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– Hay un cobertizo a menos de quinientos metros de la casa. Está cerrado a cal y canto. Puedo llevarles hasta allí. Es un camino lleno de baches, así que vayan con cuidado por dónde pisan.

El cobertizo se elevaba en un claro y estaba pintado del mismo tono blanco que la casa. La gran verja frontal estaba cerrada con dos candados idénticos de calibre industrial para evitar el acceso al interior, o la huida hacia el exterior. No tenía ventanas, ni puerta.

Tuvieron que esperar una media hora hasta que llegó alguien de comisaría con unas tenazas capaces de partir las cadenas.

En el garaje había un John Deere Gator criando polvo y una pala. Darby cogió una linterna y descubrió unas manchas que podían ser de sangre seca en el asiento de plástico.

Banville asomó la cabeza por un pasillo.

– Darby.

El estrecho pasillo estaba hecho de paredes de Peg-Board, unos paneles muy útiles como soporte de utensilios de jardinería. Banville llegó hasta el final. Cogió una bolsa de limas de un estante y la depositó en el suelo. En la pared de Peg-Board se apreciaba un cuadrado con espacio suficiente para pasar la mano y llegar hasta el pomo de una puerta.

Antes tuvieron que hacer saltar el candado.

La habitación secreta contenía dos celdas. Ambas estaban abiertas y vacías.

Banville entró en una sala hecha de hormigón y acero inoxidable. No había espejo ni ventanas, sólo un respiradero en el techo. En la reducida estancia había un catre de campaña fijado en el suelo, similar a los que usa el ejército. En el centro había un retrete. Darby recordó las fotos de Carol que había visto en el laboratorio.

– La tenía aquí -dijo Banville.

Darby pensó en el Gator, en la pala con restos de tierra, y sintió que el último hilo de esperanza se desvanecía en el aire.

Capítulo 64

Darby buscó la forma de hablar a solas con Banville.

– Rescate de Rehenes tal vez tenga acceso a un helicóptero -dijo Darby-. Si es así, y está equipado con sensores infrarrojos de calor, podemos utilizarlo para reconocer el bosque, ver si es posible delimitar la zona en función de la temperatura. Dependería de la profundidad de la fosa y del tiempo que haga que esté muerta.

– Holloway ha solicitado colaboración a la policía estatal. Los perros estarán aquí por la mañana. Cubriremos cada centímetro de ese bosque.

– Un helicóptero podría barrer la zona en un par de horas.

Banville emitió un largo suspiro.

– No es que me apetezca la idea de pedirles ayuda a los federales, créeme -insistió Darby-. Pero estoy pensando en Dianne Cranmore. Tú y yo sabemos que todo esto saldrá en las noticias de la mañana. Creo que deberíamos contárselo a la madre antes de que se entere por los medios.

Banville le dio su móvil.

– Llama a Manning.

Darby se quedó sola en el camino oscuro y marcó el número de Evan. Los hombres de Holloway andaban atareados a su espalda.

– Soy Darby.

– Llevo una hora intentando hablar contigo -dijo Evan-. ¿Qué ha pasado? Se cortó la comunicación. Lo intenté varias veces más pero no respondías.

– ¿Habéis encontrado a Carol?

– No, aún no. Pero sí he encontrado más pruebas: unas botas del cuarenta y seis, fabricadas por Ryzer Gear. También hay una alfombra azul marino en el dormitorio. Creo que sus fibras coincidirán con las que encontraste.

– ¿Habéis encontrado una celda? ¿Como la que vimos en las fotos?

– No.

– Carol no está allí.

– ¿De qué estás hablando?

– Antes que nada quiero hacerte una pregunta sobre Rescate de Rehenes. ¿Tienen acceso a un helicóptero?

– Un Black Hawk -dijo Evan-. ¿Por qué?

– ¿Está equipado con sensores infrarrojos de calor?

– ¿Qué está pasando, Darby?

– Averigúalo y llámame al número de Banville. ¿Te doy el número?

– Ya lo tengo. ¿Puedes explicarme qué…?

Darby colgó. Los hombres de Holloway se disponían a registrar el bosque en busca de alguna fosa recién excavada.

