– Sabes, hermanita, fingiría ser agradable ahora mismo si yo fuera tú. Después de todo, tú eres la que esta escondida… en mi casa.
– No estoy escondida.
– ¿No? ¿Entonces por qué estas aquí? ¿No deberías estar en el Olimpo al servicio incondicional de tía Artemisa?
La furia en sus ojos le dijo que había golpeado un acorde. Bien. Vivía para fastidiar a la gente.
– Xypher tiene que ser detenido. Me matará si tiene la oportunidad.
– ¿Tu crees? Engatusaste al hombre sacándolo de su cómoda vida de dios, causaste que lo redujeran y a continuación lo mataran y torturaran para la eternidad. No me puedo imaginar porqué no te trae rosas y bombones.
Ella lo observó con desprecio.
– Bueno, por lo menos yo no abrí la garganta a mi propio hijo.
Stryker empujo la mano hacía fuera y la atrajo a su alcance con sus poderes de semidiós. Apretó su garganta hasta que sus ojos se le hincharon y sintió que su laringe empezaba a aplastarse.
– Xypher no es el único hombre a quien deberías tener miedo. -La apartó de un empujón.
Satara se agarró y se sofocó mientras le miraba furiosamente.
– Lo he dado todo por tí, Strykerius. He espiado para ti y te he contado cosas que a nadie más contaría. ¿Ahora te pido una mínima cantidad de protección y qué es lo que haces? Amenazarme. Bien. Saldré, y cuando Xypher me mate, espero que pienses en esto y recuerdes que tú eres la única razón por la que estás solo en este mundo.
Stryker se frotó la frente, agradecido de no poder conseguir un dolor de cabeza de su acalorada perorata llorona.
– Oh, deja el dramatismo. Nunca he sido uno de los del teatro. Eres bienvenida para esconderte aquí y soltar al mayor número de demonios en el mundo humano como desees, pero antes de que aniquiles completamente mi fuente de alimento, ¿te puedo ofrecer una sugerencia?
– ¿Qué?
Stryker manifestó un conjunto de brazaletes dorados en la mano uno de los tres pares que habían sido descubiertos apenas dos años atrás. Uno de sus generales los había encontrado y se los había traído, sin saber lo que eran.
Pero Stryker lo sabía, y reservaba un par para un "amigo" muy especial.
Él le tendió los brazaletes.
Tomándolos, hizo una mueca como si estuvieran hechos de carbón y no de oro Atlantean.
– ¿Qué hago con estos?
Suspiró de cansancio. Había momentos en que ella era brillante y otras veces tenía que manejarla como si tuviera el intelecto de una cabra de cinco años.
– ¿Cómo matas a un dios?
– Le quitas sus poderes.
Inclinó la cabeza con aprobación.
– ¿Si no puedes hacer eso?
– Seduces a un Chthonian y le dices que el dios te atacó, entonces te ríes mientras el Chthonian le extirpa la vida. Pero no tengo tiempo para eso. Xypher esta a un paso de bajar para atacar aquí y matarme.
Stryker la gruñó con irritación.
– Deja de pensar como una puta por un minuto. La mejor forma de acabar con un enemigo es atacando su punto más débil.
Se puso las manos en las caderas. Los brazaletes colgaban de la mano derecha precariamente como si fueran imitaciones baratas y que no valiesen más que un reino humano… o su vida.
– No tiene ninguno.
Stryker entrecerró los ojos en los brazaletes.
– Ponle uno de estos y lo tendrá.
Finalmente interesada en lo que había puesto él en sus manos, los inspeccionó.
– ¿Qué estás diciendo?
– Lo que digo, Themis; es que esos brazaletes pequeños de oro de tus manos son su Talón De Aquiles. Pásaselos a uno de mis Spathi Daimons y asegúrate uno para Xypher y el otro para un mortal y todos tus problemas se habrán acabado.
Sonrió mientras ella finalmente “Entendió” el significado de los brazaletes.
– Los amarran… Mato al mortal y Xypher muere.
Él asintió.
