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Una mujer yacía en el suelo en medio de un charco de sangre. Al ver cómo la habían apuñalado Darby sintió la necesidad de gritar.

Pero se reprimió. Le temblaba todo el cuerpo. Aterrada, miró a su alrededor: había huellas ensangrentadas en el suelo, pisadas que descendían por el pasillo y desaparecían. Evan se había ido.

Notó un movimiento débil procedente de la pared que tenía a su espalda. No había ninguna puerta allí, pero el suelo presentaba una abertura suficientemente grande para pasar por ella. ¿Estaría Evan allí?

Darby luchó contra su instinto; tenía que mirar, pero no quería hacerlo. De rodillas, acercó la cara al agujero. Al otro lado distinguió la silueta menuda y temblorosa de Carol Cranmore.

Capítulo 67

– Carol -susurró Darby-. Carol, aquí.

Carol Cranmore, acurrucada en el suelo, miró a Darby a través del agujero.

– Soy de la policía -dijo Darby-. ¿Estás herida?

Carol negó con la cabeza; sus ojos expresaban un pavor atroz.

– Creo que puedes pasar por aquí-dijo Darby-. Ven, te ayudaré.

Carol se deslizó por el agujero de madera, pero se quedó atascada. Darby la cogió de las manos y tiró de ella. Las astillas de madera le arañaron las piernas. Carol iba descalza. Tenía heridas en los tobillos y en los pies, algunas aún sangrantes. Iba vestida únicamente con bragas y sujetador, y temblaba de frío.

– Tenía un hacha, le vi…

– Sé quién es -dijo Darby-. Lo que necesito es saber dónde está. ¿Le has visto?

Carol negó con la cabeza.

– ¿Cuánta gente hay aquí abajo? ¿Lo sabes?

– He oído a varias personas, a varias mujeres, pero sólo he visto a una. Sangraba. Intenté despertarla cuando él vino hacia mí. Huí y me encontré con un esqueleto. -Carol rompió a llorar-. Por favor, no quiero morir…

Darby agarró a la adolescente por los hombros.

– Escucha, sé que estás asustada, pero no puedes gritar. No puedes, ¿lo entiendes? No quiero que nos encuentre. Tenemos que buscar una salida y necesito que seas fuerte. Que seas valiente. Hazlo por mí. ¿Podrás?

Se oyó un grito de mujer: cerca, el sonido procedía de algún lugar frente a ellas.

Darby apoyó una mano sobre la boca de Carol y la empujó contra la pared, al mismo tiempo que una puerta se cerraba dando un portazo. La mujer volvió a gritar. Estaba en el cuarto del que acababa de salir Carol.

La mujer empezó a suplicar.

– Por favor… Haré lo que quieras, pero no me hagas daño. Por favor.

Carol sollozaba, sus lágrimas humedecían la mano de Darby. Un golpe sordo. Carol se sobresaltó cuando la mujer volvió a gritar.

El grito se convirtió en un alarido ronco. Frank Sinatra cantaba Fly Me to the Moon.

Siguió una sucesión de golpes, acompañada por los jadeos de Evan. Estaba en la habitación contigua. Evan había matado a una de las mujeres y ahora golpeaba la pared con el hacha. Golpes fuertes, dados para provocar los gritos de Carol y así poder descubrir dónde se hallaba.

El ruido cesó. Darby contempló el agujero.

«Vamos, asoma la cabeza para echar un vistazo.» Podía partirle la nariz de una patada. Y si asomaba la cabeza y miraba hacia el otro lado, podría darle un puntapié en la nuca y dejarlo inconsciente.

Frank Sinatra entonó My Way.

Evan no se asomó por el agujero. ¿Se había ido?

Darby esperó. Esperó un poco más. «Arriésgate, mira.»

– Voy a mirar por el agujero -susurró Darby al oído de Carol-. No te muevas, y pase lo que pase, no grites, ¿de acuerdo?

Carol asintió. Darby se arrodilló.

Junto a las manos de la mujer muerta vio unas botas negras frente a una puerta abierta. Evan seguía allí, al acecho. El hacha ensangrentada oscilaba a la altura de su tobillo.

Evan se dirigió a otra habitación, cerrando la puerta al salir. Otro portazo. Los acordes de The Way You Look Tonight llenaban el aire.

