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– No recuerdo haber leído nada de un mapa.

– Quedó destruido en el incendio. Riggers no recordaba muchos detalles, pero dijo que era de estos bosques. Trabajamos con la hipótesis de que Grady podía haber utilizado esta zona como cementerio, así que registramos el bosque. No encontramos nada.

– ¿Qué extensión del bosque registrasteis?

– Alrededor de un cuarto -dijo Evan-. Creo innecesario recordarte lo grandes que son. El departamento de Belham se quedó sin fondos y en consecuencia se canceló el registro.

– Así que es probable que las víctimas de Grady sigan enterradas aquí.

– Eso creo. Al menos eso me dice el instinto. Pero sería un milagro dar con el lugar exacto.

Darby se detuvo.

– Éste debería ser el lugar.

A sus pies había una zona despejada, cubierta de hojas, iluminada por el sol.

– No veo rastros de que hayan cavado en fechas recientes -dijo Evan-. De hecho, ni siquiera hay rastros de que nadie haya pasado por aquí. Echa un vistazo a la pendiente. No hay huellas de botas.

– La lluvia de estos días puede haberlas borrado. Aquí apenas hay árboles.

– Deberíamos pedir un equipo para que realice la búsqueda.

– Mira allí-dijo Darby al tiempo que señalaba un montículo de piedra donde aparecía una cara sonriente pintada de blanco.

– Tal vez sea obra de algún crío -dijo Evan.

No. Evan se equivocaba. Ningún crío se adentraría hasta allí. La ubicación era demasiado remota, demasiado íntima. Si se ponía a cavar allí de noche, el Viajero no tendría que preocuparse de que nadie le viera ni le oyera.

Mientras descendía por la lodosa pendiente, Darby se preguntó si el Viajero hacía dos viajes: uno para cavar la tumba, el segundo para enterrar el cadáver. ¿O lo resolvía en un solo viaje?

Darby dejó el equipo sobre la piedra. A su lado dispuso la tela. En los casos en que se decidía escudriñar una zona donde cabía la posibilidad de que hubiera un cuerpo enterrado, un equipo se ocupaba de la tediosa tarea de apartar cada hoja y depositarla en la tela mientras se removía el suelo en busca del menor rastro que hubiera podido dejar el asesino.

– Deberíamos pedir refuerzos -dijo Evan-. Así iríamos más rápido.

– Pueden pasar horas entre que movilizamos al grupo y los traemos hasta aquí. En ese tiempo habremos terminado. -Darby cogió una pala-. Vamos, a trabajar.

Capítulo 54

Darby esperaba encontrar una colilla, el envoltorio de un caramelo o una lata de refresco: algo con muestras de ADN que sirviera para situar al Viajero en ese lugar. Después de una hora de ir revisando hojas, lo único que habían encontrado era una moneda vieja, que guardó como prueba aunque no albergaba ninguna esperanza de hallar huellas en ella.

– Apuesto por que empecemos a cavar en la base de la piedra y sigamos a partir de ahí -propuso Darby.

Evan se mostró de acuerdo y le pasó una pala.

Mientras Darby trabajaba, con el sol de la mañana calentándole el cuello, sus pensamientos seguían volviendo a las palabras de Evan sobre el caso Grady. ¿Era posible que estuvieran allí enterrados los restos de Melanie?

«Lo siento, Mel. Siento que tú y Stacey no tuvierais la oportunidad de seguir viviendo. He intentado olvidar lo que pasó. Si hubieras sido tú quien sobrevivió, Mel, estoy segura de que te habrías esforzado por recordarme. Si existe el cielo, sólo me queda rezar para que, si alguna vez nos volvemos a encontrar, seas capaz de perdonarme.»

El hoyo tenía forma rectangular y tenía ya metro y medio de profundidad. Darby dejó la pala a un lado.

– No quiero correr el riesgo de destruir nada con la pala.

Se tumbó sobre su estómago y miró hacia el hoyo.

– Hazme un favor, pásame el cepillo y la paleta de la bolsa.

Darby utilizó las manos, protegidas por guantes, para apartar la tierra. Tenía los tejanos mojados por la tierra húmeda. A lo lejos oyó el ruido de una rama al partirse.

