Dejó de hablar bruscamente, como distraído por los repentinos movimientos de Winona, que se dirigía directamente hacia él.
Winona sintió un nudo en la garganta. Siempre había tenido cuidado de no reaccionar impulsivamente. Ella no podía olvidar del todo que había sido una niña abandonada. Siempre había sentido que tenía que tener cuidado para granjearse la confianza de los demás. Y así lo había hecho.
Con el tiempo, Winona había aprendido a valorarse a sí misma. Sabía que era respetada y querida en la comunidad, y que ella se había ganado ese respeto. Pero no se había dado cuenta de que tuviera la confianza de Justin.
De alguien que ella valoraba.
De alguien que amaba; por mucho miedo que le hubiera dado que esa palabra aflorara a su consciencia.
Y eso le importó más de lo que le había importado nada. Y cuando se lanzó a los brazos de Justin, él le respondió sorprendido. Probablemente no había anticipado que se echaría a sus brazos con tanto ímpetu, ni que sus labios temblorosos se unirían a los de él.
Pero no podría haberle llevado menos tiempo darse cuenta. Enseguida, sus brazos la sujetaron sin despegar los labios de los suyos. El fuego ardía suavemente detrás de ellos, las sombras susurraban en las paredes. La noche pareció rodearlos de un silencio íntimo, especial.
Justin la besó, y volvió a besarla, como si hubieran pasado años desde la última vez. Como si su sabor fuera lo único que necesitara para sobrevivir.
Pero en el caso de ella, no era lo único que necesitaba. Precisaba mucho más. Y así, sus manos empezaron a acariciarlo, a tocarlo, a agarrarlo. Echó la cabeza hacia atrás, deleitándose con el beso de Justin, y seguidamente se dispuso a besarlo ella también.
Llevaba unos pantalones tejanos y una camisa de pana, pero no le duraron mucho tiempo encima. Tiró de la camiseta de Justin con frenesí, buscando terreno que explorar. Después de quitarle la camiseta, Justin empezó a desabotonarle a ella la blusa con movimientos pausados y sensuales, mientras iniciaba un camino de ardientes besos desde el mentón hasta el nacimiento de sus pechos. Y entonces, sus manos grandes y suaves la agarraron de la cintura. Inclinó la cabeza y empezó a juguetear con la lengua, esa vez a lo largo del borde del sujetador.
Winona aspiró con fuerza, buscando el oxígeno que parecía faltarle de repente. En pocos segundos le quitó la camisa y encontró el broche del sujetador; entonces, sus pechos cayeron sobre sus manos y Justin se volvió a inclinar para atrapar uno de sus pezones con suavidad entre los dientes.
Ella había desencadenado aquella explosión, la había deseado. Pero cuando Justin se incorporó de nuevo para besarla ardientemente, explorándole con la lengua todos los rincones secretos, Winona se quedó temblando como una hoja. Justin lo sintió, levantó la cabeza y estudió sus facciones.
– Win, no vamos a hacer nada que tú no quieras.
– Lo deseo. Te deseo, Justin.
Justin vaciló.
– Necesito que estés segura de que quieres esto. Sí, lo dejaré si tú lo dices, pero me voy a quedar muy mal si seguimos adelante y no es esto lo que en realidad quieres. No pasa nada. Decidas lo que decidas, no pasa nada.
– Tal vez no me lo esperara. Pero sé exactamente lo que quiero. Y es a ti -le agarró la cara con las dos manos y lo besó de nuevo, esa vez con suavidad-. Por favor…
– Bueno, entonces prepárate.
– ¿Eso es una promesa o una advertencia?
– Una promesa -respondió en tono sensual, y terminó de quitarse la camisa-. Y yo siempre cumplo mis promesas, Win.
Un escalofrío de emoción le recorrió la espalda; una sensación que la enervaba y avergonzaba al mismo tiempo. Justin empezó a besarla mientras la empujaba suavemente hacia atrás, hasta el oscuro pasillo.
– ¿Adonde vamos?
– Creo que hacer el amor contigo delante de la chimenea sería maravilloso… en otra ocasión. Pero la primera vez quiero hacerlo contigo sobre un buen colchón.
