Darby giró el paquete y buscó el nombre del fabricante o cualquier otra marca inusual. Lo único que decía era: «N.° 7».
– A veces el fabricante estampa su nombre en uno de los bordes engomados -dijo Evan-. Compruébalo cuando lo separes.
Con guantes en las manos, Darby cogió el cúter y abrió el paquete. Partículas de color gris -el relleno que se usaba para proteger el interior- volaron por el aire. Le dio la vuelta al paquete y sacudió su contenido con cuidado.
Una camisa blanca, doblada, cayó sobre el papel de estraza.
Darby abrió el paquete del todo. No contenía nada más.
Desdobló la camisa. Una oleada de pavor le revolvió el estómago cuando encontró las fotos, tres en total.
Darby pasó las fotos a un trozo distinto de papel de estraza situado bajo el leve sol vespertino que penetraba por las ventanas.
Una foto mostraba a Carol Cranmore vestida con mallas grises, asustada, caminando con los brazos extendidos por una habitación de paredes y suelo de hormigón. Junto a su pie desnudo había un sumidero.
En otra aparecía Carol en el suelo, atónita y asustada, con la vista fija en la persona que sostenía la cámara.
La última foto era de Carol acurrucada en un rincón, con un grito congelado en su cara.
Evan contempló las fotos con mirada fría y penetrante.
– ¿Carol Cranmore es ciega?
– No -respondió Darby-. ¿Por qué?
– Por el modo en que camina, justo a ras de pared. Pensé que podía ser ciega. Debe de haberla sorprendido en la oscuridad.
Darby cogió la primera foto y la observó como si fuera una ventana que diera a la oscura celda de Carol. Ver el terror impreso en la cara de Carol hizo que Darby sintiera una súbita proximidad hacia la joven.
Dio la vuelta a las fotos. Pegados al dorso de la tercera foto había varios cabellos de color rubio rojizo. Cabellos de Carol.
Darby tomó aire. «Bien, hagámoslo.»
– Coop, hay algo escrito en el dorso de la foto, en la esquina inferior derecha. -Darby la acercó a la lente de aumento para leer las letras-. H de Henry, P de Peter, uno, siete, nueve. No hay ningún sello del revelado.
Coop estaba a su lado.
– Podría ser la impresora de la foto -dijo él-. Las letras y los números deben de ser el número de stock del papel.
Darby revisó el dorso de la segunda foto. Constaban las mismas letras y cifras en la misma esquina inferior.
– Llevemos el cabello a ADN -dijo Darby-. Coop, termina con el paquete. Yo me concentraré en la camisa.
Evan se marchó para escuchar la cinta a solas en la sala de juntas.
La camisa blanca, talla L, estaba colgada de una percha, suspendida sobre una mesa cubierta con una hoja de papel de estraza. Darby pasaba una espátula por la camisa, en busca de algún resto que pudiera haber quedado impregnado en ella. Era una labor tediosa y desesperante. Se moría por terminarla.
– Tengo algo -dijo Pappy.
Sobre el pedazo de papel, mezclada con el polvo y los restos de óxido, había una fibra de color tostado. Darby la cogió con unas pinzas y la guardó en un sobre transparente.
Luego desvió la lente de aumento sobre el hallazgo y dijo:
– Hay un roce negro, podría ser pintura. Hay más de uno.
Eran casi las cinco. Evan disponía de gente en el laboratorio federal durante una hora más. Ella recogió los sobres transparentes y los repartió por el laboratorio antes de empezar a revisar las huellas digitales.
Coop había usado ninhidrina en el paquete. El papel se había vuelto de un color violeta oscuro. El paquete había sido cuidadosamente desmontado por los bordes.
– La parte exterior es un amasijo de huellas -dijo Coop-. Tengo muestras para comparar con las de la mujer que recogió el paquete. El interior está limpio. No hay huellas, pero usó guantes de látex. Encontré un resto diminuto pegado al labio adhesivo del paquete, pero sin huellas.
– ¿Y en las fotos? -preguntó Darby.
– Absolutamente limpias. Tal vez haya suerte con los lados adhesivos de la cinta y las etiquetas. Iba a hacerlo ahora.
