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¿Qué eres entonces?, Exigió.

Ella frunció el ceño. La respuesta debería haber sido obvia, pero entonces ella estaba pensando en él como un animal indómito, salvaje, tal vez estaba más cerca de convertirse de lo que sabía. Yo soy sólo una mujer.

Zacarías estudió la cara pálida, perfecta delante de él durante mucho tiempo. Ella estaba manchada de barro. Agotada. Su cara en forma de corazón era todo ojos, enormes y asustados.

Yo soy sólo una mujer.

Cinco palabras simples, pero ¿qué quiso decir? Él conocía a las mujeres, pero a ninguna como ella. Era mucho más que sólo una mujer. Buscó en sus recuerdos y había muchos siglos, pero nadie había llamado su interés, no como esta mujer.

Se miraron el uno al otro durante mucho tiempo. "Usted va a regresar a la hacienda conmigo." Le dijo. Le ordenó. Dio la orden y esperó a la típica reacción de desobediencia. Tal vez tenía alguna enfermedad que le hacía hacer lo contrario a una orden directa.

Vio cómo trabajó su garganta, al tragar delicadamente y una nueva ola de temor cayó sobre él, se apresuró a suprimirla, no debía mostrar temor a un depredador. Él sabía que ellos estaban muy conectados y que estaba sintiendo sus emociones. Fue interesante verse a sí mismo a través de sus ojos. Él sabía que, sobre una base estrictamente intelectual, para otros animales, incluidos el hombre, pensaban que era un asesino, pero no tenía una reacción visceral al conocimiento.

Conectado como estaba a ella a ese nivel primitivo, sintió sus emociones como si fueran las suyos propias, y era incómodo.

Su pequeña lengua lamió el arco perfecto de su labio inferior. Dio un paso atrás muy despacio, sintiendo con una bota tierra firme. Él negó con la cabeza y ella se detuvo al instante.

Zacarías podía leer sus pensamientos con facilidad en su rostro. Quería salir corriendo y no le importaba si alguien-incluido él-lo consideraba un acto cobarde. Su instinto de conservación era fuerte ahora. Se había ofrecido una sola vez. En lo que a ella concernía, eso era suficiente. Ella había sido castigada.

"No he terminado contigo, mujer. Volverás a la hacienda a mi lado mientras yo descifró lo que está pasando. Y no te marcharas de nuevo sin mi permiso".

Eso llegó a ella. Podía ver las nubes de tormenta en sus ojos oscuros. No podía apartar la mirada, aunque quisiera. Sus ojos no eran de un aburrido gris como el mundo a su alrededor. Tampoco lo era su pelo. Ambos eran de un ébano rico, un profundo negro medianoche, una verdadera ausencia de color. Su boca le fascinaba. Sus labios que deberían haber sido de color gris o blanco mate, pero juraría que eran de un rosa más oscuro. Él parpadeó varias veces para tratar de librarse de la impresión, pero el extraño color se mantuvo, haciendo sentir un poco mareado. Ella le fascinaba.

Margarita subió la barbilla. Si me van a matar, hágalo aquí. Ahora en este momento.

Sus cejas se alzaron. "Si la voy a matar, escogeré el tiempo y lugar, no seré dictado por una mujer que no sabe el significado de la obediencia. "

Sacó un lápiz y una libreta del bolsillo y comenzó a escribir. Zacarías barrió ambos artículos de su mano y se los embolsó.

Utilice nuestro lazo de sangre.

En silencio sacudió la cabeza y extendió la mano hacia su bolsillo.

Él negó con la cabeza decididamente, ya no le sorprendía que ella le desobedeciera. Estaba seguro de que tenía una rara y peculiar enfermedad mental, un trastorno de nacimiento, que le hacía hacer lo contrario de lo que cualquier figura de autoridad le decía.

Leí las cuarenta y siete misivas esta noche. No deseo leer otra.

¿Todos las cuarenta y siete? ¿Usted entró en mi espacio privado? Ellas estaban en la papelera. Tiradas. Obviamente no eran para que usted las leyera.

