Darby fue corriendo a la cocina y descolgó el teléfono.
Coop contestó al sexto timbrazo.
– Coop, soy Darby.
– ¿Pasa algo? ¿Tu madre…?
– No, te llamo por Rachel Swanson. Creo que escondió algo debajo del porche.
– Registramos la zona, incluidos los cubos de basura, y no hallamos nada.
– Pero no buscamos en la tierra -dijo Darby-. Creo que lo enterró.
Capítulo 51
El área rectangular que había bajo el porche tenía las dimensiones de media habitación individual. El terreno seguía lodoso. Darby no vio ninguna señal que indicara que alguien había estado cavando, así que empezó a trabajar en el rincón izquierdo del fondo, donde había visto a Rachel por primera vez.
Darby se ocupó de cavar. Llenaba el cubo y se lo pasaba a Coop. Él vaciaba la tierra encima del tamizador dispuesto sobre un gran cubo de basura envuelto en plástico.
Llevaban más de una hora, y los únicos resultados de sus esfuerzos eran varias piedras y fragmentos de vidrio.
Arrodillada bajo el porche, con los pantalones mojados y cubiertos de barro, Darby tendió a Coop otro cubo lleno. Desde la puerta de la casa de una vecina, la madre de Carol los veía cavar, con la preocupación y la esperanza dibujadas en su semblante.
Coop asomó la cabeza.
– Sólo unas cuantas piedras más -dijo él mientras le devolvía el cubo vacío-. ¿Qué opinas?
Era la tercera vez que Coop formulaba la misma pregunta.
– Sigo creyendo que enterró algo aquí -dijo Darby.
– No digo que te equivoques. Miré las mismas fotos y estoy de acuerdo en que da la impresión de que estuvo cavando con las manos. Pero empiezo a creer que enterró algo que sólo ella podía ver.
– Has oído la cinta. No dejaba de mencionar la llave de las esposas.
– Tal vez creía que la tenía. Esa mujer deliraba, Darb. Te confundió con Terry Mastrangelo. Creía que la habitación del hospital era una celda.
– Sabemos de forma fehaciente que salió de la furgoneta. Creo que tenía esa llave. Tiene que estar en algún sitio.
– De acuerdo, aceptemos que tienes razón. Pero entonces, ¿de qué nos va a servir una llave que abre unas esposas en términos de prueba?
– ¿Qué propones que hagamos, Coop? ¿Sentarnos a esperar que aparezca el cadáver de Carol Cranmore?
– No he dicho eso.
– Entonces, ¿qué dices?
– Sé las ganas que tienes de encontrar algún indicio. Pero aquí no hay nada.
Darby cogió la pala y siguió cavando a un ritmo febril. Tuvo que recordarse que era mejor no hacerlo con tanta fuerza a fin de no estropear ninguna hipotética prueba.
Rachel Swanson quizá deliraba, pero la causa de su delirio era un trauma real y no un acontecimiento producto de su imaginación. Durante cinco años la mujer había pasado por una serie de horrores inconcebibles. Mezclados con su miedo había destellos de verdad. Darby presentía que había algo enterrado aquí.
– Creo que el Dunkin' Donuts ya está abierto -dijo Coop-. Voy a por un café. ¿Quieres otro?
– No te diré que no.
Coop cruzó el patio, pasando frente al vehículo de la escena del crimen, que seguía aparcado en el mismo lugar desde esa mañana.
Darby sacó dos cubos más y tamizó la tierra húmeda. Más piedras.
Cuarenta minutos después Darby había excavado las tres cuartas partes del área. Le dolían los músculos de las piernas y las lumbares. Estaba a punto de darse por vencida cuando vio algo que le llamó la atención: un trozo doblado que parecía papel asomaba entre la tierra.
Darby introdujo la luz portátil en el hoyo. Con las manos enguantadas quitó la tierra y luego pasó el cepillo.
La llave de unas esposas descansaba sobre un pedazo de papel doblado.
– Parece que te debo una disculpa -dijo Coop.
– Invítame a cenar y estaremos a la par.
– Trato hecho. Es una cita.
