Él quería obediencia de ella, no el miedo escueto y crudo. Bueno… quería que tuviera miedo para que aprendiera la lección. El miedo era simplemente una herramienta para él, una que manejaba con facilidad. Tal vez fuera más sensible de lo que había considerado y debería haber atenuado su mensaje.
Sintió el primer movimiento ligero de su cuerpo, nada más que un susurro de espacio entre ellos, pero él sabía que estaba huyendo. Instintivamente apretó su asimiento, respiró dentro y fuera por ambos, sus pulmones llamando al suyo para que siguiera su ritmo. Su corazón latía lento y constante, en un esfuerzo por reducir la aceleración salvaje del de ella. Apenas reconoció su necesidad de calmarla, ni siquiera la razón para ello-la necesidad simplemente existía.
De un lugar largo tiempo olvidado, un recuerdo surgió de un niño, un muchacho joven que cambió muy tarde y se encajo contra un árbol. Zacarías recordó a su hermano más joven, un rápido principiante, pero que intentaba cosas para las que no estaba listo solo porque sus hermanos mayores podían. Él meció a Margarita de la misma manera como lo había hecho con Riordan, para consolarlo, murmurando en Carpatiano, palabras suaves que no querían decir nada. Ruido realmente. La memoria lo impresionó casi tanto como los acontecimientos de la noche entera lo hicieron. Él no había pensado aquellos días en unos cientos de años.
No era un hombre que sintiera compasión, pero su miedo le molestaba. No tenía ningún sentido y no confiaba en nada que no pudiera explicar. La dejó en el suelo. En el momento en sus manos la soltaron, ella se arrastró lejos, arrinconándose en una esquina, mirándolo fijamente con sus enormes, y asustados ojos.
Temblores sacudían su cuerpo una y otra vez. Se retorcía los dedos, dos veces trato de estirarse como si fuera a tocar la herida que se oscurecía en su cuello, sin embargo, se detenía antes de acariciar su piel dañada. Ella llevaba su marca ahora, el color subía debajo de su piel con dos pinchazos centrados casi a la perfección. Ella no tocó el punto, y él se encontró frunciendo ceño. Desconcertado.
En general era más fácil utilizar a las mujeres para alimentarse. Sus hermanos menores se movían en círculos políticos para alcanzar las cosas que necesitaban, por ejemplo sus grandes propiedades. Las mujeres decorativas que colgaban en sus brazos eran siempre un plus. Tenían fácil acceso a una fuente de alimento y estaban cubiertos siempre. Era bastante fácil plantar memorias de noches salvajes de sexo y de fiestas. Pero la mente de Margarita no aceptaba memorias plantadas, ni él particularmente quería borrar la memoria de su momento.
Él suspiró y se levantó. Ella se estremeció, sus ojos llenos de lágrimas. Las gotas se quedaban en sus increíblemente largas pestañas, llamando su atención y plantando un nudo en la boca de su estómago. Los hermanos De La Cruz a menudo reforzaban la barrera natural en la mente de aquellos que les servían. Había aceptado el fortalecimiento de sus hermanos, de sus escudos de protección, pero ella rechazaba cada la parte de él. Sabía que era personal. Había estado en su mente. Ella no pensaba en él con la misma luz que a sus hermanos. Él era Han-ku piwtä un depredador.
"Óyeme, niña. Usted nunca desobedecerá una orden directa mia. "
Ella apretó sus temblorosos labios, cubriéndolos con sus dedos.
Dio un paso amenazador hacia ella. ¿Está claro quién está a cargo? ¿Quién es su amo? Ella tragó con fuerza y asintió con su cabeza vigorosamente. Mirando su miedo, el resultado directo de sus acciones, algo se torció alrededor de su pecho. Él presionó su mano allí para parar el extraño dolor. “Por algunos días su audición será mucho más aguda de lo normal. Puede incomodarle. Su visión será más aguda también. Usted aprenderá controlarla. No se apartará de la casa. Le quiero disponible cuando lo desee.”
