– ¿Los Gerard se enfurecieron? ¿Por qué?
– Recuerdo que hubo una historia cuando Sissy Gerard te vio por primera vez… No sé con qué familia estabas en ese momento, pero un día Sissy volvió de una feria del condado y contó algo del modo en que esa familia te habría tratado, algo que la enfureció. Le dijo a Paget que iba a contratar a un abogado para poder llevarte a casa con ellos; y que iba a ser tu última casa hasta que fueras mayor para valértelas sola.
– Eso no lo sabía. Al menos no lo recuerdo -reconoció Winona-. Solo recuerdo a los Gerard; las caras de Sissy y Paget en el estéril edificio de los Servicios Sociales. Ella me abrazó como si me conociera de toda la vida. Dios, fueron tan buenas personas.
– Sí, lo son -Justin se rascó la barbilla-. Y por entonces tú le sacabas las uñas a todo el que pretendía acercarse a ti. Escupías a todos los chicos, peleabas en el patio…
Ella sonrió.
– Eh, cacho perro, ¿del lado de quién estás?
– Del tuyo. Siempre del tuyo -dijo en voz baja-. ¿Entonces este bebé va a ir a un hogar de acogida?
– No -dijo Winona sin pensárselo dos veces. Justin se quedó un momento pensativo, y entonces le preguntó en voz baja:
– ¿Win, tú no quieres renunciar a ella, verdad?
– No quiero que entre en acogida en ningún hogar, que vaya de un lado para otro, como me pasó a mí -dijo en tono enérgico-. Me enamoré de ella nada más verla. Lo reconozco. Y sé que es una estupidez, pero quienquiera que la dejara en mi puerta, Justin, debe de conocerme de algún modo. Solo quiero saber que si vuelve a sus padres ellos estarán en condiciones de cuidarla. Y hasta entonces…
– Quieres quedártela.
– No quiero que vaya de un sitio a otro -repitió.
De repente, algo muy raro en ella, sintió una oleada de emociones atenazándole la garganta y tuvo ganas de llorar. Era ridículo. Jamás había perdido el control así; al menos no delante de Justin, nunca delante de él.
Winona lo miró y sonrió para disimular. Teniendo en cuenta todas las veces que él había bromeado sobre casarse con ella, esa sería una buena manera de reírse de él.
– Normalmente, el tribunal no consideraría válida la situación de una mujer soltera y con un empleo para darme la custodia temporal. ¿No querrás casarte conmigo, verdad? Mejoraría muchísimo mis posibilidades.
Capítulo Cuatro
Justin sintió que se le paraba el corazón un segundo, para inmediatamente iniciar un ritmo frenético.
Winona no le estaba pidiendo en serio que se casara con ella. De eso era consciente. Totalmente. El tema del matrimonio era un tema de broma continua entre ellos, de tantas veces que le había pedido que se casara con él. Ella siempre había asumido que él bromeaba, de modo que resultaba de lo más natural que ella bromeara con él del mismo modo.
Pero en esas circunstancias había unas cuantas diferencias.
La repentina llegada del bebé a la vida de Winona la estaba afectando profundamente. Jamás había reconocido que necesitara ayuda con nada; y desde luego nunca le había permitido que la ayudara de ninguna manera. Justin no entendía del todo lo que ella sentía con la llegada del bebé, pero estaba segurísimo de una cosa: había estado esperando una oportunidad, cualquier oportunidad con ella desde hacía años. Y no estaba dispuesto a desaprovechar aquella.
– De acuerdo, hagámoslo -dijo en tono desenfadado.
Por primera vez en toda la tarde, la tensión abandonó su mirada y Winona se echó a reír.
– Claro. Es poca cosa, ¿verdad? Solo hace falta conseguir una licencia e ir a ver al Juez de Paz. Precisamente lo que estabas deseando hacer esta semana.
– En realidad, a mí me parece muy divertido -se inclinó hacia atrás, como si no tuviera nada más importante que hacer que estirar sus largas piernas.
Ella seguía riéndose.
– Me imagino los titulares de la prensa: El soltero más cotizado de Royal cazado por una policía.