Así que utilizaría el lazo de sangre cuando ella lo escogiera. Algo cerca de la satisfacción se elevó en él. El miedo se había descolorado bastante cuando le respondió mucho más naturalmente. Desde luego que eran para que yo la leyera, kislány ku? enak minan-mi pequeña lunática. Ellas claramente fueron dirigidas al Señor Zacarías de La Cruz. "Él se dobló ligeramente. Muy formal y apropiado usted. Uno pensaría que sería capaz de llevar a cabo instrucciones simples. "

Devuélveme mi papel y pluma.

"Usted va a utilizar el vínculo de sangre entre nosotros." Sabía que la hacía sentirse incómoda porque era una forma mucho más íntima de la comunicación, pero se encontró deseando la intimidad de su vínculo.

Sus ojos se volvieron aún más oscuros, tornándose del color de la obsidiana [2], llameando como piedras de fuego brillantes. Apretó los dientes en una ajustada mordida. La blancura de sus dientes le llamó la atención. Sin pensarlo, él la agarró por los brazos y tiró de ella para acercarla, volviendo la cabeza hacia él para que pudiera ver el intenso color blanco y brillante, como pequeñas perlas. No gris. No el blanco sucio marrón que estaba acostumbrado. Por un momento no había nada más en el mundo, sino sus dientes blancos pequeños y sus increíbles ojos casi negros.

Algo golpeó su pecho, no con fuerza, él apenas lo notó, pero su pequeño aullido le hizo bajar la mirada. Ella había cerrado de golpe sus palmas contra su pecho y se había lastimado obviamente. Él le frunció el ceño. ¿Qué hace usted ahora?

Le estoy golpeando, a usted bruto. ¿Es que no lo siente?

Ella tenía genio. Él reconoció ahora el fuego que ardía en ella. Se lastimaría sin embargo, y realmente, él sentía apenas gran cosa. ¿Así es qué usted le llama? Está realmente un poco loca. No es ninguna sorpresa que Cesaro intentara sacarla de la casa. Él temió que me alteraras con su locura.

¿Locura?

Margarita cerró el puño y le lanzó un puñetazo. A juzgar por la forma en que lo lanzó, alguien le había enseñado cómo luchar. Él la esquivó de lado antes de que asestara el golpe y la cogió, haciéndola girar, cruzando sus brazos sobre sus pechos y sosteniéndola apretada contra su cuerpo. Su respiración salió en una explosión del sonido que lo impresionó. Él se quedo muy quieto, apoyando su boca contra su cuello, contra ese pulso caliente que latía tan frenéticamente y le reclamó en voz alta. ¿Risa? ¿Él se había reído?

¿Realmente había reído? Eso era imposible. Él nunca se había reído. No desde que recordaba. Tal vez cuando era un niño pequeño, apenas un muchacho, pero dudaba de ello. ¿De dónde había salido ese sonido? ¿Era posible que esta tonta y loca mujer fuera su compañera? Por todo lo que era santo, no podía ser.

No podía de ninguna manera estar acoplado a una persona incapaz de seguir la más simple de las direcciones. Y sus emociones y colores deberían haber vuelto inmediatamente. Pero la verdad, se sentía más vivo en este momento de lo que había estado hace mil años.

Al igual que él, se había quedado muy quieta en sus brazos, como un conejo asustado. Ella se estremeció, la ropa mojada, el barro pegado a su suave forma femenina. Al momento en que se dio cuenta de que tenía frío, le quitó el barro y la lluvia de su ropa, su cuerpo calentó al suyo. Este tipo de cosas eran naturales de su especie, y con ella, tenía que recordar las cosas mundanas.

"Voy a excusarla porque usted no tuvo una madre que le enseñara buenos modales, pero mi paciencia llegó hasta aquí." Susurró las palabras en su oído, determinado a que aprendiera quien estaba a cargo. Ciertamente, no una pequeña chiquilla, tan tonta que salió bajo la lluvia al bosque, sin escolta y en la noche. "Usted tiene ciertos deberes."

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[2] Obsidiana: llamada vidrio volcánico, es una roca ígnea, de color negro, caoba, marrón o con manchas blancas (obsidiana nevada), conocida en gemoterapia por su poder de revelar los secretos del alma.