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Luego se acercó hasta donde se hallaba sentado Quaid y le dio una palmada en el hombro.

– Bueno, te felicito, Quaid -comentó con alegría-. Eres un héroe.

La réplica de Quaid fue directa.

– Que te jodan.

Sorprendentemente, Cohaagen no se irritó. Sonrió.

– No seas modesto -dijo-, Kuato ha muerto; la Resistencia ha sido completamente eliminada; y tú fuiste la clave de todo.

Quaid notó que Melina le contemplaba con ambivalencia. Ella nunca había tenido la certeza total de su lealtad a la Resistencia, y todavía no la tenía, pese al amor que le profesaba.

– Está mintiendo -dijo Quaid.

Puede que los dos estuvieran a punto de morir; pero quería que ella le creyera.

Cohaagen se dirigió a Melina.

– No le culpes, cariño. Él no sabía nada al respecto. -Sonrió-. Ahí radicaba todo.

Ahora Melina se hallaba confusa…, y también Quaid. ¿De qué estaba hablando el hombre?

– ¿Sabes, Quaid? El difunto señor Kuato poseía una sorprendente habilidad para detectar a nuestros espías -continuó Cohaagen-. Desconocíamos que fuera un telépata. Ninguno de nuestros hombres podía llegar cerca de él. Así que Hauser y yo nos sentamos y te inventamos a ti…, el topo perfecto.

– Mientes -dijo Quaid-. Hauser se volvió en tu contra.

– Eso era lo que queríamos que tú pensaras. En realidad, Hauser se presentó voluntario para ser borrado y programado de nuevo. Eso ocurrió cuando fracasó en llegar hasta Kuato la primera vez. Esta zorra astuta… -Con un gesto, Cohaagen señaló a Melina, que respondió con una mueca en la que le indicaba que le escupía a la cara-. Nunca le llevó hasta las catacumbas. Le llevó directamente a la Pirámide, sin mencionar jamás la entrada que había allí. Sólo le guió hasta aquella cueva vacía que ellos no utilizaban. Cuando cayó en el abismo, no salió corriendo a ver a Kuato, sino que regresó al domo y a su tapadera. Todo había sido en balde; lo que ocurría era que no confiaban en Hauser. No lo suficiente. Necesitábamos una forma de convencerles para que confiaran por completo.

– Sé sincero -repuso Quaid, irritado. Señaló a Richter tanto como se lo permitieron los grilletes-. Ha intentado matarme desde que fui a Rekall. Y también Harry, y Lori, allá en la Tierra. No tratas de matar a alguien a quien piensas introducir como espía.

– Richter desconocía el plan -dijo Cohaagen-. Los demás se hallaban bajo sus órdenes.

– Entonces, ¿por qué sigo con vida?

Cohaagen sonrió con cierto orgullo.

– Él no tiene tu talla. Además, te brindamos ayuda. Con Benny…

Benny se inclinó burlonamente ante Quaid.

– Ha sido un placer, amigo.

– El tipo que te dio el maletín -prosiguió Cohaagen-. Ése lleno de cosas que te resultaron tan útiles.

Quaid no lo aceptó de inmediato.

– No lo creo. Demasiado perfecto.

– ¡Perfecto mis pelotas! Destruyes tu implante de recuerdos falsos antes de que podamos activarte. Matan a Stevens cuando te localizó en aquel hotel. Mientras tanto, Richter, aquí presente, jode todo lo que tardé meses en planear. -Miró con ojos centelleantes a Richter, quien bajó la vista-. Me sorprende que haya funcionado.

Quaid asintió, impresionado a pesar de sí mismo. Tenía sentido. Supongamos que Hauser fuera un agente de Cohaagen. Entonces, cuando Melina no le conduce hasta Kuato, pese a su relación más que amistosa, tiene que hallar una forma de autoeliminarse de la escena. Así, finge una caída y espera a que lleguen los hombres de Cohaagen para «capturarlo», iniciando así la trama más compleja. Su sueño representaba aquel último episodio antes de que el implante de memoria se apoderara de su vida.

Sin embargo, habían ocurrido dos cosas con las que no habían contado. Se había dado cuenta de que amaba de verdad a Melina -eso, que pudo haber sido una impostura, se transformó en algo real-, y descubrió el mensaje de los No'ui. ¡Eso debió cambiarlo todo!

