento fluido, Julián eludió al demonio y lo hizo a un lado antes de apuñalarlo en las costillas.
Tambaleándose hacia atrás, el demonio siseó, mostrando un juego completo de afilados dientes, antes de disolverse en la oscuridad. Todo lo que quedó atrás fue el hedor a sulfuro y algo que le recordaba a la melaza.
Julián estiró el cuello, como intentando percibir algo. Se giró hacia ella al tiempo que Jesse le alcanzaba el maletín. Ella se concentró en detener la hemorragia de Xypher. No le resultaba fácil, especialmente, cuando empezó a sentir que se mareaba.
– ¿Estás bien? -Le preguntó Jesse.
– No estoy segura.
Julián se arrodilló a su lado.
– Necesitamos sacarlo del punto de mira, si entiendes a que me refiero.
Ella ciertamente lo hacía. Habían sido afortunados, de que ningún coche circulara cerca durante la lucha… o peor aún, que el perro del vecino no hubiera necesitado un paseo.
– No podría estar más de acuerdo.
Un segundo después, estaban en la casa de Julián, en una habitación del segundo piso que estaba decorada en tonos verdes y cremas, y equipada con bonitas antigüedades Victorianas.
Ella y Julián se quedaron de pie junto al lecho de tamaño Queen mientras que Xypher yacía sobre el mismo.
Jesse apareció un segundo después y arrugó la nariz.
– Esa es una herida repugnante. Debe doler.
Julián hizo una mueca al ver como emanaba sangre por el costado de Xypher.
Sin decir una palabra, ella le rasgó la camisa a Xypher. Contuvo el aliento y se acordó de una de las ventajas de su trabajo. Los cadáveres, no sangraban sobre su mesa de reexaminación. No había atendido a un paciente vivo desde que fuera una interna en la universidad.
Julián miró sobre el hombro.
– ¿Cómo se encuentra?
– Esa… cosa, lo que sea que fuera, lo dejó hecho un desastre. La espada atravesó su cuerpo de lado a lado.
Julián hizo una mueca.
– Sí, esa herida duele bastante. Sufrí alguna de esas, tiempo atrás.
Ella decidió dejar pasar el comentario, mientras inspeccionaba la hemorragia sanguínea lo mejor que podía.
– Realmente necesito llevarlo al hospital, pero habiendo trabajado en la Sala de Urgencias durante años, sé la clase de preguntas que nos harán y que no podremos responder.
– Aguarda, os llevaré a uno.
Ella abrió la boca para protestar.
Julián levantó la mano para silenciarla antes de que empezara.
– Es un lugar seguro, llamado Santuario. La sala de hospital está equipada para este tipo de circunstancias. Es un lugar, donde aquellos que no son humanos pueden acudir en busca de auxilio. Tendrá todo lo que necesitas y no habrá preguntas sobre la procedencia de ninguno de vosotros.
Eso la hizo sentir mucho mejor.
– Bien. Porque a menos que empiece a curarse por sí mismo de inmediato, necesitará cirugía… rápido. O morirá.
La muerte, era una posibilidad que prefería evitar.
Julián miró la cama empapada de sangre e hizo una mueca de dolor.
– Debería haberte llevado allí antes de arruinar el edredón. Es lo que gano por intentar pasar por un humano todo el tiempo. A veces olvido mis propios poderes.
Lo próximo que supo, fue que se encontraban en algo parecido a un consultorio médico. El interior estaba revestido de acero, excepto por los pisos de baldosas blancas y las paredes también blancas, que estaban repletas de estanterías de vidrio atiborradas de medicinas. Había también una acolchada camilla, junto a la que se depositaban tres bandejas cubiertas de instrumentos médicos y quirúrgicos. Como le habían prometido, contenía todo lo que necesitaba para examinar a Xypher.
Julián se situó a su lado, cargando a Xypher en los brazos. Una tarea para nada sencilla, teniendo en cuenta que el hombre era varios centímetros más alto que él.
