– Ámame, Simone.
– ¿Qué?
– Hazme el amor.
Simone asintió. La necesidad afloraba en los ojos de él. Algo le decía, que para él representaba más que sólo un acto físico. Intentando demostrarle que ella jamás lo lastimaría, lo besó suavemente en los labios mientras se deslizaba sobre él.
Xypher echó su cabeza hacia atrás, mientras ella se movía lentamente contra sus caderas. Era una tortura exquisita. Lenta y constante. Tan feroz, que todo lo que él podía hacer era estremecerse.
Estaba indefenso ante su mujer y sus cándidos encantos.
La luz iluminó su cuerpo, haciéndola resplandecer. Ella se inclinó sobre él, permitiendo que las puntas de su cabello le rozaran el abdomen y pecho, mientras lo montaba suavemente.
Mordiéndose el labio, elevó sus caderas, penetrando más profundo en ella. Necesitando sentirla tanto como fuera posible.
Simone sonrió ante la belleza de Xypher. Recorrió su musculoso pecho con las manos, ahuecando y acariciando la enrojecida carne. No se imaginaba volver a una vida en la que no pudiera ver su rostro todos los días. Eso la mataría.
En un abrir y cerrar de ojos, ella se había acostumbrado a que él fuera una presencia constante en su vida.
No quería que se marchara nunca.
Normalmente, estar rodeada todo el tiempo, la ponía de mal humor. Aún con Tate. Pero Xypher era como Jesse. Aunque pudiera ser fastidioso, era encantador y a ella no le importaba en lo absoluto.
Sus ojos la quemaban, él tomó su mano entre las suyas y se la llevó a la boca para mordisquearle el costado. Dios, esos labios eran hermosos. Inclinándose hacia adelante, ella pasó la lengua sobre la barba de su mentón. Era tan áspero y masculino. Ella adoraba la sensación de picor en la piel.
Xypher la envolvió en sus brazos y elevó las caderas, para acompañar sus embistes.
La calidez de su cuerpo y el tacto de su piel contra la de ella, era más de lo que ella podía soportar. Ella se corrió, mirándolo a los ojos, en un cegador momento de abrasadora paz.
Xypher emitió una risa gutural al sentir su clímax y observar el placer reflejado en sus facciones. Adoraba la forma en que ella se sentía entre sus brazos, la forma en que sus cejas se juntaban un instante antes de que ella se corriera. Y el sonido de sus ronroneos de satisfacción mientras los espasmos contraían su cuerpo contra él.
Enterrando el rostro en su hombro, él jadeó al sentir llegar su propia liberación. Oprimiendo su cuerpo contra ella, la sostuvo muy cerca mientras se liberaba dentro de ella.
Ella se derrumbó sobre él. Él la mantuvo ahí, trazando las líneas de su espalda mientras el aliento de ella caía sobre su pecho.
– Que perfecta forma de comenzar el día.
La besó en lo alto de la cabeza.
– Sí, lo fue.
Simone suspiró satisfecha, estirándose como una gatita recién nacida junto a él.
– Ahora no quiero levantarme. Quiero quedarme aquí en tus brazos por el resto del día… ¿crees que Jesse podría impartir mis clases?
Él se rió entre dientes.
– Creo que verle intentarlo podría ser realmente entretenido.
– Bueno, te pediría que lo hicieras tú, pero eso le quitaría el propósito a mi idea de quedarme aquí… ¿me pregunto si podría jubilarme tempranamente y vivir en las calles? ¿Qué opinas al respecto?
– Vivir en las calles, no creo que funcione. No tendríamos suficiente privacidad para lo que quiero hacer contigo.
Ella sonrió.
– Muy buen punto.
Su reloj despertador comenzó a sonar.
Xypher gruñó ante el ruido ensordecedor.
– Arranca esa cosa de la pared. -Arremetió contra el aparato, pero ella lo desvió rápidamente.
– No te atrevas. Adoro ese reloj despertador.
Él resopló.
– Te apegas a las cosas más impensadas.
Luego de rodar para alejarse de él, Simone apagó la alarma y sonrió ante la certera afirmación. Realmente se apegaba a las cosas más extrañas, y Xypher era definitivamente el más extraño de todos sus apegos.
