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Pero el episodio le recordó a Q'ad el concepto alienígena. ¿Qué significaba? Ya se había esforzado en ello con anterioridad; sin embargo, siempre permaneció más allá del alcance de sus antenas. Parecía sugerir que algo no era precisamente de la forma en que estaba representado, sino que indicaba su esencia. Eso era incomprensible. Una cosa era o no era; no podía aproximarse a algo que no fuera el sentido puramente físico, como en el caso de un cálculo en vez de una suma directa. No obstante, daba la impresión de que el lenguaje verbal de la especie humana utilizaba este concepto, y los humanos lo entendían. Claro está, eran primitivos; quizá eliminarían semejantes términos sin sentido de su vocabulario a medida que maduraran. Aun así, le molestaba que una especie primitiva pudiera comprender un concepto que le estaba vedado a todos los No'ui.

Q'ad y M'la eran ahora libres de regresar a sus tareas. Pero, con el tiempo, volverían a aparearse, ya que su combinación había demostrado ser fructífera. Cada uno había justificado su esfuerzo al producir un retoño viable en este entorno hostil.

Q'ad descubrió que le habían asignado un trabajo en la superficie. Se acercaban al momento en el que llevarían a cabo la prueba de la transformación, y debían realizarse ciertas modificaciones en el paisaje. M'la se pondría a trabajar con las plantas genéticamente modificadas que serían capaces de plantar sus raíces en la arena de este árido planeta. Los dos tenían que llevar trajes espaciales, ya que hasta que el proyecto no se completara no existía una atmósfera suficiente que les pudiera sustentar. En realidad deberían usar trajes cuando se estableciera la atmósfera porque, claro está, no serían capaces de respirar la mezcla alienígena.

Entonces, la presentación abandonó a Q'ad y a M'la y enfocó el planeta desde el exterior, mostrando el instante de su transformación momentánea. Se generó una atmósfera de la forma general descrita por el retoño, rica en oxígeno, aunque adecuada para el mantenimiento de los humanos. Fluyó el agua, y las plantas especiales florecieron. El reactor nuclear extendió elementos a lo largo de todo el planeta, que se emplearon para disipar el enorme calor, al mismo tiempo que hacían bajar la temperatura de la superficie al nivel requerido por las plantas, que se encontraba entre los puntos de congelación y vaporización del agua que ya se acumulaba en las hondonadas.

La prueba resultó un éxito; era evidente que la especie humana sería capaz de vivir en la superficie del planeta si llegaba a activar los mecanismos ya preparados. Los No'ui los desconectaron y devolvieron el planeta a su condición anterior, salvo que el fluir del agua había cambiado algunas de sus características de forma irrelevante. Se eliminaron las plantas; se almacenaron sus semillas, que serían dispersas cuando el sistema fuera activado en el futuro por los colonizadores humanos. La activación en sí misma resultaría sencilla; el complejo estaba preparado para que cobrara vida en el momento en que se llevara a cabo una acción determinada. Hauser recibió con claridad cuál debía ser ésta. Él podría ponerla en práctica con suma facilidad.

Pero, ¿cómo sabían que los humanos serían unos comerciantes adecuados?, se preguntó Hauser. ¿Y si maltrataban el equipo?

En respuesta a ello, vio una representación del planeta Marte, con la Montaña Pirámide en relieve: el emplazamiento del reactor nuclear que les viera construir y donde él, ahora (en el recuerdo), se hallaba de pie, recibiendo esta representación. Existían tres cursos a tomar: se podía emplear en su intención original, y no sólo transformaría el planeta de modo que resultara habitable para la especie humana, sino que les desvelaría sus secretos tecnológicos a los humanos, permitiéndoles así catapultar a la especie hacia el espacio galáctico, convirtiéndose en comerciantes establecidos. O podía ser ignorada, en cuyo caso la especie humana emprendería su camino hasta donde llegara, con la posibilidad de adquirir el status de comerciantes en un milenio próximo. O se la podía emplear de forma errónea, en cuyo caso se destruiría. Apareció un pequeño símbolo de una nova que, evidentemente, indicaba la destrucción.

