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Queriendo estar sola, se quitó el abrigo y lo tiró al suelo de camino a su habitación.

La cama estaba todavía deshecha de sus anteriores juegos.

Hizo ese pensamiento a un lado. Si no significaba nada más para él que eso, ciertamente no significaba nada para ella. Con la rabia hirviendo a fuego lento, arrancó la almohada para hacer la cama.

Y fue entonces cuando la esencia de Xypher la golpeó con fuerza. Abrazó la almohada contra su pecho e inhaló la cálida esencia masculina.

Eso sacudió su entumecimiento. La pena y la angustia se elevaron hasta que quiso gritar de dolor.

En vez de eso, se hundió de rodillas cuando las implacables lágrimas la asaltaron.

Xypher se había ido.

– ¡Maldito seas, bastardo, maldito seas!

Pero el problema era, que ella no quería maldecirle. El pensamiento de él en el Tártaro siendo torturado…

Eso era más de lo que podía soportar.

Xypher permanecía en el centro de una celda que conocía incluso mejor que el dorso de su mano. Con el paso de los siglos, había contado cada grano de arena. Lo había saturado todo con su sangre.

Ahora estaba de regreso.

Las cadenas salían del techo y se enroscaban alrededor de sus muñecas. Por una vez no había luchado cuando lo levantaron del suelo. Sus brazos ardían por el peso de su cuerpo.

Pero el dolor no era nada comparado al único que dolía en su pecho.

Simone.

La estoy protegiendo. Repetía esas palabras una y otra vez y sólo ellas le daban consuelo. Sufriría un tormento eterno antes que herirla a ella.

Lo valía.

La puerta de su celda se abrió.

Xypher se contuvo a sí mismo cuando vio al dios del Inframundo. Alto y oscuro, Hades estaba vestido de negro. Él inclinó la cabeza para estudiarlo.

– No creí que duraras un mes ahí fuera. Parece que tenía razón.

– No estoy de humor para hablar, Hades. Sólo empieza la tortura.

– Interesante. Mis prisioneros rogándome que los hiera. Y pensar, que ahora mismo, tú podrías estar en los brazos de Simone y no tendido aquí como un pedazo de carne.

– Déjala fuera de esto.

– Eso, desafortunadamente, no puedo hacerlo.

El temor agarró el corazón de Xypher.

– ¿Qué quieres decir?

– Sabes, Xypher, realmente te odio. Verdaderamente. Tengo que decir que torturarte ha sido uno de mis grandes placeres. Y ahora, como siempre, acabas jodiéndome.

– Estoy aquí colgado, esperando a que me golpees. Dime, ¿Cómo diablos podría joderte yo a ti?

– Porque tengo que dejarte ir, bastardo.

La incredulidad pasó a través de él.

– ¿Qué?

– El trato que hice con Kat… ¿Recuerdas? Te permití ser humano durante un mes y si en ese tiempo encontrabas tu humanidad, serías libre. Te sacrificaste generosamente por otro. Y eso ni siquiera te llevó un mes. Maldito seas.

Xypher todavía no podía creer lo que estaba oyendo.

Las cadenas se descolgaron tan rápido, que cayó al suelo.

– Sal de aquí, Skotos. Yo ya no puedo retenerte.

Simone estaba todavía derrumbada en el centro del suelo cuando sonó su teléfono.

Miró el número y vio que era Tate.

Dejando escapar un harapiento suspiro, se aclaró la garganta y respondió.

– Hay otro demonio asesino.

– ¿Estás seguro?

– Absolutamente. Ya conoces el procedimiento… estamos en la esquina con Rampart y Esplanade.

– Estaré allí – colgó y se secó los ojos antes de ir a la habitación de Jesse. Lo encontró a él y a Gloria revolcándose sobre su cama.

Se apartaron tan pronto la vieron.

– Um, nosotros sólo estábamos…

– Está bien, Jesse. Yo voy a encontrarme con Tate y no quería que te preocuparas. Volveré pronto.

– ¿Estás segura de ello? ¿No necesitas algo de tiempo?

– La vida continua, ¿cierto? -esa era la única lección que había aprendido- No es igual que si tuviera que planear un funeral o algo. Además, puedo hacerlo como una distracción.