– Estoy desorientada -dijo Simone en voz baja mientras la asaltaba una sensación de mareo. Se abrazó al maletín más cercano para orientarse.
Ignorándola, Julián gritó:
– ¿Carson?
La puerta de la izquierda se abrió, para revelar la figura de un hombre alto, de origen Nativo Americano que los miró enfurecido. Su largo cabello negro estaba recogido en una firme cola de caballo y sus facciones afiladas, se asemejaban a las de un ave de rapiña.
– No gritéis. Tengo oídos extremadamente sensibles.
– Lo siento -respondió Julián-. Pero tenemos un problema. Carson, Simone. Simone, Carson. Él es cirujano.
– Oh, gracias a dios -dijo, agradecida de que hubiera otro doctor presente-. Yo sólo opero a los muertos.
Carson no hizo comentario al respecto. En vez de eso, su oscura mirada se posó sobre Xypher.
– ¿Y el tío que sangra sería…?
– Un Dream-Hunter.
Carson se quedó con la boca abierta ante la respuesta de Julián.
– ¿Sangran en el plano humano?
– Aparentemente, y parece que bastante.
Carson asintió brevemente antes de atravesar la sala para abrir una puerta tras ellos.
– Traedlo aquí y colocadlo sobre la mesa.
Julián no dudó en obedecer.
Simone lo siguió dentro de la sala de cirugía. Al igual que la habitación exterior, estaba limpia y esterilizada, tenía muebles de acero y grandes lámparas sobre la mesa quirúrgica. Se parecía a cualquier quirófano que ella hubiera visto antes y estaba impresionada con la calidad de los instrumentos y monitores. De hecho, sabía que varios hospitales matarían por encontrarse tan actualizados.
Mientras Julián depositaba a Xypher sobre la mesa, ella se encaminó a la pequeña habitación de la derecha donde un lavabo preparatorio aguardaba a que fuera a lavarse.
Carson la siguió de inmediato.
– Parece que sabes lo que haces.
– Soy Medico Forense y se me ocurrió que habrías de necesitar un asistente para la cirugía. -Se secó las manos con una de las toallas verdes que estaban apiladas sobre la repisa junto al lavabo.
El inclinó la cabeza antes de comenzar a enjabonarse las manos.
– Bien, mujer. Mi asistente de siempre tiene el día libre.
Julián apareció en la entrada con la ropa cubierta de sangre.
– Si nadie me necesita aquí, estoy planeando volver a mi casa a hacer un inventario de los daños de mi cama. Y a rezar a dios, que ninguno de mis vecinos haya visto la descomunal batalla que llevamos a cabo en la calle, con nuestro amigo demonio en el vecindario.
Carson carraspeó.
– Por favor, nada debe quedar grabado en cinta de video y Dios nos libre de las Cámaras Web. Juro que odio la era moderna.
Simone ignoró su mordaz comentario y miró a Julián a los ojos.
– Buena suerte y gracias por la ayuda.
Julián le sonrió y se desvaneció, mientras Carson acarreaba una mesa de instrumentos hacia la habitación contigua.
– ¿No necesitaremos máscarillas y uniformes? -Preguntó Simone.
Él negó con la cabeza.
– Me lavo las manos por hábito. Básicamente, ese amigo tuyo, debería ser inmune a los gérmenes que matan a los humanos. Y de cualquier modo, si algo pudiera infectarlo, sería algo contra lo que no podremos protegerlo.
– Oh -Simone se situó en el lado opuesto de la mesa y lo ayudó a remover el esparadrapo provisorio del costado de Xypher. Estaba un poco sorprendida de que Carson no le quitara los jeans a Xypher, pero parecía satisfecho dejándolo parcialmente vestido.
Dado que ella jamás había operado a nadie, mucho menos alguien que no fuera humano, mantenía sus conocimientos quirúrgicos en secreto. Obviamente, el hombre sabía lo que hacía o Julián no los hubiera traído aquí. Sin mencionar, que nadie habría pagado por todo ese equipamiento, a menos que supiera como usarlo.