En ese momento, el programa se dirigió a él de forma directa: Ve a comunicárselo a tu especie, D'gls Q'ad H'sr. Hazles comprender que la elección depende de ella. Nosotros, los No'ui, dejamos la cuestión a vuestras extremidades.

La presentación concluyó. Hauser se encontró de pie en la cabina, y de nuevo sólo era eso, una simple cabina. La presencia alienígena había desaparecido.

Durante un tiempo permaneció allí, abrumado. Sabía que el mensaje poseía unos niveles que le llevaría horas, semanas o años comprender por completo. Ahora mismo conocía la finalidad que cumplía el complejo y la forma de activarlo. Con ello bastaba.

También sabía que, fueran cuales fuesen las lealtades que tuviera en el pasado, habían sido anuladas por los No'ui. Ahora él era su emisario.

22 – Traición

En ese momento, como Quaid, comprendía bastantes cosas, aunque no las suficientes. Estaba al tanto de que existía peligro, un peligro inmenso; pero no conocía muy bien su naturaleza. ¿Le habían capturado los hombres de Cohaagen en aquel complejo alienígena? Si era así, ¿qué les había contado? Su mente estuvo abierta para los No'ui, pero no para su propia vida, que había sido borrada por el implante de memoria que cancelara su identidad pasada y le convirtiera en Douglas Quaid.

De algún modo, sabía que nunca le habría revelado a Cohaagen la verdadera naturaleza de la construcción alienígena. Cohaagen era la persona equivocada; él, más que usarla, abusaría de ella. Quizá Cohaagen le sometió el implante de memoria en un esfuerzo para que le contara lo que sabía. En cualquier caso, el conocimiento alienígena debió de resistir el interrogatorio de Cohaagen. Pero, ¿quién era la persona indicada a quien se le podía exponer?

En ese momento vio una extensión de hielo en el fondo del complejo; debió de trasladarse a otra zona. El hielo estaba perforado por cientos de estanques redondos, como si fuera el tablero de un juego de estaquillas. Alzó la vista y notó que había una columna suspendida directamente encima de un agujero, igual que una clavija.

Una clavija. Una que pudiera bajarse al agujero, donde comenzaría una reacción que activaría el sistema, causando una compleja cadena de acontecimientos que, a su debido tiempo, harían que…

Kuato no había sido capaz de comprender mucho del mensaje de los No'ui; sólo había sido dirigido a Quaid. Evidentemente, los No'ui también sabían cómo protegerse de los telépatas, ¡incluso en un recuerdo de un mensaje recibido cincuenta mil años después de haber sido grabado! De modo que, seguro, fueron capaces de ocultárselo a Cohaagen. Sin embargo, Kuato, en ese momento, lo percibió.

– ¡Un reactor nuclear! -exclamó-. ¡Para producir una atmósfera!

¡Eso no era ni la mitad del asunto!

– ¡Piense, Quaid! ¿Cómo funciona?

Quaid regresó al recuerdo. Recorrió veloz el espacio, sin necesidad de ningún impulso externo, ya que se encontraba explorando un diseño que estaba almacenado en su cabeza y que podía ser recorrido por el simple pensamiento. Era el implante eidético de los No'ui; la presencia alienígena en su mente. Pasó al lado de unos andamiajes temporales a los lados del abismo. Se aproximó a un reborde en la misma cima del abismo. Había una pasarela que conducía a lo que él sabía que era una sala de control. Flotó a su interior.

Había consolas electrónicas rodeadas por unos sistemas mecánicos enormemente complejos…, con la parte superior de las columnas corroídas. Pero la corrosión no era nada; los No'ui lo habrían evitado si de verdad importara. Los elementos clave de la maquinaria se hallaban protegidos. Pasó cerca de una pared suavemente rugosa.

Sabía cómo activar este aparato. La pregunta era si Kuato encarnaba a la persona adecuada a quien decírselo. Había algo que le hacía dudar, y no porque Kuato fuera una mala persona -no era el caso-, sino por la maldad de la situación misma. Algo no encajaba y, hasta que no supiera qué era exactamente, lo postergaría.