Una vez que se hubieron tomado las fotos y rellenado los formularios correspondientes, Darby sacó el pedazo de papel del agujero y lo colocó encima del tamizador.
Los documentos requerían un cuidado y una atención especiales. Dado que el papel no es más que madera pulverizada y pegamento, el papel húmedo, al secarse, se convierte en cola. Los papeles doblados o colocados unos encima de otros acaban pegándose y no hay forma de separarlos.
– ¿Sabes cuándo llegan las unidades forenses? -preguntó Coop.
– Ni idea, pero si esperamos mucho estas páginas empezarán a pegarse entre sí y estaremos jodidos.
A la hora de la verdad Darby no tuvo que esperar mucho. Justo terminaba de guardar la llave de las esposas en una bolsa precintada cuando un Ford 350 dobló la esquina, en el extremo de la calle, precediendo a un tráiler de veinte metros provisto de antenas y de una pequeña unidad satélite.
Capítulo 52
Darby usó el móvil de Coop para llamar a Evan Manning. Cuando éste respondió, ella fue directa al grano.
– Siento llamarte tan temprano, pero he encontrado algo en casa de Dianne Cranmore: un trozo de papel doblado enterrado bajo el porche, junto con la llave de unas esposas. Una de vuestras unidades móviles acaba de llegar y necesito desdoblar el papel antes de que se seque. ¿Cuándo podrías estar aquí?
– Mira al otro lado de la calle.
Se abrió la puerta del tráiler. Evan Manning la saludó desde allí.
La unidad móvil forense contenía lo último en equipamiento, todo cuidadosamente diseñado para caber en aquel espacio largo y estrecho. Todo parecía y olía a nuevo. En una de las pantallas de ordenador aparecía el sistema CODIS de identificación de ADN del FBI.
– ¿Dónde se encuentra tu gente? -preguntó Darby mientras caminaban.
– Volando -dijo Evan-. Deberían aterrizar en Logan dentro de las próximas tres horas. Las otras dos unidades móviles ya han empezado a trabajar en la zona de la explosión de Boston. ¿El papel contiene muestras de sangre?
– No lo sé. Aún no lo he desdoblado.
– Deberíamos ponernos una indumentaria adecuada, por si acaso.
Una vez ataviados con la ropa apropiada, Evan sacó mascarillas, gafas de seguridad y guantes de neopreno.
– Si tocamos el papel con el neopreno dejaremos rastros -dijo Coop-, que aparecerán cuando se procesen las huellas. Deberíamos usar guantes de algodón encima del látex.
La sala de observación era fresca y de un blanco resplandeciente. La mesa de trabajo era pequeña. Evan se colocó detrás de Darby para dejarle espacio suficiente para maniobrar.
Ella trasladó el papel a la impoluta zona de trabajo. Con unas pinzas procedió a desdoblarlo.
Separar las páginas fue un proceso lento y meticuloso. El papel estaba húmedo, pegajoso y muy arrugado, y había empezado a rasgarse por varios sitios de tanto haber sido doblado y desdoblado.
Era una hoja de papel blanco tamaño 10 x 12. La cara vista era la impresión de un mapa a todo color. La mayor parte de él resultaba ilegible. Los colores se habían difuminado y algunos puntos aparecían borrados, probablemente debido al sudor que emanaba de las manos de Rachel.
Dos zonas del mapa estaban cubiertas de barro. Otras habían absorbido el color oscuro de la tierra. Algunos puntos presentaban manchas de sangre seca y de algún otro líquido amarillento, mucosidad o pus.
– ¿Por qué dobló el papel hasta reducirlo a un cuadradito minúsculo? -preguntó Coop.
Darby respondió a la pregunta:
– Así podía esconderlo en un bolsillo, metérselo en la boca o incluso en el recto, si era necesario.
– Me alegro de que nos pusiéramos todo esto -dijo Coop.
Darby usó el algodón para limpiar el barro del papel, con sumo cuidado de no borrar el color. Mientras trabajaba, tenía en mente la cara de Carol.
Ocultas bajo el barro había indicaciones impresas con letras medio borrosas. Al final de la página estaba la URL de la página web de donde se había impreso el mapa.