Media hora más tarde Evan le devolvió la llamada.

– El Black Hawk está equipado con sensores infrarrojos de calor.

– Lo necesitaré para realizar un rastreo en un bosque -dijo Darby-. Estoy buscando un cadáver enterrado. Tal vez más de uno.

– ¿Dónde estás?

– Antes tendrás que explicarme por qué tu maravillosa organización se ha hecho cargo de mi caso.

– Ya te lo he dicho: es información confidencial…

Darby cortó la llamada.

Evan volvió a llamarla al instante.

– Apartarte del caso no fue decisión mía.

– Ya. Se te veía realmente disgustado cuando pasó.

– Me estás poniendo en una situación muy difícil. No puedo contarte…

– Tú mismo: o me lo cuentas ahora o vuelvo a colgar.

Evan no contestó.

– Adiós, agente especial Evan Manning.

– Voy a decirte algo que tiene que quedar entre tú y yo. Si alguna vez alguien me pide cuentas por ello, lo negaré.

– No te preocupes. Ya sé cómo funcionáis los federales.

– El hombre al que abatimos hoy era Earl Slavick, un ex informador que teníamos infiltrado en un grupo xenófobo que, según nuestras sospechas, estaba vinculado a los atentados de Oklahoma. Mientras Slavick nos proporcionaba información sobre el grupo, empezó su propio movimiento de limpieza étnica y secuestró a varias mujeres de la zona. Las autoridades locales me llamaron. Cuando descubrí lo que pasaba, Slavick había hecho las maletas y se había largado. Le hemos estado buscando desde entonces.

– Así que sabías desde el principio que Slavick estaba implicado en el secuestro de Carol Cranmore debido a las huellas que encontré.

– Sí, ya te lo dije.

– Pero no me dijiste que el perfil de ADN de Slavick figuraba en el CODIS. No me dijiste que el acceso a dicho perfil estaba restringido. Así, cuando se hallara la coincidencia, el FBI se enteraría y sus chicos podrían acudir a limpiar su mierda. No queríais que nadie supiera que el culpable de todas esas desapariciones había sido un informador del FBI. Los restos que encontramos en el bosque pertenecían a una de las víctimas de Slavick, ¿no?

– Felicidades -dijo Evan con voz gélida-. Has unido todos los puntos.

– Una última pregunta -dijo Darby-. ¿Cómo descubristeis dónde se escondía el Viajero, perdón, Earl Slavick?

Evan no contestó.

– Deja que lo adivine -dijo Darby-. Por el mapa que encontré. La dirección URL aparecía impresa al final de la página. Seguisteis el rastro de la IP de su ordenador hasta dar con Slavick, ¿no es así?

– Te he dado toda la información. Ahora te toca a ti.

– Hemos encontrado un cobertizo en las inmediaciones de una casa que contiene las mismas celdas que vimos en las fotos donde aparecía Carol Cranmore. El propietario es Daniel Boyle. Apuesto a que lo preparó todo para que Slavick fuera el cabeza de turco.

Evan no contestó.

– Me parece, chicos, que estáis metidos en un auténtico lío mediático. Espero que no llegue a las noticias. Tendrían tema para todo un año, ¿no crees? No, seguro que no. Ya encontraréis la forma de echarle tierra encima. Cuando se trata de encubrir la verdad, nadie lo hace mejor que el gobierno federal.

– ¿Dónde está Boyle?

– Muerto.

– ¿Lo has matado tú?

– Banville. -Darby le facilitó la dirección-. No olvides pedir el helicóptero.

Darby cortó la llamada. Cerró los ojos y apretó el hielo contra su mejilla. Tenía la piel fría e insensibilizada.

Capítulo 65

El Black Hawk sobrevoló dos veces el bosque, pero no consiguió hallar rastros de calor. O Boyle había matado a Carol hacía varios días, o el cuerpo estaba enterrado a demasiada profundidad.

La búsqueda de las tumbas se reanudaría al día siguiente a las ocho de la mañana, cuando la policía estatal de New Hampshire apareciera con perros rastreadores. Ahora el caso estaba bajo su jurisdicción.