Se levantó bruscamente de la bañera.
– ¿Has visto qué paisaje, Angela? -la provocó Justin-. Tu mamá está intentando volverme loco. Y lo está haciendo muy bien.
– No podemos quedarnos aquí toda la noche.
– ¿Por qué? Ella está a gusto.
– Porque se va a quedar hecha una pasa, tonto. Pero estaros ahí un par de minutos más mientras yo voy a calentarle un biberón y le preparo un sitio donde dormir, ¿de acuerdo?
Para cuando volvió al cuarto de baño, la señorita «Pasa» estaba fuera del agua y envuelta en una gruesa toalla de rizo americano, riéndose a carcajadas mientras Justin le hacía cosquillas.
– Ssss. Se supone que la vamos a echar a dormir dentro de un rato.
– No quiere dormir. Le gusta estar desnuda. ¿Sabes a quién creo que se parece?
– A ti. Desde luego -murmuró Winona.
– Yo estaba pensando en ti. Y pensar que te acabas de pasear por mi casa así, y que yo no podía hacer nada…
Entonces, el bebé bostezó. Winona le puso un pañal y el pijama de terciopelo, y cuando tomó a la niña en brazos se le escapó otro bostezo. Mientras se agarraba a la tetina del biberón, a Angela ya se le empezaron a cerrar las pestañas.
Winona no dejaba de pensar que tal vez estuviera loca, porque la luz de las velas y la música no la habían emocionado tanto como ver a Justin en su papel de papá.
Y mientras daba de comer a la niña, se quedó callada. Tan callada que Justin se dio cuenta. Winona sintió la mirada de él mientras intentaba que la niña se terminara el biberón sin quedarse totalmente dormida.
Finalmente, incorporó a la pequeña, un peso muerto que olía a leche y a polvos de talco, para que eructara antes de acostarla… Y siguió sintiendo la mirada de Justin todo el tiempo.
– Ya ha caído del todo -susurró-. Le he preparado una cama en la sala. Ahora mismo vuelvo.
Una vez acostado al bebé, Winona se dio cuenta de pronto que había estado paseándose por la casa medio desnuda delante de Justin. Y lo que hasta ese momento le había parecido natural, entonces le pareció… distinto. No era lo mismo sin estar el bebé con ellos.
Lo cierto era que solo habían sido amantes una noche, y de pronto a Winona le dio un ataque de nervios. Técnicamente, aquello era lo que ambos habían deseado, que el bebé se durmiera y poder tener la noche para ellos solos. Pero allí estaba ella en el pasillo fuera del baño, temblando como una hoja. ¿Qué hacer? Seguramente, Justin ya estaba harto de estar en el agua. ¿Debería ir a vestirse? Y de pronto oyó su voz, como si él hubiera sentido su nerviosismo.
– ¿Win? Ven aquí.
Winona entró en el cuarto de baño de puntillas y allí estaba él, esperándola en la bañera, mirándola con aquellos ojos de mirada sensual y soñadora.
– Sí, lo sé -dijo con delicadeza-. Sé que llevamos aquí un montón de rato. Y lo que los dos necesitamos es dormir y punto, ¿verdad?
– Sí…
– ¿Pero qué te parece si te metes un momento y te froto la espalda?
Winona se metió rápidamente en la bañera, y Justin sonrió.
Mientras él empezaba a darle un masaje en el cuello, Winona sintió que los párpados le pesaban una tonelada cada uno. Justin siguió dándole masajes hasta que le quitó la tensión de los hombros, pero entonces Winona le oyó que decía en voz baja:
– ¿En qué estabas pensando antes, Win?
Había estado pensando que finalmente creía que Justin quería casarse con ella de verdad. En que no era un sueño, sino realidad. Todos sus planes para montar la habitación del bebé se lo habían demostrado. Su modo de tratar a Angela era otra prueba de que sentía algo muy fuerte hacia la niña y de que ya disfrutaba en su papel de papá. Pero era en la relación entre ellos donde Winona seguía dudando. Se conocían desde hacía tanto tiempo… pero hasta que Angela había llegado accidentalmente a su vida, Winona no se había dado cuenta de que Justin sentía algo por ella.
