El director es tan grande que es imposible circundarlo en un solo día. Este hombre está abierto a los cuatro vientos, pero sobre todo hacia arriba, de donde vienen la lluvia y la nieve. A nadie tiene por encima de sí, salvo al consorcio matriz, del que no hay quien pueda protegerse. Pero por el lado cortante de la mujer puede tranquilamente abrir su grifo y aspersar. La mujer se contorsiona como un pez, porque tiene las manos atadas, mientras el hombre le hace cosquillas y le pincha un poco con agujas.
Él escucha su interior, donde ha escondido sus sentimientos. Palabras como hojas caen del vídeo en la pantalla y van a parar al suelo ante esta Humanidad unipersonal. Desconcertadamente protectora, la mujer mira un tiesto desfalleciente en el alféizar de la ventana. También el hombre habla ahora, tosco como el buen corazón de la fruta. No tiene pelos en la lengua. Y mientras salen sus aires y jugos, habla sin cesar de sus acciones y su no poder parar y se abre, con garras salvajes y dóciles dientes, camino hacia el lugar de paso, para poder añadir su mostaza a su salchicha. El sexo de una mujer un bosque que le devuelve un eco iracundo.
Recientemente, también ha prohibido lavarse a su mujer, Gerti, porque también su olor le pertenece por entero. Rabia en su pequeño rincón del bosque. Irrumpe con su duro trozo de pan en los aparcamientos de ella, de tal modo que a menudo están inflamados, irritados y cerrados a cal y canto. Desde que ya no osa atraer a alegres y ávidos desconocidos mediante anuncios de intercambio de parejas, se ha convertido para sí mismo en el preferido de los vientos que entran bajo la falda de su esposa. Como un hilo conductor, esta mujer debe arrastrar tras de sí sus olores a sudor, pises y mierda, y él controla si el arroyo se mantiene obediente en su lecho cuando él lo exige. Este viviente montón de desperdicios, en el que escarban gusanos y ratas. Tronando se arroja sobre él y marca su ritmo que rápidamente le lleva al otro extremo, donde se encuentra en casa y quiere volver a sentirse cómodo e incluso deja pasar alguna o hace saltar un pez. Lee los periódicos. Arranca a la mujer de la ciénaga de su almohada y la abre enseguida violentamente. Y hoy tiene sentado en el sofá todo su agradable ser, para jugar con sus pezones y para temblar ante lo que sus venas han vuelto a hacer con su miembro.
Le gusta que esta mujer, la mejor educada del lugar, tenga que andar envuelta en su propia suciedad. La golpea furioso en la cabeza… En la transustanciación, él ha hecho adaptar su cuerpo a sus dimensiones. Es un recipiente destinado a ser vaciado, y también él se vuelve a llenar por la noche una y otra vez, esta tienda de autoservicio, esta tienda para niños donde uno se puede echar sin problemas al lado estrecho. Con la llave del portal, se adquiere el derecho a la ración diaria, y se puede tirar del clítoris o cerrar de golpe la puerta del water; la patria católico-romana se pliega, pero hace que la gente vaya a los centros de planificación familiar y se case. Y la casa tiene que encender las luces de SOS mientras la mujer es utilizada. Después se descorchará una botella escogida, y en la pantalla se podrán ver escogidos retozones que se sientan mutuamente frente a sus órganos sexuales, miran, tiran del picaporte y se vierten con retroespasmos. ¡Sí, estamos ansiosos de ver, pero otros nos miran y mastican barritas saladas o las gruesas salchichas de los señores o las gruesas chichas de las damas!
Quizá mañana el niño estará alojado con los vecinos, que tienen una casa parecida, pero menos. El hombre quiere llevar su salvaje carreta a la mierda de la mujer, que se aferra a la técnica respiratoria y se lanza rápidamente a un lado para eludir su rabo que penetra crujiendo en el monte bajo de sus bragas. Su cuerpo ha dominado ya, con canciones y música, las gentes más variadas, las ha modelado en pequeñas porciones y congelado para más adelante, cuando sean necesarias en el mercado de trabajo o en el coro de las Leyes del mercado. La Luna brilla, las estrellas también aparecen todas, y la pesada máquina del hombre viene a casa desde lejos, divide el surco que ha abierto con sus dientes, hace saltar como espuma por los aires la hierba cortada y la empapa.
