Tate miró alrededor.
– Maldición, tienes suerte de que nadie te viera. Incógnito, chico, in-cóg-ni-to.
– No tengo tiempo para eso, necesito encontrar a Simone.
– Hey, Doc ¿Puede venir aquí un segundo?
– Te ayudaré a buscarla en un segundo -le dijo a Xypher antes de ir hacia el oficial.
Xypher gruñó antes de sentir esa abertura en el aire.
Jaden.
Un mal presentimiento pasó a través de él cuando se centró en ello y fue a buscarle.
Él dio la vuelta a la esquina y se congeló. ¡No! La simple palabra echó raíces en su mente cuando vio a Simone en el suelo.
Aterrado, corrió hacia ella y la cogió en sus brazos. Pero al momento de tocarla, lo supo.
Estaba muerta.
Atravesó a Jaden con la mirada.
– ¿Qué has hecho?
– Yo no he hecho nada. Lo hizo ella.
– No te atrevas a jugar a ese estúpido juego conmigo, Jaden. ¿Qué trato habéis hecho?
– Ella quería sacarte del Tártaro.
– Jodido bastardo. Yo ya estaba fuera del Tártaro.
– Lo sé.
– ¿Lo sabías y aún así hiciste el pacto?
Él se encogió de hombros.
– Quería saber cuán lejos llegaría ella.
Una furiosa impotencia se extendió a través de él. Incapaz de pensar dejó a Simone en el suelo y cargó contra Jaden.
Jaden lo cogió y le devolvió el golpe, sujetándolo al costado de una casa.
– Mejor te lo piensas dos veces antes de venir a por mí, demonio -la furia del infierno ardía profundamente en esos ojos de dos colores. Los colmillos de Jaden relucieron cuando habló en cortantes y escuetas palabras- Si Simone hubiese permanecido con vida, tú la verías morir de anciana, mientras que tú continuarías viviendo eternamente en tu actual forma. ¿Es eso lo que querías?
Xypher parpadeó con incredulidad.
– ¿Qué?
Jaden le dio la espalda, entonces lo liberó. Sacó un pequeño tubo de una sustancia blanca del interior del bolsillo de su chaqueta.
– Ella es libre de su vida humana a partir de ahora. No envejecerá y no morirá.
– Pero está vinculada.
Jaden inclinó la cabeza.
– Sí, lo está -él se quedó mirando el alma de ella durante todo un minuto antes de tendérsela a Xypher.
– ¿Cuál es el precio?
– Vosotros dos me deberéis un favor. Un día, vendré a cobrarlo -cerró la mano de Xypher sobre el tubo, entonces se desvaneció.
Xypher no podía respirar mientras se quedaba mirando el alma de ella en su mano. No podía creer que Jaden hubiese hecho eso por ellos.
¿Por qué?
Eso iba en contra de todo lo que él sabía sobre el demonio pactante.
A caballo regalado no le mires los dientes. Sabía que Jaden lo había sabido, no había nada en el mundo o en cualquier otro que él no hubiese hecho para liberar a Simone.
Su corazón latía de alegría, llevó el vial al cuerpo de ella y liberó su alma.
Ella abrió los ojos y se quedó mirándole.
– ¿Xypher?
– Tu peor pesadilla ha regresado.
Jaden se tomó un momento para volver a mirar a Xypher y Simone los cuales se sostenían el uno al otro con todo lo que tenían.
Él recordó una época en la que había hecho lo mismo.
– Hagáis lo que hagáis, no os traicionéis el uno al otro.
La banda sobre su cuello se calentó y lo perforó. Dando un respingo, los dejó y regresó a su maestro. Los vientos abrasadores le cortaban el cuerpo cuando se paró, esperando.
– ¿Qué has hecho?
– Mi trabajo.
Una ráfaga invisible le laceró la mejilla hasta el hueso. Jaden maldijo ante el dolor de la herida.
– Pero sin valor. ¿Dejaste ir a la hija de Palackas?
– Cumplí un pacto que fue hecho de buena fe.
Otra ráfaga lo cortó tan profundamente a través del torso que lo forzó a ponerse de rodillas.
– Tu compasión me disgusta.
– Sí, bueno, tú tampoco me emocionas exactamente- Jaden se dio cuenta que debería haberse guardado su opinión para sí mismo cuando fue lanzado contra la pared.
– Un día, perro, aprenderás obediencia.
Jaden tragó cuando sus ropas le fueron arrancadas. Sabía que castigo estaba por llegar e iba a dolerle como el infierno.
Sí, Xypher y Simone le debían más de lo que podían siquiera soñar.
Xypher suspiró cuando se derrumbó contra Simone quien estaba todavía ronroneando de satisfacción.
– Me gusta el sexo demoníaco -dijo ella, rodando para sujetarlo a la cama.
– Te dije que lo haría.
Ella se rió, entonces lo besó sin pensar.
– Gracias, Xypher.
– ¿Por qué?
– Por intentar protegerme.
– Yo no fui la que comerció con mi alma para sacarme del infierno.
– No, pero diste tu vida para mantenerme a salvo. Creo que eso nos pone a la par.
Él acunó su cara en las manos.
– Te amo, Simone. Y juro con cada parte de mí que jamás dudarás de eso.
Ella cogió su mano derecha en las de ella y le besó los nudillos.
– No te preocupes, no lo haré.
Simone sonrió antes de tenderse boca abajo sobre él y mantenerlo cerca. Cerrando los ojos, se dio cuenta de que Xypher le había dado mucho más que su amor. Le había dado una familia y le enseñó cosas sobre ella misma que nunca había conocido.
Por primera vez en su vida, tenía un verdadero futuro hacia el que mirar.
Y una familia que estaría con ella sin importar el qué.