De todos modos no habría podido llamar a su hija, pues aunque Margareta era una persona mejor adaptada socialmente que Flora y Elvy, era una histérica cuando perdía los nervios. Margareta vendría y se encargaría de todo. Margareta hablaría todo el tiempo con aquella voz chillona y empezaría a arañarse la cara si el más mínimo detalle no salía como ella había pensado.
«Maldito Tore».
Sí. Mientras estaba allí sentada dándole vueltas al problema, empezó a crecer en su interior un resentimiento enorme contra el difunto, pues él había creado el problema. ¿Acaso no había hecho ella ya bastante? ¿Acaso no había hecho cuanto estuvo en sus…?
«Espera un poco».
Se le ocurrió una cosa y sonrió a pesar de todo. Evidentemente no era más que una sutileza teológica, pero ¿no se decía «en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte nos separe»? Miró hacia la puerta cerrada. La muerte los había separado. Él estaba muerto. Por lo tanto, ya no era responsabilidad suya. Ella no le había prometido al sacerdote que los casó cuarenta y tres años antes asumir ningún compromiso después de la muerte.
Flora emitió un sonido.
– Perdona, ¿qué has dicho? -le preguntó Elvy.
Su nieta la miró directamente a los ojos y dijo:
– Uuuuh.
Un rayo de miedo atravesó a Elvy. Ya estaba. No había protegido a su nieta y ésta se había vuelto loca. Acercó sus manos a la cara de Flora, le acarició las mejillas.
– Perdón, perdón -se disculpó-. Voy a llamar a un taxi. ¿Vale? Llamo a un taxi y… tú y yo nos largamos de aquí. ¿Sí?
La muchacha movió la cabeza lentamente, cogió las manos de Elvy y las retuvo entre las suyas, y volvió a repetir:
– Uuuuhh.
Esta vez fue seguido por el brillo de una sonrisa. Elvy comprendió y soltó una breve e impetuosa carcajada de alivio, casi un estallido. Flora le estaba tomando el pelo. Estaba haciendo el mismo sonido que los no muertos del videojuego.
– ¡Oh!, Flora, me has asustado. Creía…
– Perdona, abuela -contestó, y miró hacia el cuarto con su expresión de siempre. La mirada perdida había desaparecido-. ¿Qué vamos a hacer?
– Flora, no lo sé.
La chica arrugó el entrecejo.
– Vamos a ver -señaló-. Primero: ¿existe alguna posibilidad de que en realidad nunca haya estado muerto? ¿De que, no sé, solamente haya estado fuera y vuelva ahora?
Elvy negó con la cabeza.
– No. A no ser que por algún motivo todos se hayan equivocado. Yo lo estuve viendo anteayer cuando bajé a llevar el traje y… Flora, ¿qué pasa?
– No, nada. Sólo estoy tratando de… entenderlo.
La abuela se sorprendió. La chica hablaba en un tono completamente normal, alzando los dedos y contando con ellos las posibilidades. Parecía como si durante unos minutos se hubieran apoderado de ella la conmoción y la incredulidad, y ya lo hubiera superado. Ahora, en cambio, afloraba un aspecto de ella del que la anciana procuraba distanciarse: el de hija de abogados.
– Segundo. -Flora lo iba señalando con el dedo índice-. Si realmente está muerto, ¿por qué se ha despertado? ¿Tiene algo que ver con lo que ha pasado en el jardín?
– Sí, podría pensarse.
– Tercero…
Elvy pensó que ahora lo comprendía. El cambio de Flora no era tan positivo como había creído en un primer momento. La racionalidad en su forma de hablar nacía de que la chica había empezado a considerar todo aquello como un videojuego; no como un hecho imposible, sino como una serie de problemas que había que solucionar.
«Bueno», pensó Elvy. «Mejor así».
– … tercero: ¿se trata de algo que sólo podemos ver nosotras o está ocurriendo de verdad, por decirlo de alguna manera? Bueno, ya me entiendes.
Elvy pensó en la sensación de frío que sintió bajo las manos al ponérselasa Tore en aquellos hombros enjutos; en el frío que desprendían.
– Está ocurriendo de verdad, y creo que deberíamos… pedir una ambulancia.
Flora se levantó.
– ¿Puedo?
– ¿No crees que es mejor que sea yo…?
– Sí, ¿pero no puedo hacerlo yo?
Flora juntó las manos como para rezar, y la abuela se encogió de hombros; no entendía aquel entusiasmo de su nieta, pero le pareció que era bueno mientras durara. La chica fue a llamar a urgencias, mientras que Elvy se quedó sentada en el suelo pensando.
«Esto significa algo».
«Todo esto significa algo».
PRIMER INFORME
23:10-23:20. Los muertos se despiertan en todos los depósitos de cadáveres de Estocolmo y alrededores.
23:18. Se observa la presencia en la calle de un hombre de avanzada edad, completamente desnudo, junto a la residencia de ancianos Solkatten. No responde cuando se le habla. Se da aviso a la policía para que devuelva al anciano a su casa.
23:20. Una furgoneta arrolla a un joven a unos cien metros del Instituto Anatómico Forense de Solna. Cuando la policía llega al lugar de los hechos, el atropellado ha desaparecido. El conductor de la furgoneta, que se encuentra en estado de shock, asegura que el hombre al que ha arrollado tenía una cicatriz a lo largo de todo el abdomen. Tras la colisión, el hombre salió despedido unos diez metros y se le abrió la cicatriz, a pesar de lo cual el accidentado se levantó y se marchó.
23:24. Llega la primera llamada a la Central de Emergencias. Una señora mayor ha recibido la visita de su hermana, fallecida dos semanas antes, y con la cual había convivido durante los últimos cinco años.
23:25. El personal del hospital de Danderyd es el primero en llamar a las residencias de ancianos y a las iglesias con depósitos de cadáveres propios para informarles de la situación.
23:25-23:45. Se reciben unos veinte avisos de ancianos vagando perdidos por las calles.
23:26. Nils Lundström, fotógrafo jubilado, toma la instantánea que ilustrará al día siguiente la portada del periódico Expressen. Desde el depósito de cadáveres del cementerio, junto a la iglesia de Täby, siete ancianos caminan hacia la salida envueltos en los sudarios. La imagen los capta entre las lápidas funerarias.
23:30-23.50. La comunicación por radio con los coches patrulla de la policía enviados para hacerse cargo de los desorientados ancianos indica que se trata de personas fallecidas en las últimas semanas. La información ha sido transmitida al Ministerio de Salud y Asuntos Sociales.
23:30 en adelante. Se multiplican las llamadas a la Central de Emergencias. Personas conmocionadas, a veces histéricas, avisan de que sus familiares muertos han regresado. Se hace un llamamiento urgente al personal de ambulancias, personal médico y sacerdotes para poder enviar unidades para atender a los afectados.
23:40. La sección de Infecciosos del hospital de Danderyd se habilita provisionalmente como lugar de recepción. Se pide urgentemente personal de refuerzo.
23:50. Desde el hospital de Danderyd se comunica que dos personas no se han despertado. Sus historiales médicos revelan que una de ellas lleva muerta diez semanas, la otra doce. Ambas han sido tratadas con formol varias veces a la espera de que se solucionen las diligencias para proceder a su enterramiento.