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Xypher intercambió una mirada perpleja con Gloria, que se encontraba tan perdida como él.

Simone se recostó a su lado y le mostró como levantar una mano cada vez, siguiendo el ritmo de la música.

– Ahora, a mover la cola como un mono… Es el baile del mono.

Xypher se rió, y por primera vez en su vida, no fue una risa amarga o burlona. Era una risa real, honesta, que surgía desde lo más hondo de las entrañas y que lo conmovió en lo más profundo de su ser. Santos dioses, se estaba divirtiendo. Verdaderamente, se estaba divirtiendo.

Nunca, pero nunca, había hecho tal cosa.

Entonces, así es como se sentía la verdadera diversión. Con razón las personas la buscaban. La diversión era increíble.

Los minutos y las canciones pasaron volando mientras disfrutaban de estar juntos, actuando como estúpidos totales. Simone giró sobre sí misma, riéndose, hasta caer en el sofá.

– Oh, estoy envejeciendo. No puedo seguir el ritmo.

Jesse y Gloria continuaron bailando mientras Xypher se sentaba junto a ella.

– ¿Te encuentras bien?

Ella se rió.

– Acalorada y sudorosa. ¿Y tú?

– Igual. ¿Hacéis esto muy a menudo?

Ella le sonrió mientras observaba como Jesse y Gloria bailaban juntos.

– Al menos una vez a la semana. Pero no siempre movemos los muebles.

Xypher le retiró un mechón de cabello del rostro, pero en cuanto la tocó, se dio cuenta de que había cometido un error. Una hola de calor le abrasó la entrepierna.

Gruñendo por la ferocidad del repentino deseo, se inclinó hacia ella y le capturó los labios.

Simone gimió suavemente al sentir el sabor de Xypher. Su corazón se aceleró mientras hundía las manos en su grueso cabello negro y dejaba que los mechones se le enredaran entre los dedos. La incipiente barba le arañaba la piel, haciéndola arder de necesidad. Cerrando los ojos, se imaginó en la cama con él… desnuda.

En el momento en que ese pensamiento apareció en su mente, estuvo en la cama con él, completamente desnuda.

– Oh, Dios mío -dijo ella por lo bajo, retirándose y sintiendo que una ola de mareo la asaltaba.

Con un brillo maligno en los ojos, Xypher se rió.

– Creo que me gusta el hecho de que aún no controles tus poderes. Siempre que no nos materialices desnudos en algún lugar público, por mí está bien.

Aferrando fuertemente la sábana contra su desnudo cuerpo, ella chilló indignada.

– No puedo creer que hiciera esto.

– No te avergüences.

Se le arrimó y entonces le mordisqueó la comisura de la boca.

Simone titubeó. Una parte de ella quería fugarse precipitadamente de la cama, pero la otra parte estaba absolutamente deseosa de estar ahí. Ya habían pasado por tantas cosas. Más que eso, había tocado su corazón y su vida de forma que ningún otro hombre había hecho jamás.

Sonriéndole, depositó una mano sobre la áspera mejilla. Sus ojos azules eran cautivadores. En ellos vio la necesidad y el calor de su pasión. Pero no la estaba presionando. Aguardaba, para asegurarse de que estuviera bien.

Este solo hecho acabó con la poca resistencia que le quedaba.

Rodó hasta sus brazos y lo besó.

Xypher tembló de alivio ante estas acciones. Ella se había acercado a él.

Incapaz de soportarlo, la besó ferozmente mientras rodaba sobre la espalda para acomodarla sobre su torso. Siseó ante lo bien que se sentían aquellos pechos contra su pecho desnudo. Y ante la sensación de las piernas desnudas deslizándose entre las de él.

– Eh, Sim, qué… -Las palabras se convirtieron en un alarido de horror que parecía más el de una niña pequeña que el de un muchacho adolescente. Jesse corrió a través de la pared para escapar.

– La próxima vez, llama -le gritó Xypher.

Jesse respondió algo, pero fue silenciado por el estéreo.

Simone no dejó que la interrupción la desconcertara. Vería a Jesse más tarde. En ese momento, sólo quería estar con Xypher. Tenía algo que la cautivaba.