Cerró la puerta y se dirigió hacia su coche.

Podrías usar tus poderes de demonio.

Sí, podría, pero ahora mismo no quería pensar en esa parte de ella. Quería su vida de regreso de la manera en que había sido antes de que Xypher la cambiara. Más que nada, quería liberarse del dolor que le laceraba el corazón.

No le llevó mucho tiempo llegar a la escena del crimen. Las luces de la policía brillaban en la oscuridad.

Salió y se dirigió hacia Tate, quién estaba solo, ante un cuerpo cubierto.

– ¿Nunca te tomas un día libre?

– No cuando el asesino es así de raro -él miró más allá de su hombro.-¿Dónde está…?

– Se ha ido. Dejémoslo así, ¿vale?

Pero por su expresión ella podía decir que las noticias lo sorprendieron, pero él no quería presionar.

– Jane Do. Las mismas heridas que Gloria y nuestro tío en el Market que estalló en llamas en una combustión espontánea por causa del gas. ¿Quieres echar un vistazo de cerca?

– Igual que un destornillador en la cuenca de mi ojo. Claro, déjame echarle un vistazo.

– Ooo, bienvenida, Sra. Snark. Te he extrañado.

Simone no respondió cuando descubrió el cuerpo y le echó un vistazo a la pobre mujer. Tate tenía razón, y cuando se agachó, un inequívoco trazo de olor la golpeó.

Kaiaphas.

El cuerpo de la mujer hedía al demonio.

Ella cerró los ojos cuando empezaron a cambiar y se forzó a si misma a calmarse. Así que el hermano de Xypher había sido todo el tiempo el asesino que estaban buscando.

Seguramente Xypher también lo había olido. ¿Por qué no se lo había dicho?

Se puso lentamente en pie.

– Voy a necesitar que el cuerpo se combustione instantáneamente otra vez, Tate.

– Claro… yo necesito algo mejor que eso.

Simone levantó la mirada pasando de ellos. Había una casa con un alero que estaba suelto.

Eso funcionaría.

Apartó a Tate con el brazo un instante antes de usar sus poderes para sacarlo rápidamente.

Esto cayó sobre el cuerpo, decapitándolo.

– Problema resuelto.

Tate jadeó ante ella y levantó su mano.

– No quiero saber cómo lo has hecho. Mi informe ya es bastante complicado.

Simone empezó a responder, pero la sensación de ser observada regresó a ella. Ésta se arrastraba sobre su piel con una maliciosa intención.

Esta vez, a causa de sus poderes, podía fijarlo.

– Estarás bien, Tate.

Ella retrocedió cuando el fotógrafo vino corriendo a sacar más fotos. Mientras Tate se encargaba de él y de los oficiales de policía, ella se deslizó en la oscuridad hacia la fuente de su incomodidad.

– Kaiaphas -llamó ella- Sé que estás ahí fuera.

Él apareció directamente detrás de ella, oliendo su pelo.

– Hueles igual que el ganado y demonio. ¿Tienes idea de cuan provocativo es eso?

– Fantástico. Tengo feromonas de demonio. Justo lo que siempre he querido.

Kaiaphas se rió.

– Xypher no te dijo nada acerca de tu familia, ¿verdad?

– No.

– Tu padre, Palackas, fue uno de los más brutales asesinos que jamás he conocido. Antes que fuera esclavizado, se le conocía por arrasar pueblos enteros, asesinar hombres, niños y a cualquiera que se pusiera en su camino.

– ¡Estás mintiendo!

– No, no lo hago. ¿Por qué piensas que su maestro estaba tan decidido a traerle de vuelta? Él era demasiado peligroso para ser incluso liberado.

Estaba mintiendo y ella lo sabía.

– Mi padre no fue así. Era un buen hombre.

Kaiaphas la agarró por la cabeza y susurró algo que ella no podía entender.

En su mente, vio a su padre de joven. No, no un humano. Era un demonio. Sus ojos eran rojos como el fuego, sus dientes mellados y afilados, cuando irrumpía a través de una antigua aldea asesinando todo lo que veía.