– Mejor que eso aún, si el mortal llegará a estar a más de seis metros de él, entonces el humano muere… y también él.
Ella se rió diabólicamente antes de acercarse al trono y besarlo en la mejilla.
– Sabía que te quería por una razón.
Stryker no era tan estúpido para creer eso ni siquiera durante un momento. Su hermana era incapaz de amar a nadie excepto a sí misma. Pero la había ganado para la causa como una aliada por algunos días más.
Satara lanzó al aire un brazalete y lo atrapó en sus manos.
– No puedo esperar para ver su cara cuando se entere de lo que es esto. -Luego se desvaneció antes de que Stryker pudiera darle un consejo más.
– Escoge al humano sabiamente. -Lo último que ella necesitaba era encontrar uno que realmente sabía como luchar contra ellos.
Cuando Simone terminó de dar su clase de la tarde y alcanzó el callejón, se acercaba el crepúsculo. Había un frío mordaz inoportuno en la brisa mientras salía de su Honda blanco y bajaba a la cuneta. Levantó el cuello del abrigo de lana más alto en el cuello y tiritó. Nunca le gustaba acercarse a la escena del crimen, especialmente después de haber sido limpiada. Ahora mismo, no había nada que marcará este como un lugar de violencia. Se parecía a todos los otros callejones de la ciudad.
Eso era lo que más la inquietaba.
La vida de Gloria había acabado abruptamente aquí mismo y sólo Gloria y su familia lo sabrían toda la vida. Centenares de personas lo rodearían; pasarían justo por este lugar sin darse cuenta del hecho, de que una joven había sido descargada aquí como otra tanta basura. El pensamiento de eso la dejó lívida y le recordó a su propia madre.
Simone se sobresaltó.
– ¿Estas bien? -preguntó Jesse.
– Sí. Mal pollo el del almuerzo.
– Comiste un sándwich de jamón y queso.
– Oh, calla la boca, sabelotodo. Deja de estar tan atento.
Metió la mano en su bolso y sacó un par de guantes de látex por si acaso pudiera encontrar algo. También la protegería de cualquier género perdido que quizás fuera un rescoldo. Esa era una cosa en la que continuamente fallaba con sus estudiantes. Cualquier ropa usada en la escena del crimen debería ser considerada como un riesgo biológico. En los últimos años había llevado a casa más contagio de los quería pensar y que solo la hizo alegrarse de vivir sola. Lo último que quería era hacer significativo otro mal.
Abrió su coche y arrojó el bolso dentro antes de sacar su caja de herramientas forense que contenía todo lo que necesitaría para conservar cualquier prueba que pudiera haber sido pasada por alto por la policía.
Gloria ladeó la cabeza mientras se quedaba con la mirada fija en el callejón.
El estómago de Simone se apretado con simpatía.
– ¿Recuerdas algo?
– Había unos gruñidos extraños. -Su voz era tranquila. Distante.
– ¿Gruñidos?
Gloria inclinó la cabeza.
– Era profundo y fiero, pero no realmente como un animal.
– ¿Eso era como esto? -Jesse hizo un ruido inhumano fantasmagórico.
Gloria lo miró con ceño.
– Eso suena como Darth Vader atragantándose con un hueso de gallina. No.
Él le pasó un indignado fulgor a Simone mientras ella estallaba en risas.
– Bien, lo era.
– Estupendo, a ver si te ayudo más.
Simone negó con la cabeza antes de sacar la linterna y se dirigieron a la zona donde había visto el cuerpo fotografiado. Había edificios en tres lados y un brillo en medio. El pasillo que lo circunda estaba interrumpido. Callejón típico con mucho tráfico de acero alrededor de él. Sin mencionar, que cualquiera en los edificios fácilmente podía asomarse a la ventana y ver bien donde estaban.
Le hizo preguntarse si había habido un testigo que hubiera visto al asesino.
Hecho un vistazo hacia donde Jesse hacía de Michael Jackson en Moonwalk mientras él examinaba el callejón y la calle. Todo lo que el muchacho necesitaba era una chaqueta de cuero roja claveteada con oro y un guante con lentejuelas.