Él bostezó al tiempo que ella regresaba a la cama.
– ¿Estás segura de que quieres ir a trabajar hoy? Ayer no progresamos mucho en el entrenamiento para disimular tus poderes.
– Bueno, tendré que relacionarme con gente normal eventualmente. ¿Crees que hoy sea aún peor que ayer?
Él le apartó el cabello de los hombros.
– ¿Has aprendido a advertir las señales de tu cuerpo antes del cambio?
– Siento una extraña quemazón detrás de mis ojos antes de que se pongan raros.
– Entonces, no creo que tengas problemas. Cuando sientas eso, sabrás que debes alejarte de la vista del público lo antes posible. Si te sucede en medio de una clase, diles que tienes un virus estomacal y que tienes que correr al servicio.
Ella arrugó la nariz ante la idea.
– Eso es asqueroso.
– Vale, entonces usa gafas oscuras y di que tienes una infección ocular.
Ella le mordisqueó la incipiente barba.
– Sabes, esa idea no está tan mal.
– Por supuesto que las gafas no serán de mucha utilidad cuando te broten cuernos en la cabeza y alas en la espalda, pero…
Ella emitió un chillido.
– ¡Eso no me pasará!
Él sonrió malignamente.
– No. Pero la cara que pusiste valió la pena.
Riendo, ella lo empujó de vuelta a la cama.
– Está decidido, voy a apalearte hasta que lo lamentes.
Xypher se congeló al tiempo que se preparaba para la agresión.
Pero en vez de causarle dolor, ella le hizo cosquillas. A él le llevó varios segundos darse cuenta de sus intenciones. Para cuando lo comprendió, ella hacía un puchero.
– No tienes cosquillas. Vale, eso apesta. -Ella se apartó y cruzó los brazos sobre el pecho, ocultando los senos que el adoraba atormentar.
– Lo siento, -le dijo, intentando animarla. -Si te hace feliz, pretenderé que las tengo.
– No, está bien. Supongo que no se puede tener todo. -Ella se detuvo en el borde de la cama. -Pero tú te acercas bastante.
– ¿Me acerco a qué?
– A ser perfecto. Sólo que tú eres mejor que eso, Xypher. Tú, eres extraordinario.
Xypher se quedó inmóvil mientras ella lo abandonaba para ir a ducharse. No podía respirar, mientras esas palabras se hundían en su conciencia. Ella cree que soy extraordinario…
Nadie jamás, había pensado tal cosa sobre él. Dolor en el culo. Grosero. Violento.
Pero extraordinario…
Esa revelación le sacudió como un golpe en las entrañas.
Al tiempo que se levantaba, Jesse apareció en la puerta con una mirada de consternación en el rostro.
– ¿Cuáles son tus intenciones?
– Levantarme de la cama para ducharme y vestirme.
Los ojos de Jesse se estrecharon.
– Eso no. Me refiero a mi chica. Ambos habéis estado encerrados aquí dentro como dos conejos cachondos durante toda la noche, y antes de que le rompas el corazón, quiero saber si tienes intenciones de hacer las cosas bien con ella. ¿O acaso necesito reclutar algunos demonios para patearte el trasero?
Le gustaría ver a Jesse intentarlo, de hecho pagaría para verlo. Pero a pesar de que le ofendía que el fantasma pensara así, no esperaba menos de Jesse, ya que sólo pretendía proteger a Simone.
– Yo nunca la lastimaría, Jesse. Ni a ti. Pero no puedo quedarme aquí y tú lo sabes, así que no me hagas sentir peor de lo que ya me siento, acerca de abandonarla.
Jesse frunció el ceño.
– Eres un tío bastante decente bajo toda esa fanfarronería, ¿no es así?
– No. Aún soy el mismo bastardo enojado que vendería el corazón de su propia madre para hacerle pagar a Satara. Nada ha cambiado.
– Excepto que tú la amas.
Él tuvo que contener la sorpresa dentro de él antes de traicionarse a sí mismo. No le interesaba facilitarle ese conocimiento ni a Jesse ni a nadie más.
– No sé de qué estás hablando.