Su sangre era una mezcla sorprendente y sabía que siempre la iba a desear. En realidad tenía su gusto en la boca y ganas de lamer el pulso que latía tan frenéticamente en su cuello, acariciando directamente su marca con su lengua. Tenía que averiguar lo que estaba pasando, su reacción ¿qué significaba? Ella estaba transmitiendo su miedo tan fuerte que no podía pensar con claridad. Él no sabía por qué su conexión con ella era tan fuerte, pero sentía sus emociones como si fueran las suyas propias. Hace mucho tiempo, aún la relación con sus hermanos, se había desvanecido de sus recuerdos.
Zacarías negó con la cabeza, frunciendo el ceño, dando un paso para acercase a ella. Se encogió nuevamente en la esquina, subiendo sus rodillas, tratando de hacerse más pequeña.
Ella volvió la cara y cerró los ojos con fuerza para bloquearlo de su vista cuando él extendió su mano hacia ella. Había tenido la precaución de ir lento, como podría acercársele a un animal salvaje, pero ella se agachó un poco más, como si esperara que él la golpeara. La idea era ridícula. Él nunca la golpearía.
Sus entrañas se anudaron, una reacción física que no podía controlar. Le tocó la cara mojada de lágrimas, la humedad se acumulaba en las yemas de sus dedos. Su piel absorbía las lágrimas saladas, tomó un reluciente diamante que brillaba en su cuerpo y su estómago hizo otra sacudida desconocida.
Repentinamente se alejó de ella, caminando por la sala, incapaz de soportar la visión de su figura triste y asustada un momento más. Él necesitaba distancia. La selva tropical. En cualquier lugar, pero lejos de esa mujer absurdamente desobediente.
Zacarías fue mucho más cuidadoso con la puerta principal. Quería ser capaz de bloquear a esta desconcertante, incomprensible y molesta mujer dentro, donde no pudiera meterse en problemas, mientras se imaginaba lo que debía hacer. Él podría volver intentar buscar el amanecer cuando el sol saliera, pero el dramático final de su vida ya no le parecía soportable. O Jela peje emnimet- que infierno de mujer. Ella había vuelto su mundo al revés. Todo estaría perfectamente bien otra vez, al momento en que no pudiera oler su aroma o escuchar sus latidos. La conexión entre la parte primordial de su mente se desvanecería con la distancia y sería capaz de respirar y pensar.
Salió a la lluvia, agitando la mano para calmar la tormenta que había forjado en su intento de castigar a la mujer mortal. Su aliento silbó al salir de sus pulmones. Él no quería dar el siguiente paso, abrir los brazos y convocar al águila arpía para alzar el vuelo. Vaciló, casi transparente, la niebla y la lluvia se hacían uno con él, una cosa que normalmente calmaba su alma oscura, pero la renuencia estaba, todavía allí. O ainaak Jela peje emnimet ηamaη- la mujer que lo quemaría para siempre. Ella le había hecho algo.
¿Podría ser maga de nacimiento? ¿Lo había hechizado ella para atraparlo? ¿A él? ¿A Zacarías De La Cruz? Imposible. Él era demasiado viejo. Astuto.
Ella no tenía oportunidad contra él, enfrentándose contra su centenario poder y experiencia. Había casi decido volver a la casa y complacer su ansia otra vez.
El pensamiento trajo el gusto explotando en su boca y una oleada de calor por su cuerpo. Las cosas desconocidas lo molestaban. Su reacción a Margarita Fernández era inaudita. Nada, ni nadie despertó su interés en siglos, y ahora, cuando él decidió terminar con su vida, ella se atrevió a molestarlo. Él no volvería a su trampa, ya no sería entrampado por cualquier hechizo que lanzara. Él seguiría su propio camino, su propia lógica ella podría esperar a su conveniencia.
Zacarías tomó al aire. El viento acometió a través de él, de la niebla que componía su cuerpo, de modo que él y el aire fueran uno solo-él pertenecía a aquí-siendo parte de la tierra misma. Él había desarrollado el truco hace largos años cuando él estaba tan solo y necesitaba un pequeño consuelo. Los animales y el hombre le dieron la espalda – incluso su propia familia. Le temían -como ella le temía. Pero cuando él era niebla, con el viento moviéndose a través de su cuerpo, enviándolo a la deriva a través de los árboles, él podía sentirse realmente aceptado. Los animales y el hombre lo rechazaban pero la tierra era un compañero constante, permanente.