Evan permanecía a su lado. Se había vuelto a sumir en un pétreo silencio. Apenas había hablado mientras cavaban.

Darby notó algo duro entre los dedos. Apartó la tierra con el cepillo. Al principio creyó que era una roca. Pero cuando quitó la tierra supo con certeza de qué se trataba.

Frente a ella estaban los huesos parietal y occipital de un cráneo humano. Jane o John Doe yacía boca abajo en la tumba. El cráneo presentaba un color oscuro, oxidado, y carecía de cabello.

Evan le pasó el cepillo. Darby fue quitando tierra, usando alternativamente las manos y el cepillo.

– No veo ninguna actividad insectívora. No hay tejido blando… No hay músculo, tejido, cartílagos o ligamentos. Diría que está completamente momificado.

Darby señaló una oscura red de líneas en la sección ocular del cráneo.

– Impresiones dendríticas. Aparecen cuando el cráneo lleva mucho tiempo enterrado. Debería llamar a Carter. Es el antropólogo forense del estado.

– ¿Cuánta gente tiene a su cargo?

– No estoy segura. Creo que dos personas. Carter tiene experiencia en exhumar tumbas en masa. También trabaja para un grupo que viaja a países del Tercer Mundo, a lugares donde se hallan fosas comunes debido a guerras y genocidios.

El ruido de las ramas al romperse se intensificó. Alguien se acercaba. «Banville», pensó ella.

– Me pregunto si habrá más cuerpos enterrados aquí.

– El lugar podría ser un cementerio.

– El terreno es demasiado húmedo para utilizar radares de ultrasonidos -dijo Darby. La maquinaria de Carter requería tracción en superficies duras y secas, parecían cortadoras de césped futuristas-. Voy a llamar a Carter. No quiero seguir excavando y arriesgarme a estropear los huesos que pueda haber enterrados aquí.

Evan se volvió hacia el sendero. Darby miró a su espalda.

Al principio de la pendiente aparecieron cuatro individuos trajeados. El más alto del grupo, un hombre con el pelo cortado casi al cero, dijo:

– Agente especial Manning, ¿puedo hablar con usted en privado un momento?

Evan fue hacia él sin contestar. Darby se incorporó y se sacudió el barro de los tejanos.

El móvil de Coop vibró en el bolsillo trasero.

Darby se quitó los guantes. La señal del móvil era tenue y apenas había cobertura, casi no conseguía oír la voz de Coop. Darby le dijo que esperara un momento y buscó un lugar donde pudiera tener mejor cobertura. Se tapó la otra oreja con la mano.

– ¿Qué decías, Coop?

– Me han echado del laboratorio móvil.

– ¿Quién?

– Nuestros colegas del Club Federal -dijo Coop-. El FBI se ha hecho cargo de la investigación.

Capítulo 55

– Sucedió hace veinte minutos -dijo Coop-. Ahora me llevan al centro.

– ¿Por qué?

– Tienen algunas preguntas sobre la investigación. ¿Manning te ha comentado algo?

– No. -«Pero presiento que lo descubriré enseguida», pensó Darby-. ¿Qué motivos te han dado para hacerse cargo del caso?

– Ninguno. Dos agentes suyos resultaron muertos en la explosión de la furgoneta, así que supongo que es una excusa suficiente como vía de entrada. No puedo hablar mucho. Me escabullí y le pedí el móvil a Romano.

– ¿Banville está por ahí?

– No le he visto. Mira, no sé lo que pasa, pero creo que podría guardar alguna relación con el CODIS. Después de que te fueras el ordenador nos dio positivo en un ADN. Lo vi en la pantalla. Sea lo que sea, es de acceso restringido. Me fue imposible acceder a la información. Mierda. Ya vienen.

– Llama a Leland -dijo Darby-. Veré qué puedo averiguar.

Darby se encaminó hacia la cuesta. Todos se callaron al verla.

El individuo alto con el pelo casi rapado le entregó una tarjeta. Ayudante del fiscal general Alexander Zimmerman, del Departamento de Justicia. «Joder.»