Llovía. Descendimos la cresta e instalamos el campamento en cuanto encontramos un arroyo con bastante agua. Los soldados se pusieron a descargar los mulos. Dersu y yo fuimos, según nuestra costumbre, a hacer un reconocimiento, descendiendo el golda lo largo del arroyo, mientras yo lo remontaba.
Cuando cae agua en el bosque, esto supone una doble lluvia. A la menor sacudida, cada zarza y cada árbol riegan al caminante. Cinco minutos de marcha me empaparon tanto como si me hubiese tirado de cabeza al río. Iba a regresar, cuando percibí un animal extraño que descendía de un árbol. Apunté e hice caer a la bestia. Se desplomó en el suelo y con un segundo tiro de fusil puse fin a sus sufrimientos. Era un gato salvaje, cuyas dimensiones me asombraron. Primero lo tomé por un lince, pero la ausencia de pelos en las orejas y la longitud de la cola me hicieron comprender que se trataba realmente de un gato salvaje, y comprobé que alcanzaba un metro de longitud. Este animal se distingue del gato doméstico no sólo por su tamaño, sino también por sus dientes fuertes, por sus largos bigotes y sus pelos espesos. El gato salvaje lleva una existencia solitaria, prefiriendo las espesuras tupidas de sombra, ricas en acantilados pedregosos y en árboles huecos. Este animal, muy prudente y temeroso, es no obstante capaz de pasar a un contraataque furioso cuando se trata de defenderse.
Los cazadores han tratado de domesticar a jóvenes gatos, pero sin ningún éxito. Los udehésafirman que las crías de una gata salvaje, aunque sean recogidas en edad temprana, no se dejan domesticar jamás. Es un puro azar el abatir a una de estas bestias, que nadie quiere cazar especialmente. Sin embargo, los chinos del país emplean su pelo para confeccionar cuellos de invierno y gorros.
Llevé mi presa al campamento, donde todo el mundo estaba ya reunido para instalar las tiendas, encender las hogueras y preparar la cena. La lluvia cesó hacia las ocho, pero el cielo permaneció gris. De repente nos vimos rodeados de una especie de charla muy ruidosa. Algo me vino a golpear muy dolorosamente el rostro y sentí un cuerpo extraño posarse en mi cuello. Llevé en seguida la mano a él y cogí un objeto duro y picante, que lancé no sin temor a tierra. Era un escarabajo enorme, parecido a los coleópteros que se llaman ciervos,pero desprovistos de cuernos. Rechacé otro que se había posado sobre mi mano y percibí todavía un tercero sobre mi camisa y dos sobre mi ropa. Numerosos de ellos subían alrededor del fuego y caían incluso entre los tizones brillantes. Pero los que volaban y trataban de posarse sobre nuestras cabezas, parecían los más espantosos. Yo salté de mi cama y traté de apartarme. Los soldados se servían de sus brazos para deshacerse de los insectos y lanzaban juramentos. Durante mucho tiempo, los escarabajos se encontraron sobre las mantas, los capotes, en una mochila o en el fondo de un gorro. El goldse mantenía de pie y nos decía, designando uno de aquellos escarabajos:
—Jamás he visto a estos hombres en masa. A veces me ha ocurrido encontrarlos de uno en uno. ¿De dónde pueden haber salido en tal cantidad?
Atrapé uno de aquellos insectos y pude convencerme de que era un representante muy raro de esta fauna del período terciario, que sobrevive todavía en la región ussuriana. Pardo, con el dorso peludo, con mandíbulas desarrolladas y curvadas hacia arriba, recordaba mucho al coleóptero llamado leñador,pero tenía los bigotes más curvos. Su longitud era de 9,5 centímetros, con una anchura de 3 centímetros a la altura del tórax. Empleamos bastante tiempo en luchar contra estos insectos y no recobramos la paz hasta después de medianoche.
23
Inundación
Proseguimos nuestra marcha hacia el norte andando a lo largo de la cresta. Después, volvimos a descender el monte Ostraya y encontramos una pequeña fuente que nos condujo hacia el río Bilihe. Después de haber hecho pacer a nuestros mulos, remontamos ese curso de agua, que alcanza una longitud de alrededor de noventa kilómetros y cuyas fuentes se encuentran en los montes del Sijote-Alin. De los dos lados, los bosques son tan espesos que el río parece correr por un pasillo verde. En muchos sitios, los árboles inclinados se entrelazan por encima de la corriente y forman arcadas pintorescas. Todos esos días hizo un tiempo desapacible, frío y húmedo. Los árboles tenían el aspecto de llorar; gruesas gotas caían de sus ramas y hasta los mismos troncos estaban mojados.
En el valle, que se estrechaba cada vez más, encontramos varias fanzasabandonadas. La clase de instalación demostraba que servían solamente de asilo de invierno a los cazadores de cibelinas. Hicimos un corto alto en la última de esas casitas y llegamos hacia mediodía a las fuentes del río. Nuestro sendero hacía largo tiempo que había desaparecido y avanzábamos sin rumbo, pasando a menudo de una orilla a la otra.
Yo tenía la intención de franquear el Sijote-Alin para descender a lo largo del río Kuliumbé, pero Dersu y Tchan-Bao me dijeron que había que esperar lluvias violentas. Así que el goldme aconsejó que tratáramos de regresar a las fanzasde caza. Aquello me pareció razonable y regresamos el mismo día. Desde la mañana, una espesa niebla cubría el paso de la montaña, transformándose después en nubes gruesas que venían lentamente a franquear la cresta. Dersu y Tchan-Bao avanzaban los primeros, elevando a menudo miradas hacia el cielo y hablando entre ellos. La experiencia me había enseñado que Dersu se equivocaba raramente. Si estaba inquieto, no podía ser más que por una razón seria.
Hacia las cuatro de la tarde, alcanzamos la primera de las fanzas.En aquel momento, una nueva bruma vino a envolvernos, y era tan espesa que parecía infranqueable. Aceleramos el paso y llegamos hacia el crepúsculo a una segunda fanza,más confortable y espaciosa. En pocos minutos, la hicimos habitable. Los objetos esparcidos por el suelo se pusieron en un rincón, el suelo fue barrido y se encendió fuego en el hogar. Pero, sea a causa de la bruma, sea porque hacía tiempo que no se había encendido fuego, no se estableció corriente de aire en la chimenea y la fanzaentera se llenó de humo. Hubo que empezar por servirse de tizones ardientes para dejar la chimenea en buen estado. Solamente a la noche, cuando la oscuridad se hizo completa, la chimenea tiró a pedir de boca, calentando poco a poco los kangs.Los soldados encendieron también una gran hoguera al aire libre, prepararon té y se entretuvieron charlando y riendo. Dersu y Tchan-Bao se sentaron cerca de otra hoguera, fumando en silencio sus pipas. Después de haberlos consultado, resolví proseguir nuestro camino al día siguiente, en el caso de que no lloviera demasiado fuerte. Era necesario, costara lo que costase, franquear el paso denominado Los Carrillos; si no, en caso de crecida, nos veríamos forzados a hacer un largo rodeo a través de las colinas rocosas llamadas Oncu Tchugdyni,lo que en udehésignifica «la morada del diablo». La noche pasó tranquilamente. Era todavía oscuro cuando Tchan-Bao despertó a todo el mundo. Tenía el talento de adivinar la hora sin consultar el reloj.