– De acuerdo. ¿Tienes algo más?
– Sólo el nombre del fabricante: Tempest. Estaba estampado debajo de un pliegue. Nada más. Mary Beth acaba de llamar. Está en Personas Desaparecidas. Tiene información sobre los dos nombres que mencionó Rachel.
Capítulo 35
Con el estómago rugiéndole de hambre, Darby abrió la puerta de la sala de juntas.
– … no pude localizarla -le decía Banville a Evan.
– ¿Localizar qué? -preguntó Darby.
Tomó asiento al lado de Leland y le entregó una carpeta.
– Hace una hora Dianne Cranmore recibió una llamada -explicó Banville-. Se grabó en el contestador. Era un mensaje de Carol en el que decía que necesitaba hablar con su madre y que volvería a llamar en quince minutos. Lo hizo, pero se cortó antes de que pudiéramos localizarla. Dianne Cranmore confirmó que se trataba de su hija. Uno de mis hombres ha traído una copia de la cinta. Íbamos a escucharla ahora.
Banville apretó el PLAY de la pequeña grabadora y se repantigó en la silla. Evan dejó de teclear en su portátil. Darby cruzó las manos sobre la mesa con la mirada fija en la grabadora.
En la cinta, alguien contestaba al teléfono.
«¿Carol? ¿Carol? Soy yo, ¿estás bien?»
Darby oyó un sollozo reprimido, un carraspeo.
«Carol, cariño, ¿eres tú?»
«Mamá, soy yo. Estoy… No me ha hecho nada.»
Respiración rápida. Jadeos.
«¿Dónde estás? -decía Dianne Cranmore-. ¿Puedes decírmelo?»
«No veo nada. Está demasiado oscuro.»
«¿Dónde…? ¿Qué puedo…? Carol, escucha…»
«Está aquí, en este cuarto. Tiene un cuchillo.»
«Tienes que protegerte, como te enseñé.»
Clic.
Banville apagó la grabadora.
Evan se dirigió a Leland.
– Con su permiso, me gustaría enviar esta cinta a nuestro laboratorio. Podemos despejar los ruidos de fondo, a ver si averiguamos algo. También me gustaría enviar el paquete y las fotos. La Sección de Documentos puede identificar el modelo de máquina de escribir que se usó en las etiquetas y comprobar si coincide con algún otro caso.
Darby intuyó que Leland quería negarse, pero estaba contra las cuerdas. La Sección de Documentos del FBI constaba de siete unidades distintas que investigaban todo lo relacionado con papel. El laboratorio de Boston no podía competir con ellos.
– Siempre y cuando compartamos todos los datos -dijo Leland-. Tengo entendido que los federales han mejorado su comunicación.
– Compruébelo usted mismo. -Evan descolgó el teléfono que había en la mesa y marcó un número.
El zumbido de la llamada resonó por el altavoz del teléfono.
– Peter Travis -contestó una voz.
– Peter, soy Evan Manning. Llamo del laboratorio de Boston. Estoy con el director del centro, Leland Pratt, y con la investigadora forense del caso, Darby McCormick. También está presente el inspector encargado del caso, Mathew Banville, de la policía de Belham. Creo que tienen varias preguntas para ti, así que les he dicho que intervengan.
– Por supuesto -dijo Travis.
– ¿Recibiste todas las fotos que mandé?
– Las he descargado en la pantalla. La calidad de la escritura de las etiquetas del paquete postal no es muy buena. Si queréis que identifique la máquina de escribir necesitaré las originales.
– Las tendrás. Empecemos por las fotos.
– HP, uno, siete, nueve es la marca de papel de foto que produce Hewlett-Packard. El papel se fabrica especialmente para la impresión de fotos digitales. Conectas la memoria, o descargas las fotos del ordenador o USB, y te imprime una foto de diez por doce.
– Las que tenemos son de ese tamaño.
– Puedo sacar muestras de tinta de la foto e intentar concretar la clase de recarga de tinta, pero nos movemos en un mercado muy amplio -dijo Travis-. Así no encontraréis al Viajero.