Simone miró a Xypher con el ceño fruncido.
– ¿ La Destructora?
– Una antigua diosa Atlante llamada Apollymi cuyo esposo la apresó en Kalosis once mil años atrás.
Simone se preguntó que habría hecho la diosa para merecer tal sentencia.
– Que bien, y tú quieres ir a visitarla, ¿ah?
– No, no quiero. Lo que quiero es matar a Satara.
Ante la mención del nombre de Satara, más de la mitad de los demonios hicieron ruidos de disgusto.
– ¡Mata a esa perra!
– Dásela de comer a la Destructora.
– Degolladlas a ambas.
Simone estaba impresionada por tanto veneno. Parecía que tanto Satara como la Destructora podrían beneficiarse con un seminario sobre como hacer amigos e influenciar a las personas, o en este caso, demonios.
– Guau, ese Kalosis, podría rivalizar con Disneylandia. Apúntame para la próxima excursión.
– Lo haría, pero dadas las circunstancias, un viaje hacía allí parece más difícil de conseguir que una entrada de sobra para un show de Hannah Montana.
Simone se rió.
– Muy bueno, un ejemplo de la actualidad.
– Puedes darle las gracias a Jesse. Está totalmente enamorado de Hannah. -Xypher cruzó miradas con Xedrix-. ¿Qué tengo que hacer para convencer a uno de vosotros de que abráis el portal?
– No hay nada que puedas hacer.
Xypher miró a Kerryna, y Simone supo exactamente lo que estaba pensando.
Xedrix la empujó tras él y se tensó.
– No te alteres, -dijo Xypher-. No pensaba en eso. Jamás amenazaría a tu mujer. Sólo estaba meditando en lo equivocado que estaba sobre ella.
Simone enarcó una ceja.
– ¿En serio pensabas eso?
Su rostro denotó una gran ofensa.
– No, ¿tú también?
– Lo siento. Tienes razón, te conozco mejor que eso. Pero en mi defensa diré que la forma en que la miraste fue… espeluznante.
Xypher le hizo una mueca y volvió su atención hacia el Caronte.
– Se que debe haber una manera en la que podamos ayudarnos mutuamente. Piénsalo. Necesito entrar a Kalosis.
Xypher intensificó su anterior gesto, apretando sus manos juntas las elevó.
– Pieryol akati.
Xedrix inclinó su cabeza antes de repetir las palabras.
Xypher la empujó hacia la puerta, pero antes de que se alejaran Kerryna los detuvo.
– Somos familia, -le dijo suavemente a Simone. Se quitó un collar con una pequeña piedra roja de su cuello y lo depositó en su palma-. Si me necesitas, coge el cristal con tu mano y llámame. Llegaré de inmediato.
– Gracias.
Kerryna la abrazó fuertemente.
– Hay fuerza en tu interior, Simone. Nuestra sangre es la más fuerte entre los gallu. Nunca lo olvides.
– Lo recordaré.
Kerryna le dio palmaditas en la mano.
– Trabajaré en Xedrix para ti, -le dijo amistosamente a Xypher-. Si la venganza es lo que realmente quieres, encontraré la forma para que la consigas.
Con eso, ella los abandonó y regresó junto a Xedrix.
Simone se volvió hacia Xypher.
– Ni siquiera es la hora de la cena y ha sido un día interesante. Estoy un poco asustada al pensar en lo que nos deparan las horas venideras. ¿Qué hay de ti?
– Cualquier minuto en que no esté siendo azotado por un látigo, es uno grandioso en mi opinión. -El estómago le dio un vuelvo ante la sequedad de su tono y ante el recuerdo del mundo que él había dejado atrás. Si Xedrix pensaba que el suyo era malo, debería probar con el de Xypher-. ¿Realmente tienes que pensar en eso?
– Si pensara que hay una forma de evitarlo, créeme, lo haría. Pero ya he sido sentenciado. Y no puedes huir de un dios.
– ¿Y si yo hablara con Hades?
Él se rió.