– Cállate, Win. Sé que estabas de broma, ¿pero por qué no te lo piensas? Me ha parecido que hablabas muy en serio cuando has dicho que querías quedarte con el bebé.
– Sí, claro que sí. Pero, por amor de Dios, Justin, no decía en serio lo de casarnos. Tal vez incluso no resuelva nada, porque la madre de Angela podría aparecer en cualquier momento. Hoy incluso, o tal vez mañana…
– Y tal vez no aparezca nunca. Pero aunque se presentara a tu puerta mañana mismo, los tribunales no le darían la niña enseguida, sobre todo después de abandonarla como lo hizo. De modo que sea como sea, Angela va a tener que vivir en algún sitio durante algún tiempo; y podría ser bastante tiempo.
– Lo sé, lo sé. Eso es exactamente lo que me está volviendo loca -se pasó una mano por los cabellos y se volvió a mirarlo con dureza-. No puedo aguantar la preocupación de pensar que van a meterla en algún lugar malo para ella. Lo único que quiero es poder ocuparme de ella hasta que sepamos con seguridad lo que tiene en la vida. Sé que voy a quererla. Y aunque fuera solo eso, ya es mejor que el hecho de que la dejen en Dios sabe dónde.
– Win, si he entendido bien lo que me has dicho antes, te considerarían como posible guardián temporal si estuvieras casada. ¿Es eso cierto o no?
– Cierto. En realidad estoy casi segura de que me rechazarían por estar soltera. No conozco ninguna situación en la que a una mujer soltera se le haya permitido acoger a un niño. Aquí no. Siempre han sido familias con padre y madre.
– Entonces, casémonos.
Winona intentó contestar y terminó riéndose. Pero al momento se puso seria.
Justin jamás había visto a Winona descentrada. No tenía idea de que pudiera estar así… y menos por él.
Cuando levantó la mano, sabía que su intención era besarla. Cuando sus dedos acariciaron su mejilla, se hundieron con tanta suavidad en sus cabellos, y arrastraron su cabeza hacia él… sabía también lo que estaba haciendo. Más o menos. Desde luego sabía cómo besar a una mujer.
Pero jamás había besado a Winona. Y sabía que ningún beso iba a ser sencillo, al menos no con ella. No para él.
El beso la pilló de sorpresa, porque frunció el ceño y abrió los ojos como platos al ver que él se acercaba más y más. Pero cuando sus dedos se entrelazaron en sus cabellos, ella no se movió. Cuando sus labios rozaron los de ella, Winona no se retiró.
Pero nada en ella le recordó a una fría estatua. Era frágil, suave, cálida y atrayente.
Emitió un leve sonido cuando sus labios se posaron sobre los suyos. Win casi nunca usaba perfumes, pero de repente se vio envuelta en los suyos propios. El sabor a capuchino de su boca, el aroma a fresa del champú, el olor de la crema que se echaba en las manos y en la cara porque tenía la piel seca…
Lo agarró del brazo como para apartarlo, solo que no fue eso lo que hizo. Sus labios comenzaron a moverse bajo los de Justin, temblando como un susurro, y aleteó las pestañas, como si de repente la luz de la habitación fuera demasiado brillante.
Aquellos primeros besos se volvieron más profundos, más sedosos, más sensuales. Los dedos que le agarraban el brazo pasaron a entrelazarse en su cuello. Las lenguas danzaron, se enredaron. Justin la besó y continuó besándola, pero entonces sintió que la piel de Winona estaba cada vez más caliente, que su cuerpo se arqueaba sobre el suyo con un gemido fiero, ávido. Justin sonrió para sus adentros; Win no había tenido idea hasta ese momento de que había sentido deseo hacia él.
Ni él tampoco. Hasta entonces, Justin había estado seguro de que en todos esos años él había sido el único que había estado detrás de ella. Sí, entre ellos había cierto amor. El mismo amor que se tiene a un hermano al que uno agarraría del pescuezo y le daría azotes en el trasero. Se querían del mismo modo que uno quiere a un viejo amigo que conoce todos los secreto de su juventud. Pero él deseaba otro tipo de amor, el amor entre hombre y mujer, el que lo aguijoneaba a uno por dentro si uno lo permitía.