Darby tuvo una idea. «Dios, haz que funcione.»

– Carol, el esqueleto que viste, ¿recuerdas dónde está?

– Por allí -dijo Carol y señaló hacia el agujero.

– Tienes que llevarme hasta él.

– No me dejes aquí.

– No voy a dejarte.

– ¿Lo prometes?

– Te lo prometo. -Darby se quitó la camisa y se la dio a Carol-. Cruzaré al otro lado del agujero. Cuando llegue abajo, te pediré que cierres los ojos y te ayudaré a pasar. Como hicimos antes. Dame sólo un momento.

Darby se metió en el agujero, con la camiseta empapada en sangre. Después de que pasara Carol, con los ojos cerrados, Darby la cogió de la mano y la alejó del cadáver que había en el suelo.

– Abre los ojos -dijo Darby-. Ahora, enséñame dónde viste el esqueleto.

– Al otro lado de esa puerta.

Darby la abrió. El corredor estaba vacío. Cerró con cuidado. Carol la guió a través de dos habitaciones, y luego por una tercera. Darby iba delante, asomándose a los puntos ciegos e intentando recordar el camino.

De repente se hallaron en un pasillo con un muro de cemento. «Debemos de estar en un extremo del laberinto. Pero ¿en cuál?»

Carol señaló hacia el final del pasillo. En el suelo se distinguía una camisa desgarrada.

– Está allí.

Darby contuvo la respiración y empezó a avanzar por la oscuridad, siempre con Carol de la mano.

Al final del pasillo había un conjunto de huesos pequeños y grandes: el extremo fracturado de un fémur, una tibia y un cráneo. Darby se preguntó si Evan y Boyle los habrían dejado allí para asustar a las otras mujeres.

El fémur. Tenía un extremo afilado. Podía ser un arma.

Con el hueso en la mano Darby corrió con Carol hacia el extremo opuesto del pasillo. Sólo había una puerta. Darby la abrió y se encontró cara a cara con el hombre del bosque.

Capítulo 68

La cabeza de Evan estaba cubierta por la misma máscara hecha con vendas sucias que ella había visto hacía dos décadas; los ojos y la boca tapados por las mismas tiras de tela negra. Llevaba un mono manchado de sangre y un cinturón de carpintero, que había sido adaptado para guardar varios cuchillos y una pistolera.

Carol gritó cuando Evan levantó el hacha. Darby cerró la puerta y se lanzó contra ella para hacer contrapeso. La puerta carecía de cerradura automática, a diferencia de algunas otras. Carol la ayudó a oponer resistencia.

El hacha partió la madera e hizo un profundo corte en la mejilla de Darby. Ésta gritó, pero mantuvo su posición contra la puerta. Otro hachazo. Tenían que esconderse… «Piensa -se dijo-: el agujero donde estaba el cadáver.» Evan no pasaría por él. Había que ir hacia allí, y tendrían que correr si querían conseguirlo.

Un disparo hizo saltar la madera cerca de la cabeza de Darby. Agarró a Carol de la mano y ambas salieron corriendo. «Dios mío, por favor, que no tropecemos.» Darby iba cerrando puertas mientras corría, Evan las perseguía. Sus pasos se acercaban más y más…

La segunda bala impactó en la pared que tenían detrás. Carol gritó y Darby la empujó hacia el cuarto donde estaba la mujer muerta. Al girarse, vio a Evan pistola en mano. Cerró la puerta al mismo tiempo que él disparaba. La bala se estrelló en la madera. Gracias a Dios, aquélla sí tenía un cierre automático. Darby le dio al botón con el puño.

Carol tenía la mirada fija en el cadáver. Darby la agarró de los hombros y la obligó a darse la vuelta y a avanzar hacia el agujero. Evan pugnaba por abrir la puerta, pero no podía. Estaba encerrado fuera.

– Sube -dijo Darby.

Carol intentó cruzar por la abertura y se quedó atascada. Darby la empujó mientras Evan seguía pateando la puerta.

Darby se arrodilló y le susurró a Carol, que también estaba de rodillas al otro lado:

– Golpea las puertas como si estuviéramos corriendo; haz tanto ruido como puedas, ¿de acuerdo? Me reuniré contigo en un minuto.