Pero, entonces, ¿por qué se presentó como voluntario para esa misión tan compleja y arriesgada para sí mismo (incluso sin la intervención de Richter), sólo con el fin de traicionar a la mujer que amaba y a los No'ui, que le habían convertido a una causa mayor? ¡No tenía sentido! Cohaagen todavía debía estar mintiendo.

¿Era esto otra trampa que le tendían con el fin de que revelara algo útil para el programa de Cohaagen? ¿O Cohaagen sospechaba que Quaid sabía más acerca del artefacto alienígena de lo que dejaba entrever, de modo que fingía todo esto para obtener dicha información? ¡No funcionaría!

– Bueno, he de reconocértelo, Cohaagen -dijo, como si se rindiera-. Éste es el mejor lavado de cerebro que he visto en mi vida.

– No aceptes sólo mi palabra, Quaid. Hay un amigo tuyo que quiere hablarte.

– No me digas -repuso Quaid-. Deja que adivine quién es.

Cohaagen conectó la pantalla de un televisor. Sin lugar a dudas, allí apareció Hauser, con las mismas ropas y entorno de su anterior mensaje.

– Hola, Quaid -saludó Hauser-. Si estás escuchando esto, es que Kuato ha muerto y que tú nos llevaste hasta él. Sabía que no ibas a defraudarme. -Se rió, y había un deje de crueldad ajeno al estado actual de Quaid-. Lamento todos los problemas por los que te he hecho pasar, muchacho; pero, eh, sólo eres un programa.

La última muralla de resistencia de Quaid se derrumbó. Era verdad: ¡Hauser se había presentado voluntario! Pero, ¿por qué? ¿Por qué traicionar a Melina y…?

– Me gustaría desearte felicidad y una larga vida, muchacho; pero, lamentablemente, eso no va a suceder -continuó Hauser desde la pantalla-. ¿Sabes?, el cuerpo que llevas es el mío y, bueno… -la figura se encogió de hombros como si se disculpara-, quiero que me lo devuelvas.

Quaid estaba helado. Si su identidad actual había sido inventada, entonces podían eliminarla en cualquier momento. ¡El villano Hauser volvería a vivir en él!

– Lamento traicionarte -dijo Hauser-. Pero lo justo es justo, y yo estaba primero. Así que, adiós, amigo, y gracias por no dejar que te mataran. -Sonrió, como un vencedor generoso con su enemigo caído-. ¿Quién sabe? Quizá nos encontremos en nuestros sueños.

El mensaje del videodisco terminó.

Quaid, bajo la presión del fuerte impacto, miró a Melina, ella aparecía tan furiosa como él, comprendiendo al fin la forma en que ambos habían sido traicionados.

Pero aún seguía allí la insistente pregunta: entonces, ¿qué pasaba con el amor que Hauser sentía por Melina? ¿Por qué le habría hecho esto a ella? Y el mensaje de los No'ui…

En ese momento estableció la relación. Hauser sabía que no debía hablarle a Cohaagen acerca de los No'ui, pero, ¿cómo podía evitarlo, ya que trabajaba para Cohaagen? ¿Y sabía que éste atraparía a Melina y la torturaría para que le revelara dónde estaba Kuato? Había necesitado una forma en que salvar a Melina, al tiempo que ocultaba el secreto alienígena. Hasta que encontrara a la gente adecuada a quien revelárselo.

Así, planeó una forma de realizar ambas cosas. ¡Se había presentado voluntario para una misión que no sólo necesitaba que dejaran en paz a Melina, sino que hacía que ella estuviera allí para que Quaid la encontrara, al mismo tiempo que suprimía el mensaje alienígena de su mente! ¡Le presentó a Cohaagen una serie de cosas que hicieron que éste mismo ocultara lo que más anhelaba! Mantenía la esperanza de que Quaid recordara a los No'ui antes de conducir a Cohaagen hasta Kuato. Y casi lo había conseguido.

Casi.

Ahora bien, cuando le devolvieran todos los recuerdos a Hauser, seguro que también descubrirían sus secretos. Resultaba posible realizar un implante de memoria sin leer los recuerdos anteriores; simplemente, se los suprimía. Era algo parecido a grabar un mensaje nuevo en un videodisco usado; a nadie le importaba lo que se borraba. Sin embargo, restaurar la memoria antigua…, para ello tendrían que comprobarla en cada punto, cerciorándose de que era exacta. ¡Ahí no había secretos inviolables!