Una vez más, él rodó sobre ella, presionándola contra la cama.

– Eres tan hermosa -gruñó, mordisqueándole los labios antes de enterrar el rostro contra su cuello. Le dejó un rastro de ardientes besos desde el cuello hasta los senos.

Simone arqueó la espalda y lo acercó con fuerza, al tiempo que le deslizaba una mano por la espalda y notaba cómo sus músculos se flexionaban. Se sentía completamente excitada por la sensación de esos labios sobre su piel. Por la cálida y masculina esencia de su cuerpo.

Él miró por encima de sus senos para deslizarse más abajo, hacia el vientre, y luego más abajo aún.

Xypher se tomó su tiempo para probarla, mientras enterraba en su interior la mano derecha y probaba delicadamente los pliegues de su cuerpo. Ella jadeó y se sacudió en respuesta. Sonriéndole, él trazó un círculo, disfrutando de lo húmeda que estaba ya. Su propio cuerpo ardía ante el pensamiento de tomarla. Pero no quería que acabara tan rápido.

Quería saborearla.

Con este único pensamiento en mente, le separó las piernas antes de retirar la mano y deslizar la lengua por su centro.

Simone emitió un quejido de gozo y enterró la mano en el cabello de Xypher. Su lengua estaba obrando magia. No sabía el porqué, pero era mucho más que sexo. Había algo más en el hecho de estar ahí con él…

Lo necesitaba. Era como si tocara mucho más que su cuerpo. Tocaba su corazón. Su alma. Y quería que él sintiera lo mismo.

Xypher la acarició con la nariz, dejando que la esencia de su cuerpo lo marcara. Apretando los dientes, recostó la cabeza sobre su vientre y disfrutó de la sensación de las manos en su cabello. Era tan delicada con él. Tan dulce. Jamás hubiera pensado en tocar a otra mujer de esta forma. Permitir que le tocara.

Esto era mucho mejor que cualquier sueño que hubiera tenido. Aquí, por un momento, podría fingir que le pertenecía a alguien. Que le importaba a alguien. Era una estupidez, lo sabía. Eran desconocidos. Jesse era su familia, no él. Se marcharía en unas pocas semanas y ella seguiría adelante con su vida mientras regresaba al infierno.

Pero aquí, por un momento, estaba con ella.

– ¿Me echarás de menos? -Tan pronto como esas palabras abandonaron sus labios, deseó no haberlas pronunciado.

– Por supuesto que lo haré, Xypher. No quiero que te marches.

Esas palabras se grabaron en su corazón. ¿Las decía en serio? Quería creerla. Pero Satara le había hecho juramentos similares.

Hasta le había dicho que lo amaba.

¿Cómo había podido jugar con él de esa manera? En cambio, Simone no parecía el tipo de mujer que mentiría sobre sus sentimientos. Se reía cautivadoramente. Vivía su vida honestamente.

Tocarla era como tocar el sol. Cálido, brillante. Reparador.

Se elevó sobre ella para poder mirarla a los ojos. Podría mirarlos para siempre. Deslizándose sobre su cuerpo, le tomó el rostro entre las manos y le besó la punta de la nariz antes de sumergirse en su interior.

Un gemido se escapó de sus labios por lo bien que se sentía. Mordiéndose el labio, se hundió profundamente en ella, mientras miraba fijamente aquellos ojos tan repletos de bondad hacia él.

Y en ese momento, descubrió una devastadora verdad. Había vendido su alma por la causa equivocada.

Debería haberla vendido por el amor de Simone. Para ser parte de su mundo para siempre…

Era tan injusto encontrarla ahora que no tenía más elección que partir. El pensamiento le provocó un escalofrío. Presionó la mejilla contra la de ella, y escuchó sus cortos y jadeantes suspiros mientras aceleraba los envites.

Simone acunó a Xypher entre los brazos y dejó que la fuerza de su cuerpo la transportara a la cima del placer absoluto. ¿Quién hubiera imaginado que un demonio pudiera ser tan tierno? Pero él lo era. La abrazaba como si fuera indescriptiblemente preciada. Como si temiera que se rompiera.

La única parte de su cuerpo que corría peligro era su corazón. Había perdido a todas las personas que habían significado algo en su vida.