– Mmm…
Tenía miedo, pero lo deseaba con todas sus fuerzas. Tenía miedo de algo que no podía nombrar, de lo que no estaba segura. Pero cuando lo besaba el miedo cedía. Y cuando empezó a besarlo con pasión, entregándose por entero a él, el miedo se trasformó en algo tan divertido que pensó que no quería que la abandonara jamás.
Rozó con el hombro la pared, y seguidamente el marco de una puerta. No pudo reconocer ninguna forma de aquella habitación, no solo porque nunca hubiera estado allí, sino porque él no encendió ninguna luz. Le dio la sensación de estar en un lugar espacioso, con una ventana entreabierta por donde entraba frío. Percibió el olor a sándalo y a cuero. En la oscuridad distinguió el brillo del metal de la cama con dosel y el de un espejo sobre un escritorio cuando las sombras de sus cuerpos se reflejaron al pasar.
Abrió un cajón y sacó algo de dentro.
– Me encantaría tener bebés contigo, media docena, pero esta noche no quiero que nadie más comparta esta cama con nosotros. No quiero que pienses en nada, excepto en gozar. Y en lo que quiero hacer contigo.
– ¿Qué me quieres hacer? -preguntó débilmente.
– Amarte. Amarte como llevo tanto tiempo deseando hacer.
Winona sintió que le daba un vuelco el corazón. Tal vez no lo dijera en serio. Una mujer adulta debería saber lo caprichosas que resultaban las palabras de pasión de un hombre… pero lo creyó. Sintió la verdad en sus ojos, sintió la emoción impregnando su voz y sus caricias. Y aquel fue el último pensamiento coherente que tuvo.
El resto de la ropa que les faltaba por quitarse fue cayendo prenda tras prenda, hasta que finalmente estuvieron los dos totalmente desnudos. Él le levantó los brazos por encima de la cabeza y unió sus manos a las de ella, de modo que pudieran sentir cada uno el cuerpo del otro, desde las puntas de los dedos hasta los dedos de los pies. Resultó exquisitamente íntimo poder menear las caderas contra su miembro palpitante. Pero la sensación dejó de ser divertida a medida que se trasformaba en un deseo que empezó a aguijonearla por dentro, carcomiendo el vacío que asolaba su corazón.
– Justin, ven -dijo con urgencia.
– No quiero que olvides esto.
– No podría olvidarlo jamás.
– Detestaría que te levantaras por la mañana y pensaras que al fin y al cabo no había sido tan buena idea.
– Es imposible que me arrepienta de esto. Te lo prometo.
– Quiero que te sientas bien, Winona. Lo digo en serio. Podemos hacer que todo vaya bien, nosotros dos, podemos conseguir cualquier cosa. Sé que no estás hecha a la idea de que estemos juntos…
Santo cielo, y luego decían que las mujeres hablaban. Se dio la vuelta y empezó a demostrarle con sus caricias, con su ternura, lo que las palabras fallarían en comunicar. Pero sus caricias fueron tímidas porque ella misma sabía que aquello no era una de sus preferencias, y no se sentía cómoda haciéndolo. Sabía que a los hombres les gustaba, aunque no fuera muy de su agrado. Pero con Justin…
Con Justin ninguna de las viejas normas parecían funcionar. Con él sentía cosas distintas, porque para empezar no parecía ser ella misma. Pero aquello no tenía solo que ver con sí misma. Tenía que ver con el amor. Y con dar. Y cuanto más lo saboreaba, más lo acariciaba, más la inspiraba la intensa respuesta de Justin. Le oyó gemir de placer. Y después le oyó rugir.
A los pocos segundos sintió que Justin la levantaba y la dejaba caer sobre el colchón. Recordó vagamente que la habitación le había parecido fría al entrar.
– ¿Es que querías que terminara todo incluso antes de empezar? -le preguntó Justin.
– Bueno, no. Pero me lo estaba pasando de maravilla. Y como soy la invitada, creo que lo más cortés es dejarme hacer lo que quiera.
– De acuerdo.
Justin empezó a besarla y entonces la tomó. Ella no podría haber estado más lista para él, sin embargo estaba muy prieta, y Justin avanzó despacio por aquel suave nido privado, poco a poco, hasta que estuvo totalmente dentro de ella.