– Hades no va a escucharte. Todo lo que podemos hacer es tomar el tiempo que tengo y tratar de expeler al gallu para que estés a salvo cuando me haya marchado.
Cuando me haya marchado…
Esas palabras la hirieron y le provocaron una ola de dolor que le hizo perder el aliento. ¿Cómo pudo convertirse en algo tan importante para ella en tan poco tiempo?
Y aún así no podía negar lo que sentía. No quería que se fuera. Nunca.
No pienses en eso.
Ella encontraría la forma de resolver esto. Una forma de acabar con todo sin que le costara la libertad a Xypher. Tenía que hacerlo.
La única alternativa posible le era totalmente inaceptable.
CAPÍTULO 14
Simone canceló su clase vespertina. Entre sus poderes, que aún la hacían sentir enferma, todo el caos que generó el ataque de los demonios, y la inesperada pérdida de control sobre su cuerpo, creyó que sería lo más seguro para sus alumnos. Lo último que necesitaban era ver cómo los ojos de su profesora se volvían rojo brillante.
O peor aún, que alguno resultara devorado por un gallu. La Dirección seguramente estaría en desacuerdo
Y también el pobre estudiante.
Entretanto, estaba aprendiendo ciertas cosas sobre sí misma y sobre sus nuevos poderes. Xypher había cambiado de lugar los muebles de la sala de estar para poder enseñarle movimientos específicos para combatir a los gallu y ponerlos a llorar. Su favorito hasta el momento era asqueroso, pero altamente efectivo.
El escupitajo ácido.
Se pasó la mano por la nuca mientras miraba la taza metálica que acababa de destruir.
– Me siento como un extraterrestre de una película interespacial.
Xypher la miró seductoramente antes de apretarse contra ella y decirle por lo bajo en el oído:
– Por suerte para mí, tú tienes mucho mejor aspecto.
Sonrió ante el cumplido y su cuerpo entero se calentó por el contacto.
– ¡Uuuh! -dijo Jesse, deslizándose dentro de la habitación.
– Alguien ha movido los muebles. ¡Fabuloso!
Antes de que Simone pudiera hablar, comenzó a sonar “Debería irme o debería quedarme”, de Clash.
– Jesse…
Éste empezó a bailar como un pollo.
– Oh, venga, Sim. Son los Clash. Debes bailar.
Le aferró la mano y la hizo girar.
Riéndose, ella sacudió la cabeza y se unió al famoso baile del Cuello del Pollo que solían realizar, generalmente, cuando se encontraban solos.
Gloria emitió un chillido de satisfacción antes de unírseles.
Xypher se quedó atrás, observándolos a los tres con el ceño fruncido. Nunca en toda su existencia había observado algo tan extraño. Pasaron de bailar en fila como pollos, a bailar como robots, para terminar con algo que parecía twist. Si tenías algún tipo de problema espinal. Y luego comenzaron a bailar el “DO-SI-DO [14]”. La canción no duró mucho más y luego sonó “Los chicos no lloran, yo quiero ser un cowboy.”
Jesse apuntó a Xypher con un dedo, luego con ambos y simuló que le disparaba mientras entonaba la canción.
Xypher se restregó la mejilla.
– Os habéis vuelto locos.
Simone se rió.
– Venga, Ted -le dijo, usando el nombre del cowboy en la canción-. Baila con nosotros.
– Jamás, en mi toda mi larga existencia, he bailado.
– Y yo tampoco había sido capaz de oír los latidos de otra persona a un metro de distancia, hasta el día de hoy. -Lo cogió por los brazos y lo arrastró hacia el grupo-. Baila conmigo, Xypher. Nadie se reirá de ti aquí. Confía en mí, si no nos hemos burlado de la falta de gracia de Jesse, jamás no burlaremos de ti.
Se sintió totalmente ridículo durante los primeros diez segundos. Pero moverse al unísono con Simone, mientras sus ojos destellaban, le hizo olvidar el hecho de que probablemente parecía un idiota.
La música continuó con “Más vale que seas bueno conmigo”, de Tina Turner.
– ¡El baile del mono! -gritó Jesse.