En ese momento se preguntó cómo había podido engañarla durante tanto tiempo.
Y cómo se había podido engañar a sí misma.
Cerró los ojos, esforzándose por mostrar una sinceridad que no había mostrado con él hasta ese momento.
– Estaba pensando… bueno, apenas recuerdo a mi madre. Pero me acuerdo de la mañana en la que se marchó. Yo era muy pequeña; pero supe que estaba sola. Recordé sentirme abandonada, y que debía de tener algo muy malo para que ella se marchara así sin más. Y a pesar de lo mucho que he deseado un hijo, Justin, creo que siempre tuve miedo de no saber ser madre.
Winona vio que Justin estaba deseoso de decirle un montón de cosas, pero en lugar de eso se limitó a escuchar.
– ¿Y…?
– Y ahora te he visto cómo juegas con Angela. Como estás con ella. He visto la satisfacción en tu mirada.
– Bueno, no es nada sorprendente. La niña es una maravilla.
Winona sonrió.
– Yo también pienso lo mismo. Eso es exactamente lo que siento con ella. Alegría, fascinación. Tengo dentro un amor muy grande hacia ella, y cuando pienso en la relación tan especial que tenemos sé que seré una buena madre. Lo sé.
– Win, no puedo creer que hayas ni siquiera dudado de ello.
– Sí, he dudado. Es difícil de explicar, pero dudaba… de poder dejarme llevar. Cuando era niña lo pasé muy mal. Creo que siempre estuve convencida de que la partida de mi madre tenía que haber sido culpa mía. Y tenía miedo de que ese fallo mío pudiera afectarme a la hora de ser madre.
– Winona. Serás la mejor madre a este lado del Atlántico. Ya lo eres. Vaya, no tenía ni idea de que estuvieras preocupada por eso… -vaciló-. Cuando te quedaste tan callada, pensé que habías encontrado algo en la investigación de la madre de Angela, y que aún no me lo habías contado.
– Todos los días averiguo algo. Pero nada que me haya ayudado a localizar a la madre de Angela, al menos de momento.
– ¿Entonces… aún te preocupa que no vayas a poder quedarte con ella?
– Sí, eso me preocupa. Y mucho. Y voy a seguir preocupándome por eso hasta que sepa con seguridad qué le va a pasar. No puedo evitarlo. Igual que no puedo evitar esperar que Angela acabe siendo mía. Nuestra -se volvió para mirarlo-. Pero esa no es la razón por la que he aceptado tu proposición.
– ¿Aceptar…?
– Nunca te he dado una contestación clara, ¿no? Quiero decir… has estado haciendo planes de boda y para que vivamos juntos a la velocidad del rayo. Y sé que ambos hemos utilizado la palabra «matrimonio». Especialmente tú. Pero yo nunca me he adelantado y he reconocido estar enamorada de ti. Enamorada de verdad. Enamorada de pies a cabeza…
No tuvo oportunidad de terminar la frase porque él empezó a besarla. Winona había estado esperando aquello toda la noche. Toda la noche él la había seducido con las velas, el sonido de los saxofones y su modo de tratar al bebé.
Ella emitió un suave gemido de deseo que él se bebió mientras la besaba pausadamente. Su piel caliente y resbaladiza se deslizó sobre la suya. El vello de su pecho le hacía cosquillas, los hombros se erguían por encima del agua brillando como el oro negro. Sus piernas largas y fuertes acariciaban las suyas, más pequeñas y delgadas. Antes de que pudiera recuperarse del beso, estaba dentro de ella, y se colocó las piernas de Winona alrededor de su cintura antes de que ella tuviera tiempo de considerar la posibilidad de todo aquello.
– Nos vamos a ahogar -dijo ella.
– Yo ya me estoy ahogando -dijo él, y se zambulló en su boca para seguir besándola.
Extendió las manos sobre su trasero, apretándolos más el uno contra el otro. En su interior, Winona sintió aquel pulso caliente y secreto latiendo entre los dos.
– No tengo protección -Justin recordó de repente.
– Bien -dijo Winona.
– Si crees que me importa que hagamos un bebé, estás equivocada, Win. Espero que tengamos media docena. Y te lo aviso, mi plan para el resto de la velada es amarte hasta el amanecer.