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La mujer salta al viento, remando torpemente con su cuerpo. Se ha hecho carne y habitado entre nosotros. Servir al apetito en todos los aspectos ha sido el lema de su taberna: dejarse consumir por el hombre, por el niño, abandonada en sus suaves riendas. Intenta así coger de vez en cuando aire dentro de su red. Se echa el pijama por encima y empieza a recorrer, en zapatillas, el camino nevado.
Antes, aún tiene que meter al armario las tazas e instrumentos, por si acaso. Se pone bajo el agua corriente y frota los restos de su familia de porcelana. Así se conserva la mujer, en sus ingredientes, de los que está hecha. Lo ordena todo, hasta su propia ropa, por tamaños. Se ríe, avergonzada. Pero no tiene gracia. Amontona orden sobre las bendiciones de que disfruta. No le queda nada. De las ensangrentadas plumas de pájaro sobre su camino ya no se ven muchas, porque también un animal tiene que comer. Sobre la nieve queda una película fuliginosa, que desaparecerá en pocas horas.
El hombre entra en su despacho, satisfecho bajo la pantalla de su bragueta. Se airea. Habla de la figura de su mujer, sin indicar primero que está en el uso de la palabra. Cállese, ahora son sus obras las que hablan por él, para ello se ha hecho expresamente un coro de muchas voces. ¡No, no tiene miedo al futuro, su bolsa cuelga de él mismo!
La mujer siente cómo la nieve penetra lentamente en su espacio y su tiempo. La primavera aún tardará en venir. Hoy la naturaleza no consigue siquiera parecer recién pintada. La suciedad se pega a los árboles. Un perro pasa corriendo delante de ella, cojea. Hacia ella vienen mujeres desgastadas como si hubieran pasado años en una caja de cartón. Como si se hubieran despertado en una hermosa casa, las mujeres miran a esta congénere de aspecto tan singular, porque siempre se singulariza. La fábrica da trabajo a muchos de sus maridos, cómo no. Inconscientes antes de tiempo, preferirían pasarlo con muchos dobles de vino antes que con su propia familia. La mujer vuela delante de ellas, se adentra en la oscuridad, ¡y ni siquiera se ha puesto zapatos para la nieve! Entretanto, el niño reposa en algún lugar, mientras muchos de su especie se apresuran. Ha rechazado la comida recién hecha, con palabras que golpean sobre las heridas abiertas de la madre, y ha cogido un sandwich de la despensa. La madre ha pasado gran parte de la mañana rallando zanahorias, en beneficio de los ojos del niño. Ella misma hace la comida de su hijo. Después, ante el cubo de la basura, un torcido troncho de persona, se ha lanzado sobre la ración del niño. La ha sacado de sus casillas. Su sentido del humor se ha quedado pequeño. De la valla junto al arroyo cuelgan los chuzos, la capital está muy cerca, si se toma como medida el coche del hombre. El valle se abre amplio, muchos en él no tienen empleo. Los demás, que también tienen que meterse en alguna parte (en los sótanos de su existencia), van cada día a la fábrica de papel y más allá, ¡mucho más! Allá arriba, en aquella montaña, he estado mil veces con mi rebaño. La boca de la mujer se congela, pequeña, como un murmullo de hielo. Se aferra a la madera de la balaustrada, cubierta de escarcha. El arroyo está completamente tapado por ambos lados, el hielo le golpea ya los hombros. La Creación gime bajo las cadenas de las leyes de la Naturaleza. Se oye reír débilmente. Igual que el deshielo hará saltar las barreras de la buena vida que llevamos todos, de forma que tendremos que saltar los unos sobre los otros, así la Muerte pensará quizá en poner fin al mundo de esta mujer. Pero no vamos a personalizar ahora. Crujiendo se consumen las ruedas de un coche pequeño en la dura nieve. De donde viene, está más en su casa que su propietario. ¿Qué sería el trabajador pendular sin él? Un montón de estiércol, porque cuando va con otros en el departamento del tren de cercanías no es más que mierda, piensa su representación parlamentaria. La masa hace que nuestras fábricas no se derrumben, porque son apuntaladas desde dentro por montones de personas que intentan eliminar lo social de su estructura. Y los parados, que forman un sombrío ejército de nulos, a los que no hay que temer porque a pesar de todo votan a la Democracia Cristiana. El señor director es de carne y lleno de sangre, y come mucho de eso, porque señoras con delantal de cocina se lo sirven.